¿Lo sepultamos o lo cremamos?

El primero de noviembre recordamos a los santos de la Iglesia Católica, y el día dos a los fieles difuntos. Miles de personas van a los cementerios a visitar a sus muertos, oran por ellos, arreglan sus sepulturas y depositan ofrendas florales. Como nadie quería perderse esta fiesta popular y religiosa, los gobiernos  tomaron cartas en el asunto y las reglamentaron, convirtiendo los días inhábiles (sobre todo el 2 de noviembre), en acuerdo con las iglesias y así facilitar la asistencia a los panteones.

El espíritu laico de la sociedad y el recién inaugurado espacio para los muertos por manos de la autoridad civil, separó la visita a los difuntos del acto litúrgico y pasó a ser una festividad más del calendario cívico-religioso. Dicho espíritu laico residía en asociar el nuevo “espacio de la muerte con las ideas de gloria, inmortalidad, estatus, herencia social… de la imagen y perennidad de la memoria”; ideas fielmente reflejadas en la nueva arquitectura funeraria que pronto se impondría. “Los positivistas veían en el culto a los muertos un elemento de civismo. La tumba desarrollaba el sentimiento de la continuidad de la familia, y el cementerio el sentimiento de la continuidad en la ciudad y en la humanidad”.

La Iglesia alentaba la esperanza y la fe con la caridad de una santa sepultura en memoria del sepulcro que recibió el cuerpo flagelado y destrozado de Jesús, pero que algún día se abrirá para dejar pasar a los resucitados.

En el transcurso del tiempo la posición frente a la muerte ha cambiado, al mismo tiempo que la sociedad. Antiguamente, la muerte tenía una importancia mucho más relevante para los vivos: su imagen estaba presente en muchos de los quehaceres de los vivos y se educaba a los más jóvenes, señalándoles que la muerte, tarde o temprano, llegaría a buscar a alguien de la familia. Sin duda todo ello estaba asociado a las creencias religiosas mucho más presentes en las generaciones anteriores.

Las antiguas prácticas frente a la muerte se ven reflejadas en los cementerios. Es fácil apreciar la diferencia entre las sepulturas antiguas y las nuevas; en las antiguas, los íconos religiosos y la ornamentación es bastante representativa al significado de la muerte, donde podemos apreciar figuras complejas que pretendían dejar al difunto muy cerca de Dios y darle un significado mucho más profundo a lo que existe después de la vida.

Por su parte, las sepulturas modernas son mucho más simples, ya no optan por una ornamentación tan rebuscada o llena de elementos; para muchos basta con la colocación de una cruz y, a veces, se hace referencia a otras cosas vanas e incluso ídolos artísticos. La sociedad actual es mucho más laica que las generaciones anteriores y, por lo mismo, su visión de la vida “ultra terrena” es restringida. Debemos tomar en cuenta, en este sentido, que la fe nos dice que no es necesario crear un panteón para que Dios venga a buscar el alma de un difunto; basta creer en el resucitado que da vida eterna.

La cremación, una opción

Partiendo de la base de que cada persona tiene por derecho la libertad de escoger el servicio funerario que más se acomode a su manera de ver la vida, la muerte o incluso su economía; las creencias deben ser respetadas, al igual que las voluntades de aquellos que ya no están con nosotros. La cremación es otra alternativa para disponer los restos de nuestros seres queridos. Muchos la ven como una costumbre nueva y poco tradicional; sin embargo, este proceso es mencionado en el libro delGénesis, en la Biblia.

Cuando comparamos la cremación con el método de entierro tradicional de los muertos (inhumación) se coligen algunas ventajas de la primera, tales como:

Económica:

Por lo general, los costos de un entierro son elevados. En la mayoría de las cremaciones no se hacen gastos como el pago del terreno en el cementerio, la sepultura misma, reducción y traslado de restos (en caso de exhumaciones). Con la cremación no hay gastos posteriores para lápidas, cuidado de tumbas, entre otros. Salvo para aquellos que deseen conservar las cenizas en el cementerio; pero aún así, las opciones de enterrar las ánforas o mantenerlas encolumbarios son más económicas que los entierros comunes.

Higiénica:

La cremación es la operación más recomendada en este aspecto, puesto que evita problemas higiénicos y sanitarios. Con la incineración, tanto humana como animal, se evitan posibles focos de infección, principalmente cuando la muerte se ha producido por enfermedades infecto-contagiosas.

Ecológica:

Este aspecto depende de la tecnología utilizada en el crematorio respectivo. De todas formas, se supone que los procesos de cremación utilizados en México cumplen con todos los requisitos en cuanto a emanaciones de humo y olores, por lo que no afectarían al medio ambiente. Además, con el entierro tradicional pueden producirse ciertos contaminantes ambientales que no se producen luego de incinerar el cuerpo. Por ejemplo, las soluciones que se utilizan para embalsamar un cuerpo pueden contaminar afluentes subterráneos de agua con mercurio, arsénico y formaldehído, entre otros. Los ataúdes por sí mismos contaminan, dependiendo el material de fabricación. Otra fuente contaminante es la presencia de radioisótopos que se encuentren en el cadáver, debido entre otras cosas a la radioterapia, en el caso de haber muerto de cáncer.

Práctica:

Muchas personas, antes de morir, piensan en facilitarle las cosas a los deudos, y hay quienes ven la inhumacióncomo una innecesaria complicación de su proceso funerario, por lo que prefieren la sencillez y rapidez de lacremación.

Moderna:

A pesar de ser una costumbre antigua, la cremación es considerada hoy un servicio funerario moderno. Por un lado, se utilizan avanzadas tecnologías en los hornos, que se intentan mejorar de manera constante. Además, si consideramos el crecimiento exponencial que está experimentando la población mundial y la falta de espacios asociada a este fenómeno, la cremación aparece como el entierro del futuro.

En resumen, quienes optan por la incineración, la ven como un proceso más simple, barato y fácil  que el entierro tradicional.

Cremación y religión

A lo largo de la historia, la influencia de las religiones a la hora de optar por la cremación como alternativafuneraria, ha sido enorme. Mientras algunos credos han mantenido su postura con respecto a este tema, otros han debido adaptarse a los nuevos tiempos y entregarle a sus seguidores enfoques renovados.

A pesar de haber sido utilizada masivamente en el Imperio Romano, la cremación perdió aceptación en el cristianismo. El desaliento de la Iglesia Católica hacia la incineración se debió a varias ideas: primero, que el cuerpo, como un instrumento a través del cual se reciben los Sacramentos, es por sí mismo sagrado, y debe ser considerado como tal; segundo, como parte esencial del ser humano, se debe disponer del cuerpo de manera honrosa, y reverencial, por lo que prácticas de este tipo eran visualizadas como paganas y como un insulto al cuerpo; tercero, como una imitación de la inhumación de Jesucristo, el cuerpo de un cristiano debía ser sepultado, y cuarto que constituía una negación de la resurrección del cuerpo.

En los hechos, la cremación no fue del todo interrumpida; en la Europa de la Edad Media, por ejemplo, fue practicada bajo situaciones en la cuales había multitudes de cadáveres simultáneamente, debido a batallas, hambrunas y pestes u otras situaciones donde existiese un peligro latente de focos de esparcimiento de enfermedades a través de los cadáveres.

La inhumación se transformó en la principal alternativa funeraria, salvo en casos (como los ya mencionados) en que las circunstancias requirieran la cremación para bien de la salud pública.

A principios de la Edad Media y aún después, pasado el siglo XVIII, racionalistas y clasicistas comenzaron a señalar a lacremación nuevamente como una negación de la resurrección y la vida después de la muerte, aunque los movimientos en pro de la cremación, por lo general, no ponían demasiada atención en discernir sobre los asuntos teológicos acerca de la misma.

 

La cremación en la Iglesia de hoy

Hoy la Iglesia Católica sigue prefiriendo la inhumación, pero la incineración es libremente permitida en tanto no signifique un rechazo a la creencia en la resurrección del cuerpo.

Hasta 1997 las regulaciones litúrgicas católicas requerían que la cremación tuviese lugar después de una ceremonia funeraria religiosa, de ser posible con el cuerpo presente, que debería recibir la bendición y ser sujeto de oración, mencionando al difunto. Una vez que ésta hubiese concluido, el difunto podría ser cremado, y en un segundo servicio religioso podría asistirse en el crematorio o en el momento de disponer de las cenizas (enterrarlas, esparcirlas o llevarlas consigo). La Iglesia mantiene los requerimientos específicos para la disposición reverente de las cenizas, siendo éstas normalmente sepultadas en un contenedor apropiado, tal como una urna o ánfora. Sin embargo, la conservación de las cenizas en el hogar o bien, su esparcimiento en algún lugar de importancia para la persona fallecida, se practican cada vez con más frecuencia en hogares católicos alrededor del mundo. Los cementerios católicos hoy reciben restos cremados en nichos especiales, llamados columbarios o criptas, y habilitando patios especiales donde se pueden depositar las cenizas.

 

Ernesto Cuervo / José Refugio Ángel

 

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Comentarios a los autores: ( padiproauroradedios@diocesisdetepic.org.mx  )

 

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