Sufrimiento: ¿Qué dice el Magisterio al respecto?

Existe algo que todos los seremos humanos compartimos, el sufrimiento, y pareciera que estamos destinados a vivirlo sin remedio. Sin embargo, la realidad es que estamos llamados a superarnos a nosotros mismos, a crecer, madurar y a encontrar lo mejor de él.

El ser humano sufre de diversos modos y San Juan Pablo II en la carta apostólica Salvifici Doloris explica que estos sufrimientos son más complejos que la enfermedad y están profundamente enraizados en la humanidad. En realidad el hombre sufre a causa del mal, limitación o distorsión del bien. Se podría decir que se sufre a causa de un bien del que él no participa o del que él mismo se ha privado.

Pero dentro de cada sufrimiento experimentado, aparece inevitablemente la pregunta ¿porqué? Y se sufre de manera humanamente más profunda, si no encuentra una respuesta satisfactoria. Esta es una pregunta difícil, sobe todo cual las hace el hombre al hombre. En efecto, esta pregunta no se hace al mundo, aunque muchas veces el sufrimiento provenga de él, sino que se hace a Dios como Creador y Señor del mundo. Pero para poder percibir la verdadera respuesta al porqué del sufrimiento, tenemos que volver nuestra mirada a la revelación del amor divino. El amor es también la fuente más rica sobre el sentido del sufrimiento, que es siempre un misterio.

Es Cristo quien nos hace entrar en el misterio y nos hace descubrir la respuesta. Cristo se acercó al mundo del sufrimiento humano por el hecho de haber asumido este sufrimiento en sí mismo. Durante su actividad pública probó no solo la fatiga, la falta de casa, la incomprensión incluso de los más cercanos, sino que fue rodeado por ese mundo hostil, al punto de saber que querían quitarle la vida. Él era consciente de esto y precisamente por medio de este sufrimiento suyo hace posible que el hombre no muera, sino que tenga vida eterna. Precisamente por medio de su cruz debe tocar las raíces del mal, plantadas en la historia del hombre y en las almas. Precisamente por medio de su cruz debe cumplir la obra de la salvación.

Aprendamos de Cristo a encontrar el sentido de nuestro sufrimiento y ha buscar el para qué de el, es decir, los frutos, las virtudes y el gozo de haberlos superado. Pero sobre todo tengamos presente la Palabra que nos dice: momentáneos y leves son los sufrimientos que nos preparan la gloria eterna (2 Corintios 4, 17).

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