Editorial
Seríamos incapaces de imaginar una noticia proclamada a los cuatro vientos, de la que sólo unos pocos llegasen a enterarse. Seríamos incapaces de imaginar que un sencillo hecho, un hecho sorprendente, pero absolutamente natural y visible, fuese proclamado en los titulares de primera página de todos los periódicos, repetido hasta la saciedad por todas las emisoras de radio, expuesto en mil imágenes distintas por todas las cadenas de televisión, y que sin embargo casi nadie se tomase en serio una noticia como esa, casi nadie calculase sus consecuencias, casi nadie indagase su significado, casi nadie siquiera se parase un instante para preguntarse sobre su veracidad.
Seríamos incapaces de imaginar hasta qué punto los hombres podemos llegar a leer sin entender, a ver sin mirar, a oír sin escuchar, a seguir por nuestro camino rutinario, sin alzar un momento la mirada, sin mirar más allá, sin hacer caso a una voz que nunca ha dejado de hablar, a una luz que nuca ha dejado de guiar.
Seríamos incapaces de imaginar que la respuesta, la respuesta verdadera, última, rotunda, luminosa y deslumbrante, a todos nuestros anhelos, inquietudes, búsquedas, y deseos, no está ni en el fondo recóndito de nuestros sentimientos, ni el azaroso misterio de las cábalas y los astros, ni en la compleja aseveración de una filosofía ancestral escondida en un tesoro arqueológico, ni en la conquista fortuita de una moda, un pensamiento de diseño, o una imagen capaz, en todo caso, de rescatar del fondo de nuestro mundo interior, una chispa de sed, de ese anhelo, de ese deseo de plenitud que aguarda toda una vida en el corazón.
Seríamos incapaces de imaginar que lo que buscamos en la vida, lo único que de verdad busca cada uno de los hombres y mujeres en esta vida, esta allí, en una sola noticia, que se puede datar y fotografiar, que se puede resumir o ampliar, que se deja titular y subtitular, y que puede ir precedida de una entradilla en negrita que exponga el qué, el cuándo, el dónde, el cómo y el porque, una de esas noticias que aparecen en los periódicos todos los días a centenares, que merecen nuestra atención, al menos por unos instantes, o que son objeto del pasar página de nuestra agobiada vida cargada de prolijos deberes y compromisos, y necesitada a la vez de saber, de saber qué pasa hoy, porque cada día tiene su afán.
Seríamos incapaces de imaginar un cumpleaños sin el festejado, miles de luces de colores, centenares de regalos, millones de abrazos y todos ellos, sin saber por qué se brindan o cuándo iniciaron…
Pues aunque seamos incapaces de imaginarlo, esto ocurre, ocurre todos los años, ocurre todos los días, y ocurre desafortunadamente, en Navidad.