Católicos de verdad

Somos polvo, pero estamos llamados a trascender

La finalidad de la Cuaresma es prepararnos para celebrar el misterio central de Cristo: su Muerte y Resurrección. No se trata sólo de rememorar un hecho pasado, sino de actualizar, tanto en la Liturgia como en nuestra propia vida, la Pascua, que es el paso de la muerte a la vida, del pecado a la gracia, de la oscuridad a la luz, de la esclavitud a la libertad.

La ceniza es el signo con el que se inicia la Cuaresma, que nos recuerda que somos polvo, que la vida es transitoria, que hemos de enriquecernos con valores trascendentes. Se nos invita a arrepentirnos y a creer en el Evangelio; sin embargo, numerosas personas reciben la ceniza sólo por seguir una tradición, pero no hacen un esfuerzo serio por convertirse en discípulos auténticos de Cristo, que eso es lo que significa ser católicos de verdad.

Como quedó estipulado en el Documento de Aparecida, “nuestra mayor amenaza es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia, en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad” (12).

“Hombres y mujeres nuevos”
No nos podemos confiar porque en México los católicos seamos mayoría. Nos preocupa que algunos cambien de religión; pero lo más doloroso es que el catolicismo de muchos es muy débil y fragmentario. Delincuentes, narcotraficantes y asesinos se declaran católicos, pero su vida está alejada de la Palabra de Dios y de lo que como Iglesia proponemos. Y esto no pasa sólo con los católicos, sino también con protestantes de las más diversas denominaciones. Ante ello, se afirmó en Aparecida que “la Iglesia está llamada a repensar profundamente y relanzar con fidelidad y audacia su misión en las nuevas circunstancias… Se trata de confirmar, renovar y revitalizar la novedad del Evangelio arraigada en nuestra historia, desde un encuentro personal y comunitario con Jesucristo, que suscite discípulos y misioneros. Ello no depende tanto de grandes programas y estructuras, sino de hombres y mujeres nuevos que encarnen dicha tradición y novedad, como discípulos de Jesucristo y misioneros de su Reino, protagonistas de vida nueva” (11).

La Cuaresma es un tiempo propicio para hacer una revisión de nuestra vivencia cristiana. Con creyentes mediocres e ignorantes, la Iglesia seguirá disminuyendo en número. Con cristianos corruptos, borrachos, ladrones, secuestradores, la sociedad mexicana no recibirá la influencia transformadora de la fe, sino que cada día caerá en un grave secularismo, en una creciente desconfianza, en una destrucción de la familia y de la convivencia social. Si no hay una evangelización profunda, un encuentro con Cristo, ni con todo el Ejército se detendrá la ola de violencia e inseguridad.

En Aparecida quedó expresado: “Aquí está el reto fundamental que afrontamos: mostrar la capacidad de la Iglesia para promover y formar discípulos y misioneros que respondan a la vocación recibida y comuniquen por doquier, por desborde de gratitud y alegría, el don del encuentro con Jesucristo. No tenemos otro tesoro que éste. No tenemos otra dicha ni otra prioridad que ser instrumentos del Espíritu de Dios, en Iglesia, para que Jesucristo sea encontrado, seguido, amado, adorado, anunciado y comunicado a todos, no obstante todas las dificultades y resistencias. Este es el mejor servicio –¡su servicio!– que la Iglesia tiene que ofrecer a las personas y naciones” (14).

Tarea de la Iglesia, tarea de todos
No basta criticar al gobierno y al sistema político y económico en que estamos inmersos. No basta gritar y pintar consignas contra lo establecido. No basta culpar a otros de todos los males. “A todos nos toca recomenzar desde Cristo, reconociendo que ‘no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva’ (12)”. “Hay que fortalecer la fe para afrontar serios retos, pues están en juego el desarrollo armónico de la sociedad y la identidad católica de sus pueblos. No hemos de dar nada por presupuesto y descontado. Todos los bautizados estamos llamados a recomenzar desde Cristo” (549). Para eso es la Cuaresma. Vivámosla con autenticidad.

Mons. Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas

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