La Virgen del Carmen y la protección del escapulario

 

La solemnidad de Pentecostés, que hace algunos días celebramos, ha dejado un intenso rayo de luz en nuestra alma, que nos impulsa automáticamente a buscar y practicar medios que sigan favoreciendo una experiencia profunda de Dios en nuestra vida. En esta ocasión reflexionemos en torno a la Virgen del Carmen y en las grandes promesas de su escapulario.

 

¿Cómo surgió el escapulario?

La palabra escapulario proviene del vocablo latino scapulae, que significa “hombros”. Originalmente era un vestido superpuesto que cae de los hombros y lo llevaban los monjes Carmelitas durante su trabajo. Con el tiempo se le dio el sentido de ser la cruz de cada día que como discípulos de Cristo llevamos sobre nuestros hombros. Para los Carmelitas pasó a expresar la dedicación especial a la Virgen santísima y el deseo de imitar su vida de entrega a Cristo y a los demás.

Dice San Alfonso Ligorio, doctor de la Iglesia: “Así como los hombres se enorgullecen de que otros usen su uniforme, así nuestra Señora Madre María está satisfecha cuando sus servidores usan su escapulario como prueba de que se han dedicado a su servicio, y son miembros de la familia de la Madre de Dios”.

La Virgen María entrega el escapulario

En el año 1246 nombraron a San Simón Stock general de la Orden Carmelita. Este comprendió que, sin una intervención de la Virgen, a la orden le quedaba poco tiempo. Simón recurrió a María poniendo la orden bajo su amparo, ya que ellos le pertenecían. En su oración la llamó “La flor del Carmelo” y la “Estrella del Mar”, y le suplicó protección para toda la comunidad.

En respuesta a esta ferviente oración el 16 de julio de 1251 se aparece la Virgen a San Simón Stock y le da el escapulario para la orden con la siguiente promesa: “Este debe ser un signo y privilegio para ti y para todos los Carmelitas: quien muera usando el escapulario no sufrirá el fuego eterno”.

Aunque el escapulario fue dado a los Carmelitas muchos laicos, con el tiempo, fueron sintiendo el llamado de vivir una vida más comprometida con la espiritualidad carmelita, y así se comenzó la Cofradía del escapulario, donde se agregaban muchos laicos por medio de la devoción a la Virgen y el uso del escapulario. La Iglesia ha extendido el privilegio del escapulario a los laicos.

 

Significado del escapulario

El amor y la protección maternal de María: Ella, cuando nace Jesús, lo envuelve en un manto. La madre siempre trata de cobijar a sus hijos. Envolverlos en su manto es una señal maternal de protección y cuidado. Nos cubre de la ignominia de nuestra desnudez espiritual.

En la Biblia: Jonatán le dio su manto a David (Is 18, 4): símbolo de amistad. Elías dio su manto a Eliseo (1Re 19, 19b)  y lo llenó de su espíritu en su partida (2Re 2, 15b). San Pablo: revístanse de Cristo (Ef 6, 11): vestirnos con el manto de sus virtudes.

Se debe vivir lo que significa

Al usar el escapulario estamos haciendo una silenciosa petición de asistencia a la Madre, y Ella nos enseña e intercede para conseguirnos las gracias de vivir como Ella, abiertos de corazón al Señor, escuchando su Palabra, orando, descubriendo a Dios en la vida diaria y cercanos a las necesidades de nuestros hermanos; nos está recordando asimismo que nuestra meta es el Cielo y que todo lo de este mundo pasa.

El escapulario simboliza el yugo que Jesús nos invita a cargar, pero que María nos ayuda a llevar. “Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mt 11, 29-30).

El escapulario es un signo de nuestra identidad como católicos. Representa nuestra decisión de seguir a Jesús con María, adaptada a la propia vocación. Esto requiere que seamos pobres (un estilo de vida sencillo, sin apegos materiales), castos y obedientes por amor a Dios.

Catequistas, pertenecer a María es reconocer su misión maternal sobre nosotros y entregarnos a Ella para dejarnos guiar, enseñar, moldear por Ella y en su corazón. Así podremos ser usados por nuestra Madre para la extensión del reino de su Hijo.

 

 

María Adela Suárez de Luna

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Comentraios a la autora: (ade.suarez@hotmail.com)

 

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