En los últimos 102 años la Iglesia Católica nunca se ha desentendido de los problemas sociales; su influencia y preocupación a favor de los grandes grupos de creyentes y fieles laicos han permanecido inalterables a partir de la herencia de los obispos de Roma y las enseñanzas que nos dejara el Santo Padre Juan Pablo II. Considerar sus tres encíclicas (Laborem exercens, Sollicitudo rei sociales y Centesimus annus), me parece idóneo para la comprensión de este hermoso legado. Es un compromiso conocer el pensamiento y trabajo realizado por todos los encargados de guiarnos en lo espiritual, y cultivar para el futuro el emprendimiento social. Es un bálsamo para los oprimidos, es la esperanza en la justicia que merece todo ser humano.
La Iglesia debe ser misionera
El Papa Francisco, con toda claridad, en una misiva enviada a los obispos que participan en la 105 Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina, les pidió que “toda la pastoral sea en clave misionera: una Iglesia que no sale, a la corta o a la larga, se enferma en la atmósfera viciada de su encierro. Es verdad también que a una Iglesia que sale le puede pasar lo que a cualquier persona que sale a la calle: tener un accidente. Ante esta alternativa, les quiero decir francamente que prefiero mil veces una Iglesia accidentada que una Iglesia enferma. La enfermedad típica de la Iglesia encerrada es la autorreferencial; mirarse a sí misma, estar encorvada sobre sí misma como aquella mujer del Evangelio. Es una especie de narcisismo que nos conduce a la mundanidad espiritual y al clericalismo sofisticado, y luego nos impide experimentar la dulce y confortadora alegría de evangelizar”.
Universitarios comprometidos con la sociedad
Lo dije en relación con la participación de los universitarios en reciente colaboración en este medio, expresión fiel de nuestra diócesis de Tepic, y permítanme exponerla por su importancia: “El sistema de la Universidad del Valle de Atemajac permanentemente trabaja con base en inculcar valores cristianos en sus estudiantes; les hace conocer con prácticas sociales la enorme satisfacción de servir y apoyar a su prójimo sin buscar nada más que la sonrisa de aquel que no tiene qué llevarse a la boca o con qué cubrir su cuerpo, o que tal vez fue olvidado en un centro de reclusión u hospital, donde nadie lo visita. Llevar alegría a esos corazones no es el único objetivo de una acción pastoral, sino también decirles que Jesús existe y está presente en cada acto de vida para perdonar nuestros pecados si realmente nos arrepentimos de haberlos cometido y observamos la penitencia señalada por el guía espiritual; es una participación nueva en la pastoral con estudiantes emprendedores sociales.
Los centros de estudios superiores, donde se realizan diferentes tareas como la investigación, la docencia y la búsqueda de conocimiento incesante son centros excelentes para completar el saber con el encuentro con el mayor Maestro de todos los tiempos: Jesucristo. Felicidad plena otorgada en la propia vida, fuente de la verdad. Dejar esta responsabilidad al estudiante universitario, acercarse cada día más a Jesucristo, más en esta época en la que convergen demasiadas tentaciones insanas; el joven por lo regular está a la caza de momentos de bienestar pasajero y simple, en la búsqueda constante de alegría y una felicidad pasajera; es ahí cuando la Iglesia actúa desde la Pastoral Universitaria, a fin de entregarle un gozo verdadero y no pasajero, sino pleno”. Esos jóvenes son los emprendedores del futuro, no solamente en el ámbito empresarial, también en el social, con toda la fuerza que permite la búsqueda de la justicia. Estoy totalmente seguro del fortalecimiento, a corto plazo, de la Misión Pastoral y Emprendimiento Social.
Mtro. Luis Ignacio Zúñiga Bobadilla
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