Es de suma importancia y vigencia el tema abordado en la Jornada de las Comunicaciones Sociales, celebrada el pasado 20 de mayo: «Los niños y los medios de comunicación social: un reto para la educación».
Los medios, en efecto, marcan profundamente nuestra cultura y desafían la educación, pues su influjo es, a veces, más notorio que el que deja la escuela, la Iglesia o el hogar, definiendo en la práctica patrones de comportamiento y criterios morales.
En este sentido, en su mensaje para dicha jornada, el Papa Benedicto XVI invitó a la sociedad en general a considerar dos perspectivas: la formación de los niños por parte de los medios, y la formación de los niños para responder adecuadamente a los medios. Así, se da una responsabilidad de la industria mediática, pero también se exige una participación crítica y activa por parte de los lectores, televidentes u oyentes. En este contexto, «la formación en el recto uso de los medios es esencial para el desarrollo cultural, moral y espiritual de los niños» (n. 2).
Así vivamos en una sociedad en la que cualquier indicación dada a otro sirve como excusa para denunciar «un atentado contra el libre desarrollo de la personalidad», los niños necesitan ser educados para que hagan un buen uso de los medios y para que ejerciten con responsabilidad su libertad. Para tales propósitos, sería de gran ayuda que los productos que ofrecieran los medios tuvieran un contenido positivo, que forjara ideales, que orientara hacia lo que es estética y moralmente excelente. El Papa indica en este campo la importancia no sólo del ejemplo de los padres de familia y de los maestros, sino el beneficio de introducir a los jóvenes en los clásicos de la literatura infantil, las bellas artes y la música selecta. Educar a los niños en el camino de la belleza, de la verdad y de la bondad no es sólo una opción elitista, reservada a los hijos de una clase privilegiada, sino que debiera ser una actitud masificada por los medios en la medida en que promuevan los valores, la dignidad fundamental del ser humano y el verdadero sentido del matrimonio y de la vida familiar.
Los medios, en suma, deben estar comprometidos con una formación efectiva y éticamente aceptable, que favorezca el bien común, promueva la verdad, proteja la dignidad humana y fortalezca la familia, en contra de presiones comerciales o culturales que exaltan los comportamientos violentos, antisociales o pornográficos, enmascarados como «entretenimiento».