San Agustín de Hipona
¿Quién de nosotros no ha tenido un personaje histórico con el que se siente identificado o le profese admiración? De seguro que al menos tenemos uno que ha sido una fuente de inspiración.
Este mes de agosto, el día 28 para ser exactos, en la Iglesia celebramos a San Agustín de Hipona, doctor y Padre de la Iglesia. Él es mi santo –por así decirlo– “favorito”; sin lugar a dudas sus escritos han sido el preámbulo de mi crecimiento espiritual, junto con las Sagradas Escrituras. San Agustín es reconocido en la actualidad como uno de los hombres más sabios y prodigiosos que jamás hayan existido, especialmente por su filosofía.
Dudas que lo llevan a la fe
Hombre que probó, antes de su conversión, toda una serie de placeres y pecados. Soberbio por su prodigiosa inteligencia, por lo que anhelaba y buscaba la verdad y la sabiduría. Razón por la cual fue seducido por la secta maniquea, en la cual sirvió por cierto tiempo. Pero gracias a los ruegos y lágrimas de su madre, y a los ilustres sermones de San Ambrosio, abrazó la fe católica y se hizo bautizar a sus 32 años. Después, a pesar de su sentimiento de indignidad, se consagró al Sacerdocio, para después ser ordenado Obispo de Hipona, donde sirvió durante 40 años.
Todo esto lo escribe a detalle en su más importante obra, Las confesiones. Obra en la que el santo confiesa al Señor y muestra la piedad y misericordia de Dios hacia el pecador. Esta obra fue, por mucho tiempo y sigue siendo, la guía espiritual de muchos que buscan a Dios.
Después de la devastación de Roma, a manos de los bárbaros y de Alarico I, surgió de nuevo la oposición de los paganos contra el cristianismo. Para esto San Agustín escribe su segunda obra más importante, La ciudad de Dios, conformada por 22 libros y en la cual defiende el cristianismo y refuta las ideas y argumentos de los paganos hechas hacia la ciudad de Dios: la Iglesia Católica. Obra que deberían de leer algunos que osan atacar al cristianismo y en especial a la Iglesia, culpándola de los males que subsisten en el mundo.
Defensor de la fe católica
Innumerables son sus escritos y sermones sobre diversos temas en materia de fe, moral, teología y filosofía, por los cuales es apodado “Doctor de la Gracia” o “Gran Lumbrera de Occidente”. Su ministerio como pastor y maestro de la fe fue de gran fruto en su grey. Murió el 28 de agosto del año 430, a sus 72 años de edad.
En su comentario acerca del Salmo 138, este gran santo decía: “Nos has hecho para ti, Señor, y nuestro corazón estará insatisfecho hasta que descanse en Ti. Señor, has que todo mi corazón se inflame de amor a Ti, has que nada en mí me pertenezca y que no piense en mí, que yo me queme y sea totalmente consumido en Ti, que te ame con todo mi ser como incendiado por Ti”.
Hagamos nuestra esta oración.
Víctor Seefoó
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