José Mujica
José Mujica, ex presidente de Uruguay, ha saltado a la fama por su discurso, que si bien dista mucho de ser moderno y quizá resulta hasta anticuado, lo novedoso es su honestidad en la palabra y su coherencia de vida; entre otras cosas, dadas por vivir en una zona rural, en una casa sencilla; por viajar en un auto antiguo y sin ostentación, que no se puede comparar con los que usan los mandatarios de cualquier otra parte del mundo. Triunfó y fracasó, pero le gusta decir que “se aprende más de la derrota que de la victoria”.
¿Quién es José Mujica?
José Alberto Mujica Cordano nació en Uruguay. Desde muy pequeño, por influencia de su madre, sintió el deseo de luchar por la justicia. Fue líder guerrillero e integrante del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros. En 1972 fue capturado y por órdenes del presidente en turno, encarcelado hasta 1985. En este tiempo “fue torturado de forma brutal y sistemática, física y psicológicamente. Sufrió golpes y humillaciones”, asegura el periodista Mauricio Rabuffeti en su libroJosé Mujica, la revolución tranquila.
El 29 de noviembre de 2009 fue electo presidente de los uruguayos por un periodo de cinco años, propuesto por un partido de izquierda. Vive al lado de su esposa, la ex guerrillera Lucía Topolansky, no tuvieron hijos.
Las enseñanzas de Mujica
El ex presidente Mujica es un hombre que ha predicado con el ejemplo la austeridad que debe de tener todo servidor público. Vive en una casa modesta a las afueras de Montevideo (capital de Uruguay). Es “una casa pequeña, de techo verde, sin lujos pero sobrecogedora”. Tiene un “vocho” 1979, que le sirve para sus traslados. Fue un presidente que se alejó de los protocolos que caracterizan a los mandatarios del mundo. Gran parte de su sueldo lo destinó al Plan Juntos, de ayuda para madres solteras.
Lee mucho, pero no tiene biblioteca, pues regala sus libros para que otros tengan oportunidad de leer y “sigan vivos”. En su casa tiene un pequeño busto dedicado al Ernesto “Che” Guevara, a quien conoció y además uno del Papa Francisco, a quien admira, por los cambios y la cercanía que está generando en la Iglesia Católica. Es ateo; sin embargo, cree que “el abandono que el colectivo humano hizo de la religión y la filosofía está llevando a la humanidad por un camino falto de reflexión de cuestionamiento sobre el verdadero sentido de la vida”.
Dice de sí mismo como primer mandatario de Uruguay: “Soy un tipo común y corriente. Hay un estereotipo de presidente y la gente tiene un modo de ser, en el que no encajo”.
En distintos foros ha hablado en contra del tener en cuestiones económicas y la explotación que hacemos de la naturaleza, a la que debemos devolverle lo que le hemos quitado. Es partidario de “luchar por crear un mundo mejor”, sólo en ese sentido tiene la justificación de tener. Vivir en la sobriedad es vivir en la libertad, por eso dice: “No soy pobre, soy austero”.
Coherencia de vida
El discurso de Mujica no es nuevo, lo toma de la posición marxista de los 60; sin embargo, fue un presidente que vivió la coherencia, y ese es el secreto de su popularidad en el mundo. Necesitamos presidentes, diputados, senadores, servidores públicos en general que sean cercanos a la gente y que sepan cómo se vive en la pobreza. Que sus discursos sean coherentes, que el pueblo sepa que no esconden nada. Pero parece que en este mundo pocas personas quieren vivir en la humildad y en la sencillez, que entre más poder tienen, más se extiende la lejanía con su gente; que es, a final de cuentas, quien les dio el poder y a quien se deben.
Estamos en una época en la que el concepto de política tiene que cambiar y modificarse hacia la ayuda y la solidaridad, la cercanía y la humildad.
Julián Marín