El México bronco en el que vivimos no da tregua. En el aire flotan sensaciones de distinta procedencia y de variada índole: fracaso económico, deserción educativa, inseguridad creciente, política sin rumbo, dislates racistas y poco afortunados de servidores públicos, entre otras cosas. Todo esto aderezado por una atmósfera de elecciones ya en la puerta y cuyas campañas han dejado, como ha sucedido ya antes, mucho que desear. Bueno, no se le puede pedir peras al olmo, nos decimos en lo secreto, aunque no debería ser de ese modo.
Un par de botones de la flor
En Jalisco, por ejemplo, del papá del gobernador, Leonel Sandoval, quien se desempeñaba como magistrado, se filtró una conversación en la que animaba a los simpatizantes del partido en el poder (donde militan él y su hijo) a hacer cualquier cosa para ganar las elecciones de este mes de junio, incluso cometer toda clase de tropelías y acciones fuera de la ley. Un magistrado llamando a violar la ley, habrase visto tanto descaro. Todo se “arregló” cuando el señor pidió licencia a su cargo y ahora sí se dedica de tiempo completo a participar en la campaña electoral. Pues sí, de esta clase de burlas y atropellos está atestada la política nacional. Por otra parte, el consejero presidente del Instituto Nacional Electoral, Lorenzo Córdova, también fue evidenciado en una conversación telefónica haciendo comentarios racistas y burlescos sobre las comunidades indígenas. El señor salió a pedir disculpas y, al mismo tiempo, a interponer una denuncia ante la PGR por el espionaje telefónico del que había sido víctima. Aquí sí, impulsando todo el peso de la ley porque se sintió atropellado. Cortina de humo para distraer de su dislate mayúsculo y racista. Cero y van dos.
Literalmente, el circo de la política
Este proceso electoral en el país ha sido lo más parecido a un circo que a una pasarela de propuestas para solventar las necesidades –que son muchas, y algunas tan viejas como la política misma–. Al escenario de las candidaturas se han subido toda clase de personajes: de los que ya no nos sorprendemos es de los políticos chapulines, que van de puesto en puesto para no salir del candelero, porque, ellos lo saben y nos lo recuerdan constantemente, es un error vivir fuera del presupuesto. Además de estas figuras, hemos visto desfilar a futbolistas retirados –algunos famosos más por sus desmanes fuera de la cancha que por sus aciertos dentro de ella–, actores –de telenovelas, películas y de toda clase–, payasos –el sonado caso del payaso Lagrimita (cuyo nombre es Guillermo Cienfuegos); su justificación como candidato independiente era que la política no debería estar peleada con ser feliz y con la risa–, e incluso médicos famosos y el mundo del espectáculo en general. Los antiguos griegos, impulsores de la democracia, se habrían decepcionado de buena gana al contemplar tanto disparate.
Cansados, pero esperanzados
El México bronco se nos ha ido de las manos. Y los gobiernos emanados de cualquier partido y en todo el país han tenido mucho que ver en esta debacle. Históricamente nos ha ido mal en este renglón. Y en las agrupaciones partidistas en general, por si toda esta carencia no fuera suficiente, no hay un fuerte sustento político e ideológico, que los impulse y los posicione en la sociedad como verdaderas opciones de cambio. Se rigen, más bien, por una política de las ocurrencias que ha ido minando a la sociedad y sus instituciones. No hay credibilidad en ellos, se descree de sus propuestas, de sus cambios al interior, de sus abanderados, de sus plataformas desde las que, dicen, operarán la tan ansiada transformación del país. Hemos visto esta película ya antes y, lamentablemente, seguimos igual. ¿Tenemos realmente el país que nos merecemos? Creo que no. Merecemos más. El cristiano, por ello, debe confiar y esperar en Dios un nuevo rumbo, el verdadero y satisfactorio para todos. Pero, al mismo tiempo, poner manos a la obra. Trabajar por él, su familia y la sociedad.
Jacinto Buendía
———-
Comentarios al autor: (buendia@lasenda.info)