En estos días hemos visto desfilar grupos de jóvenes que, entusiastas, festejan su graduación en todos los niveles, pero especialmente a nivel secundaria, preparatoria y licenciatura. Los próximos a graduarse saben organizar la ceremonia, el baile, el viaje, y muchos no dejan atrás una Misa de acción de gracias en el templo.
No falta el discurso que añora y extraña a los que no pudieron concluir. Los jóvenes detienen por un momento su entusiasmo al recordar la historia específica de alguna de sus compañeras que transformó su historia drásticamente.
Para algunas son las carencias económicas, pero para muchas es un embarazo inesperado, que deja a la jovencita y a su familia aturdida para su futuro.
En 2008 el Sector Salud registró 5 mil 842 embarazos del grupo de edad entre 15 a 19 años, y 363 menores de 15.
Las cifras evidencian que algo no está funcionando adecuadamente. Hacia la mitad de este año habíamos superado el número de embarazos del año pasado, y si la tendencia sigue, a final de año la tasa de natalidad en este rubro de edades confirmará la inadecuada visión de la sexualidad que hemos desarrollado.
¿De quién es la culpa?
La raíz de la formación sexual está en la familia, pero la influencia que ejercen los medios de comunicación, los programas del Sector Salud y la subcultura de la promiscuidad sexual en canciones, novelas y películas, también determinan estas conductas. Hoy, adolescentes de secundaria se convierten en madres bajo la observación pasiva de toda la sociedad.
Es necesario despertar a una realidad que está comiendo el futuro de nuestras jóvenes. El Sector Salud se ocupa de alertar sobre embarazos inesperados y enfermedades de transmisión sexual, orientación y consejería para ambos sexos. Su catálogo le permite promocionar anticonceptivos, condones e incluso métodos quirúrgicos.
“No nos hagamos de la vista gorda”. La lectura real en los jóvenes se percibe así: “quieren vivir la experiencia sexual sin consecuencias”. No es posible. Aún las parejas estables, los matrimonios, asumen que una sola relación sexual tiene la posibilidad de una nueva vida, a menos que se haya truncado quirúrgicamente esta posibilidad. Ni condones, ni métodos anticonceptivos aseguran que sosteniendo relaciones sexuales no haya como consecuencia la posibilidad de una nueva vida.
Lo preocupante es el dato que revela que jóvenes de secundaria tienen relaciones sexuales porque una ola de hostigamiento asfixia a quien no haya tenido esa experiencia. Con lagañas más en la mente que en los ojos, estamos enfrentando una realidad obvia. Lo que hace falta es formación sexual.
¿Es posible re-orientar?
Aprovechando el discurso que un ejemplar sacerdote dirigió a una generación de bachillerato, rescato su contenido. “El hombre posee cuatro capacidades que Dios le concede para ser feliz y desarrollarse plenamente. La libertad, que permite elegir y decidir respecto a las opciones que enfrentamos; la inteligencia, para adquirir conocimientos que nos hagan aprovechar todas las oportunidades; el amor, que va pincelando todas nuestras acciones con muestras de solidaridad, gratitud, servicio y alegría y, finalmente la fe, que es la que envuelve nuestra vida”.
La fe significa creer en la verdad. Somos criaturas con capacidad de discernir con humildad y asumir que un ser superior nos ha formado desde la eternidad, y que nos marca reglas o mandatos que, respetando la naturaleza, nos aseguran un éxito en la vida.
En ese contexto de la sexualidad, la libertad no significa hacer todo lo que se quiere, sino hacer todo lo que se debe. La inteligencia descubre que el sexo es un regalo de Dios porque por ello se transmite la vida.
El tercer aspecto es la piedra angular del tema en sexualidad: no es igual tener relaciones sexuales por placer que por amor. El amor verdadero descubre en la abstención, en el pudor, en la castidad, un ofrecimiento que hunde las raíces para fundar una familia.
Mientras más hondas estén esas raíces, más firme será la familia. El auténtico amor va gozando día a día la plenitud de una relación entre hombre y mujer que disfruta miles de oportunidades y no centra la atención aferradamente en que el amor significa sexo.
Sería inútil asumir tercamente que los embarazos prematuros que estamos constatando fueron por amor. Muchas adolescentes, aún sin embarazo, sufren conflictos amorosos, decepciones, depresiones por rompimiento sentimental. El amor necesita un grado de madurez que lo va dando el tiempo y la experiencia.
Las dos partes que conforman esta capacidad humana son: amor y orden. Quien tiene interés en formar a los jóvenes habrá de asumir esta realidad. El orden obliga a hablar con la verdad. Un amor ordenado descubre satisfacción en el sacrificio, en el ofrecimiento.
Y, por último, la fe. Creer en la posibilidad de construir en otros a través de la verdad, sin engaños, sin esquemas lagañosos que empujan a nuestros jóvenes a la orilla de un barranco, hacerlos creer que un “curita” sustituye una excelente curación. Así es la formación en la fe, extremar todo cuidado para rezurcir una auténtica formación sexual.
Carmen Álvarez del Castillo