Este artículo tiene el fin de interesar al lector para que comprenda y aplique, en su diario quehacer, todos aquellos beneficios que nuestras instituciones le brindan; no por el hecho de que algunas de estas instituciones realicen sus labores de manera altruista o porque sean “deseos” de algunos servidores públicos, sino porque ese es su verdadero fin. El objetivo de las intituciones es ayudar a que hombres y mujeres, niños y niñas, realmente alcancemos el fin para el que fuimos creados: la felicidad, la vida plena, con dignidad y decoro, disfrutando de los avances de la tecnología, de la medicina, de la educación. Estos fines que, aun cuando a las instituciones aquí citadas, les corresponde brindárnoslos, dependen de nosotros como destinatarios de las actividades de tales dependencias: hacer valer estos derechos y velar para que las acciones que realizan lleguen a todos y a cada uno de nosotros a cabalidad.
Instituciones: el aparato del Estado
Entiéndase como institución al ente o creación de derecho público de cualquier naturaleza jurídica (sea centralizado, paraestatal, descentralizado, sociedad civil o mercantil de estado, asociación civil, desconcentrado, comisión, comité, registro público, autónomo, órgano legislativo o judicial, etcétera). Dicho de otro modo, institución es toda aquella organización dependiente o no del gobierno, conformada para la preservación y conservación del interés general, del interés común, pues si persigue otros fines, ello será al margen de la ley.
Estamos hablando de escuelas, universidades, hospitales, ayuntamientos, Sistema Intermunicipal de Agua Potable y Alcantarillado (SIAPA), Comisión Federal de Electricidad (CFE), bancos, cajas solidarias, Desarrollo Integral de la Familia (DIF), Procuraduría General de Justicia, Congreso del Estado, Tribunal Superior de Justicia, recaudación de rentas, Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL), Petróleos Mexicanos (PEMEX), Fondo Nacional de Población (FONAPO), Comisión de Derechos Humanos, Registro Civil, iglesias y todas aquellas dependencias con las que a diario tenemos contacto.
En el servicio a la sociedad tienen su esencia
Estas instituciones han sido erigidas, de acuerdo con su ámbito, para garantizar, mejorar, coadyuvar e incrementar los niveles de escolaridad, alfabetización, capacitación productiva y educación preescolar, primaria, secundaria, media superior y superior; impulsar el respeto y conocimiento de las diversas culturas, el acceso efectivo a los servicios de salud; establecer los medios adecuados para proteger a los migrantes, tanto en el territorio nacional como en el extranjero; garantizar los derechos laborales de los trabajadores, para desarrollar todas las facultades del ser humano, fomentar en él el amor a la patria y la conciencia de la solidaridad internacional, en la independencia y la justicia. Por lo tanto, todas deberán contribuir a la mejor convivencia humana, a promover el aprecio para la dignidad de la persona y la integridad de la familia, velando siempre por el interés general de la sociedad.
En pocas palabras, estos organismos han nacido para preservar, vigilar y conservar el bien común, el bien general de la persona, garantizarnos una vida plena, en claro respeto de nuestras garantías individuales y sociales, garantizarnos nuestros derechos, la igualdad entre el hombre y la mujer; asegurarnos en igualdad de condiciones el acceso a la salud, a disfrutar de los avances de las ciencias, al trabajo, a una vida digna y con decoro, a garantizarnos el pleno desarrollo de nuestras facultades intelectuales y humanas.
El ojo vigilante
Los aparatos del Estado, entendido éste mismo como una institución, han creado una serie de organismos encargados de supervisar el actuar de los funcionarios de las instituciones antes mencionadas, tales como el Instituto de Transparencia y Acceso a la Información Pública, el Órgano Superior de Fiscalización, la Secretaría de la Contraloría, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, y otros tantos entes internos de cada institución, denotando con ello que ni los mismos hacedores de las leyes confían plenamente en los titulares ni en el personal que labora en las mismas.
La pregunta obligada es: si las instituciones fueron creadas para el servicio de la persona en toda su esfera, ¿cómo es posible que se llegue al extremo de crear órganos que supervisen el actuar de las mismas instituciones, algunas de ellas creadas para supervisar?, ¿que no fueron creadas para brindar un servicio a la colectividad?, ¿que no existe confianza en las instituciones y en los servidores públicos que las representan, como para llegar al extremo de ponerles vigilantes para que supervisen su diario proceder?
“Las manos” del Estado son insuficientes
Compartimos con el lector la premisa de que un Estado colmado de leyes que en ocasiones se reforman sin haberse puesto en práctica, de reglamentos, de instituciones –que no todas gozan de gran credibilidad–, difícilmente podrá dotar a sus habitantes de los servicios más indispensables, difícilmente podrá generar un ambiente donde la persona desarrolle plenamente sus capacidades intelectuales. Imposible le resultará al Estado brindar educación de calidad, generar empleos dignos y bien remunerados; también imposible le será soportar el gasto que representa sostener a tanto organismo supervisor y fiscalizador.
Nuevamente se hace hincapié en exhortar al lector a que al utilizar los servicios de alguna institución, ésta tiene la obligación de orientarlo, de tratarlo con dignidad, de apoyarlo en el ámbito de su competencia, de atenderlo con prontitud, de darle respuesta a su solicitud en breve término; ello sin recurrir a los órganos supervisores, puesto que el deber de las instituciones es sernos de utilidad, y no aumentarnos los conflictos.
Lic. Alfredo Villa