México, un país en vías de convertirse en viejo

Hoy, México es un país poblado en su mayoría por jóvenes. Sin embargo, dentro de algunos años las cosas serán totalmente distintas, y se prevé que el futuro podría no ser muy halagador si no se actúa a tiempo. Y es que, si hoy los ancianos que no son mayoría sufren abandono, soledad y falta de servicios que les ofrezcan las condiciones necesarias para poder llevar una vida digna, cuando la mayoría de mexicanos lleguen a esta edad, la situación podría llegar a ser caótica.

Inversión piramidal
Las estadísticas, siempre números fríos y crueles, reflejan lo que se ha venido afirmando desde hace tiempo: en los próximos 26 años, prácticamente se triplicará la población de adultos mayores en nuestro país. De acuerdo con las proyecciones poblacionales del Consejo Nacional de Población (CONAPO), se estima que en 2006 había cerca de 8.6 millones de adultos mayores (personas de 60 años o más), quienes representaban 9.0 por ciento del total de la población; en 2010 habrá 9.9 millones, 15 millones en 2020 y para el año 2030 habremos rebasado los 22 millones. De modo que este segmento de la población ascenderá a 8.9, 12.5 y 17.5 por ciento del total de la población, respectivamente. Dentro de este apartado, los mayores de 70 años suman ya 3.5 millones, mas se prevé que alcanzarán 4.4 millones en 2010, 6.5 millones en 2020 y 10.2 millones una década después.

La población de la tercera edad es la que crece de manera más rápida desde hace quince años. Su tasa de crecimiento pasó de 2.5 por ciento anual en 1970, a 3.5 en 2000, y a 3.6 por ciento en 2004. Mientras el incremento anual fue de 237 mil en 2000, en 2004 ascendió a 281 mil. La tasa de crecimiento actual de la población de la tercera edad es inédita en la historia demográfica del país, y en ello radica uno de los principales cambios de la estructura de la población. Se estima que esta dinámica continuará acelerándose hasta alcanzar un ritmo promedio anual de 4.3 por ciento a fines de la segunda década del presente siglo.

Solos, y en el olvido
En efecto, la población mexicana en pocos años será anciana. Y no es que la ancianidad constituya un problema; la dificultad radica en que los mexicanos carecemos de una cultura de trato, cuidado y protección al anciano, y nuestros viejecitos, hoy, están siendo tratados con crueldad e indiferencia. Según el geriatra Emilio García, miembro del Instituto Nacional de Nutrición: «El 30 por ciento de los 8.5 millones de adultos mayores en México, tienen enfermedades incurables y, en muchas ocasiones, son rechazados en las instituciones de salud pública o privada» afirmó el especialista, y agregó: «Los ancianos son un grupo muy vulnerable; en un principio, son los más pobres, los que acusan más discapacidades y los que menos utilizan los servicios de salud; además de que muchos de éstos les son negados por el simple hecho de tener más de 70 años; por ejemplo, un trasplante renal para una persona mayor de esta edad, está fuera de toda cuestión o elección», aseveró Emilio García. Expuso, asimismo, que también las personas en edad avanzada que tienen recursos económicos son discriminadas: «Si un adulto mayor tiene guardada cierta cantidad de dinero en algún banco, no obstante en las instituciones bancarias no le autorizan el uso de una tarjeta de crédito, y si carece de ésta, a su vez le es negado el acceso a algunos servicios de salud privados; muchas de estas personas dependen de alguno de sus hijos para poder recibir atención», abundó el geriatra. Entonces, cabe preguntarnos: ¿y quién no tiene parientes o éstos se desentienden de ellos?

La mitad de los ancianos, en pobreza
Peor aún, no sólo nuestros ancianos son víctimas de la soledad y la indiferencia, sino de la pobreza. La misma Directora Nacional del Sistema DIF, advirtió que lo grave de todas estas estadísticas referentes al número de ancianos en el país, es que la mitad de éstos viven en situación de pobreza, y casi 2 millones de ellos, en pobreza extrema o miseria total, distribuidos a lo largo y ancho del territorio nacional.

La CONAPO, por otra parte, señala que este grupo poblacional se caracteriza por la marginación laboral, familiar, social y política de las que son víctimas. Es del conocimiento público que a los 45 años de edad, es sumamente difícil conseguir algún empleo. En tanto que a los 50 años ya se están jubilando, muchos ya son abuelos y comienzan a aparecer los síntomas de enfermedades degenerativas. También indica que 20 por ciento de la población general de «viejos» tiene una pensión jubilatoria. De estos «pensionados», 80 por ciento recibe mil 150 pesos mensuales, por lo que si no tienen apoyo familiar u otra fuente de ingresos –trabajo, ahorros, rentas, etcétera–, según los niveles de medición oficial, viven en la línea de la pobreza.

Un porcentaje igual al mencionado, que recibe un salario mínimo, no tiene ni pensión ni otra prestación social; también hay aproximadamente un 15 por ciento que son enfermos avanzados y terminales, indigentes, abandonados por su familia, o no la tienen. Algunos de ellos están recluidos en asilos de ancianos.

Qué vas hacer cuando seas viejo
La geriatra y directora de un novedoso sistema llamado «Estancias de Día», Mónica Loaiza Díaz, señaló que es necesario conscientizar a los jóvenes sobre los problemas que actualmente enfrentan los ancianos: Todos sabemos que la población juvenil en el país tiene sus propios problemas, como la falta de oportunidades para estudiar, plazas laborales, etcétera; pero eso no exime, ni a ellos ni a nosotros en general, de la responsabilidad que tenemos para con los ancianos. Cuando un joven se acerca a su abuelo, a un asilo o a un vecino, de alguna manera se está preparando para vivir su propia vejez, porque se enfrenta a una realidad ineludible en el desarrollo de los seres humanos… Creo que hace falta que los jóvenes se acerquen más a los ancianos, pero que no lo hagan como erróneamente se promueve en los grupos juveniles o de altruismo, que se dedican a visitar a los “viejitos” –como a veces se les llama–, creyendo que ellos tienen necesidad de ser visitados; por el contrario, deben verlos como personas capaces, cuya experiencia puede influir profundamente en sus vidas de manera definitiva».

La especialista, hizo énfasis, asimismo, en la necesidad de impulsar y fomentar la «gericultura» –se desprende de geriatría: estudio de la vejez y terapia de sus enfermedades– en todos los niveles de la sociedad, que consiste en tener un conocimiento amplio de la vejez, de sus implicaciones y riquezas: «La vejez no es la etapa del “ya no sirvo”, sino la culminación de una vida, de una trayectoria, y quienes están instalados ya en ella, deben vivirla a plenitud, pero también quienes vamos hacia allá, jóvenes y adultos, debemos irnos preparando para saber llevar nuestra ancianidad».

Vale la pena señalar el gran ejemplo que nos legó el Papa Juan Pablo II, quien en sus últimos años, ya anciano, llevó su vida de manera intensa, entregado a su trabajo, a pesar de sus limitaciones físicas por enfermedad y, sobre todo, con el amor que les profesó a los jóvenes, a quienes siempre tuvo cerca y quienes fueron a verlo cuando él ya no podía salir a su encuentro: «El acercamiento de las generaciones jóvenes con las generaciones ancianas, es el mejor método para solucionar los problemas de la tercera edad y preparar a los jóvenes para esta etapa; no es algo nuevo, veamos cómo en las culturas antiguas los ancianos tenían una gran influencia en la vida de los más pequeños. Eso es lo que a México le urge rescatar».

Arnold Omar Jiménez

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