El Obispo de Roma viajó por aire 8 mil 970 kilómetros, con un tiempo de recorrido de once horas con 30 minutos para llegar a una nación en busca permanente de paz y armonía humanitaria: Corea del Sur lo recibió en la “Blue House”, el palacio presidencial de Seúl, donde la primera mandataria, Park Geun-hye, le hizo los honores de un jefe de estado, en medio de una alegría indescriptible. Hago esta pequeña narración, obligada para mí y para mis lectores, por su enorme trascendencia: el Santo Padre Francisco, en la búsqueda de la paz, tuvo momentos de alegría en una nación que bautizó como la “Tierra de la mañana tranquila”.
Un pueblo de la esperanza
Durante su discurso –pronunciado en inglés–, el Obispo de Roma dijo de esta “tierra de la mañana tranquila”, que ha sufrido durante años la violencia, la persecución y la guerra. Pero, a pesar de estas pruebas, “el calor del día y la oscuridad de la noche siempre han dejado paso a la tranquilidad de la mañana; es decir, a una esperanza firme de justicia, paz y unidad”.
Ante un mundo convulsionado por la crisis económica, la carencia de valores cristianos y de respeto a los derechos humanos, el Papa Francisco no solamente llama a la unidad ante la violencia mundial, sino que va a los lugares donde esta se prolija. En la nación surcoreana el Vicario de Cristo mencionó unas palabras que considero oportunas: “Un pueblo grande y sabio no se limita solo a conservar sus antiguas tradiciones, sino que valora también a sus jóvenes, intentando transmitirles el legado del pasado, aplicándolo a los retos del presente. Siempre que los jóvenes se reúnen, como en esta ocasión, es una preciosa oportunidad para escuchar sus anhelos y preocupaciones… transmitir a nuestros jóvenes el don de la paz”.
Trabajar para la paz
El ser humano enfrenta un mar de contradicciones de intranquilidad y el Papa lo sabe y analiza a diario la información de los medios masivos de comunicación. Su comunicólogo, en cercanía, mantiene al tanto al Obispo de Roma de los acontecimientos locales sucedidos en el Vaticano y los de las naciones en conflicto, “¡cuánta sangre derramada!, y ¿cuánto dolor se ha de causar todavía, antes de que se consiga encontrar una solución política a la crisis?”. El Sumo Pontífice se refiere a los sucesos en Siria, en Oriente Medio, la rivalidad entre israelíes y palestinos y los momentos violentos en contra de católicos en Irak.
El Papa ha condenado estos actos y puesto sobre la mesa la petición urgente de actuar en consecuencia, y de forma preventiva con el fin de contrarrestarla. Por lo pronto, ha dicho: “Miremos a nuestro alrededor: ¡cuántas heridas inflige el mal a la humanidad!”. Llamó a los organismos internacionales, organizaciones al interior de los países en crisis y con el fervor que le caracteriza a los clérigos, para que en todas las capillas se implore por la paz, indispensable para vivir en la concordia, desde Seúl ha dicho: la paz es obra de la justicia”.
“Cuando me preguntaron sobre algún arma capaz de contrarrestar el poder de la bomba atómica, yo sugerí la mejor de todas: la paz”.
Albert Einstein
Mtro. Luis Ignacio Zúñiga Bobadilla
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