No podemos dejar de ver las heridas de un pueblo que lucha cada día por cambiar las circunstancias de vida tan indignas y denigrantes, pero también las esperanzas de este mismo pueblo que camina con el esfuerzo personal y comunitario para mejor dichas condiciones.
Sin embargo, además de conocer estas heridas, observamos con mirada agradecida los múltiples recursos naturales y la gran biodiversidad con los que Dios ha bendecido a nuestra patria, riquezas que descubrimos en diferentes campos como la minería, la agricultura, los mares, los recursos forestales y toda una gran belleza y riqueza natural que se extiende por el territorio nacional. Descubrimos las bendiciones de Dios, sobre todo, a través de la nobleza de su gente, un gran abanico de culturas milenarias llenas de historia y misticismo portadoras de grandes valores y tradiciones que nos llenan de orgullo. Un pueblo que ha nacido en la fusión, no sin dolor y violencia, de grandes culturas que han dado vida a una nueva sociedad, plena de un colorido social y racial que busca consolidarse en esta mezcla de modernidad y riqueza de sus tradiciones.
En este esfuerzo de consolidación por tener una patria generosa y justa para todos sus habitantes, vemos que nos falta un largo camino aún por recorrer. Advertimos cómo el fruto de toda esta riqueza se ha concentrado en pocas manos, dejando en desamparo a una gran multitud de hermanos nuestros que, teniendo derecho a ella, se encuentran a la espera de lo necesario para vivir dignamente. Reprobamos este sistema neoliberal agotado, que privilegia lo económico sobe el valor de la persona y que ha lanzado a la calle a tantos hermanos. Hacemos nuestra a voz del Papa Francisco: queremos un cambio, un cambio real, un cambio de estructuras. Este sistema ya no se aguanta, no lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los trabajadores, no lo aguantan las comunidades, no lo aguantan los pueblos, y tampoco lo aguanta la tierra, la hermana madre tierra como decía San Francisco de Asís.
¡Proyecto Global de Pastoral!