Si se hace un balance, sin duda 2014 no fue un año que, en muchos frentes, pueda ser motivo de recuerdo y algarabía: inseguridad, devaluación, escalada de aumento en precios, gasolina cara, impunidad, narcopoder, invasión del crimen organizado en instituciones y la sociedad organizada, crisis económica y educativa, y, por si todo esto fuera poco, un gobierno que las más de las veces fue rebasado y guardó silencio cuando se necesitaba de su intervención eficaz y a tiempo. Eso que Samuel P. Huntington llama la opacidad meditada.
Seguridad
En este renglón hay muchas cosas qué decir. Por ejemplo, que hay una reprobación total. El que la sociedad mexicana recupere la credibilidad en las instituciones que deberían salvaguardar su seguridad está lejos de darse; esto se agudiza si se considera, además, que el temor a ser víctima de algún delito en la mayoría de los mexicanos está latente. Si a esto se suma que si se padece cualquier infracción es casi seguro que no se hará justicia, el descontento hace mella en la estructura y convivencia social. Es una bomba con reloj de tiempo accionado: una reprobación social de magnitudes sin precedentes. Ante un clamor generalizado, que se oye y resuena en la mayor parte del país, hasta ahora hay, sin embargo, oídos sordos ante esta cuestión prioritaria en cualquier agenda gubernamental: municipal, estatal y federal. Tache.
Economía
Con el incremento del precio del dólar, que en diciembre llegó a estar por encima de 15 pesos (al cierre de esta edición), los días en que la Bolsa Mexicana de Valores tuvo una caída considerable y el que el precio del barril de petróleo (una de las mayores divisas de la economía mexicana, junto con las remesas que envían los connacionales del vecino país del norte) disminuyó drásticamente, el panorama se presentaba si no negro, sí oscuro y con poco viento en el horizonte que disipara esa oscuridad que se cernía sobre las familias y su precaria economía y debilitado poder adquisitivo. Las medidas tomadas para detener esta escalada, o anularla, han sido pocas y desatinadas. ¿Volvemos a diciembre de 1994? Tache.
Educación y derechos humanos
Si las voces expertas coinciden en que la educación es la palanca del desarrollo, la pregunta de los 64 mil pesos es entonces ¿por qué los gobiernos –presentes y pasados– no le apuestan a este rubro, no invierten la mayoría de los recursos de que disponen? Quizá se argumente que hay otros frentes: vivienda, salud, generar fuentes de empleo, etcétera. Sin embargo, la mayoría de los males se curarían en salud con un proyecto educativo sustentado y a largo plazo. Tache también.
La tutela de los derechos humanos, su promoción y defensa es otro renglón en que hay mucha tarea por hacer. Niños, mujeres, migrantes, indígenas, gremios como los periodistas, son con frecuencia vilipendiados y vejados en su dignidad humana. Esto también se curaría con educación. Otro tache.
Colofón
Ante esto, conviene aquí recordar lo que nos enseña y recomienda la Doctrina Social de la Iglesia: “La persona humana es el fundamento y el fin de la convivencia política. Dotado de racionalidad el hombre es responsable de sus propias decisiones y capaz de perseguir proyectos que dan sentido a su vida, en el plano individual y social. […] La comunidad política, realidad connatural a los hombres, existe para obtener un fin de otra manera inalcanzable: el crecimiento más pleno de cada uno de sus miembros, llamados a colaborar establemente para realizar el bien común, bajo el impulso de su natural inclinación hacia la verdad y el bien. […] El pueblo no es multitud amorfa, una masa inerte para manipular e instrumentalizar, sino un conjunto de personas… que vive la plenitud de vida de quienes lo componen” (DSI, n. 385-386). La agenda de pendientes es grande, vayamos contribuyendo desde nuestro quehacer diario y pongamos palomita a esos renglones que podemos aliviar.
Jacinto Buendía
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