Mayo, mes de María

Devoción mariana con fundamento teológico

 

Mayo, uno de los meses más bellos del año, en el que la naturaleza se reviste con una variedad de flores y la luz del sol brilla con resplandor, es también el mes dedicado a honrar a la Reina celestial de los cristianos, la Virgen María.

La primavera brinda sus encantos y el pueblo místico y sencillo alaba a aquella a quien los siglos han llamado, “Flor de los campos, lirio de los valles, rosa mística, cinamomo odorífico, mirra escogida y aroma celestial”.

Intitución del mes de María

Dice la tradición que fueron San Felipe Neri y los jesuitas del siglo XVIII quienes iniciaron este original culto a María en este mes; por otra parte, en la abadía de Cluny existe un capitel que lleva en el centro de una aureola la figura de la virgen, con la leyenda: “Ver primos flores, flores adducit honores” (“Con las primera flores, la primavera tributa a María de los primeros honores”).

En Francia, tras la revolución en 1789 San Marcelino Champagnat, fundador de los hermanos Maristas fue uno de los que más fomentaron la práctica del mes de mayo dedicado a María.

El mismo santo dejó por herencia a todos los fieles devotos de María esta hermosa consigna: “Todo a Jesús por María y todo a María para Jesús”, considerando a la Virgen como medianera universal de la gracia.

 

Difusión de la devoción

La Iglesia acogió benigna esta devoción, concediendo indulgencias y fomentándolas en sus celebraciones marianas, festejos y ofrecimientos de flores. La devoción mariana tiene amplio fundamento teológico. El Concilio Vaticano II, en su constitución Lumen gentium (Luz de las naciones), corrobora ampliamente el verdadero culto a la santísima Virgen María en su capítulo VIII, dedicado a la Virgen María, madre de Dios, en el misterio de Cristo y de la Iglesia.

Finalmente, el Catecismo de la Iglesia Católica, expresa: “Jesucristo fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo y nació de Santa María Virgen”, y expone ampliamente los privilegios marianos y la considera como “Virgen y Madre y la nueva Eva, madre de los vivientes” (n. 3).

Ella nos sirve de modelo y nos da su protección no solo en mayo, sino durante todos los días de nuestra vida. Así, podemos exclamar confiados: “Dios te salve, Reina y Madre, ruega por nosotros al Señor ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén”.

 

 

 Hno. Salvador Varela González, FMS

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