La Pascua

Orar, meditar y celebrar a Jesucristo

 

El término “Pascua” es muy antiguo: los antepasados de los hebreos, al peregrinar con sus rebaños antes de bajar a Egipto, celebraban cada año la pascua del cordero, que consistía en matar a un corderito en la primera luna de la primavera con intención de salvar a todos los demás corderos y purificar a la familia.

 

La Pascua, una historia antigua

Después, cuando el pueblo de Israel salió de Egipto guiado por Moisés, Dios les mandó tomar un cordero por familia, que fuera macho, sin defecto y con un año de nacido, y que comieran su carne asada con panes sin levadura y verduras amargas. Además, les mandó que untaran la sangre del cordero en los postes y la puerta de su casa para librarse de los males que habría en Egipto. La liberación de ese país coincidió con la Pascua y, con el pasar de los años, se fueron añadiendo otros acontecimientos.

La Muerte y Resurrección de Jesús en la Pascua no fue una casualidad, pues hacia ella tendía toda la revelación. Cristo, en una Pascua fue inmolado como cordero pascual y desde entonces es el Cordero pascual de los cristianos.

¡Cristo resucitó! Y por su muerte venció a la Muerte, abriendo así a todos la posibilidad de la salvación. Pero no nos dejó solos, quiso quedarse en medio de nosotros como alimento, porque el sacrificio del cordero pascual fue sustituido por el sacrificio de Cristo y el rito de la Pascua fue llevado a la plenitud en la Eucaristía.

Jesús quiso quedarse con nosotros para ser nuestro alimento y darnos vida. Pero nos pide que esa vida le demos a los demás y solo la Eucaristía, el Pan consagrado, el cuerpo de Cristo, nos ayuda a mantenernos unidos a Él y a darnos a los hermanos, darles nuestro tiempo, nuestra amistad y nuestra alegría.

Triduo pascual

Hace muchos años se consideraba como Triduo pascual a los tres días de preparación para la fiesta de la Pascua; actualmente, el Triduo comienza con la Misa vespertina de la cena del Señor (Jueves Santo), alcanza su cima en la Vigilia pascual y se cierra con la oración de vísperas del Domingo de Pascua. Son días de oración en los que la Iglesia nos invita a reflexionar en la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.

La celebración del Jueves Santo está centrada en la institución de la Eucaristía, en la que la Iglesia descubre y celebra la actitud de amor fraterno de Cristo que continúa en el servicio de los cristianos. El lavatorio de los pies es un gesto propio de esta celebración.

También en este día celebramos la institución del Sacerdocio. En los sacerdotes Cristo quiere seguir presente en medio de su comunidad como el que parte el pan y lava los pies de sus discípulos.

 

El Viernes Santo celebramos la muerte victoriosa de Jesús en la cruz. Este día no se celebra la santa Misa, sino que se realiza una Liturgia de la Palabra, que concluye con la adoración de la cruz y la comunión sacramental.

La Pasión y Muerte de Jesús no son un accidente casual, sino la culminación de su vida. En la cruz Jesús lleva al extremo su misión en el mundo. En la cruz perdona e invoca a Dios. “Y gracias a este perdón podemos hablar a Dios como Padre”.

En la celebración del Viernes Santo realizamos el rito de “adoración de la cruz”, la cual es presentada a la Iglesia y a la que todos nos dirigimos para besarla. Besar la cruz significa estar dispuestos a aceptarla.

En la cruz, instrumento de muerte, reconocemos la vida. La cruz es el instrumento de nuestra victoria porque en ella murió Cristo y con su Muerte venció nuestra muerte, es decir, que con su muerte venció el pecado y nos abrió las puertas del Cielo.

 

El Sábado Santo celebramos la Vigilia pascual y en ella la Resurrección del Señor. Durante este día, la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor meditando su Pasión y Muerte y esperando, con oración y ayuno, su Resurrección.

 

Estructura de la Vigilia pascual:

 

Lucernario: se hace una fogata, luego se bendice y de allí se enciende el Cirio pascual, que es para nosotros un signo de Cristo resucitado.

 

Pregón pascual: el diácono o algún otro ministro proclama la alegría del mundo renovado.

Liturgia de la Palabra: en las lecturas del Antiguo Testamento recordamos las maravillas que Dios ha ido realizando a lo largo de la historia para salvar al mundo; y en las lecturas del Nuevo Testamento se hace alusión a la resurrección de Cristo el Señor.

Homilía: el sacerdote da un mensaje alegre y gozoso de la Resurrección del Señor, e invita al pueblo a renovar su vida y a proclamar a Cristo resucitado con su testimonio.

Liturgia bautismal: en muchos templos se celebran bautizos, pero si no los hay, el pueblo cristiano renueva solemnemente su profesión de fe bautismal.

Liturgia de la Eucaristía: es toda la última parte de la celebración en la que afirmamos que “Cristo es el verdadero cordero que quitó el pecado del mundo, que muriendo destruyó nuestra muerte y resucitando, restauró la vida”.

 

 

La vida del cristiano es un paso para la Pascua

 

¿Habrá una mejor manera de comenzar el mes de abril? Lo comenzamos en un momento fuerte y trascendental del tiempo litúrgico: la Semana Santa, que habíamos esperado desde hacía 40 días. En febrero hablábamos de las prácticas cuaresmales esenciales para llegar a este momento culmen. ¿Qué sigue? Bueno, requerimos pasar por el Calvario, para de ahí… Así es, hacer un paso. Veamos:

 

Antes de la Pascua

Sería lógico primero explicar qué es la Pascua, pero lo mejor será explicar por qué se da, y así sabremos cuál es su esencia. La vida del hombre está plagada de todo tipo de circunstancias que en su mayoría, gracias a su naturaleza de caída, son difíciles y malas en cierto punto. Normalmente sufrimos por enfermedades, ataduras, tristezas, miedos, etcétera. Tal es el caso del pueblo de Israel durante su esclavitud en Egipto: sufría la opresión de un verdugo. En nuestro caso concreto, vivimos una opresión aun peor, causada por el pecado, la concupiscencia y el demonio.

 

La gracia y la libertad

Por obra de Dios la Pascua cristiana e israelita se celebra en la misma fecha. Este momento, como católicos, lo vivimos en la velada del sábado conocida como Vigilia pascual. En esta noche, la liturgia es totalmente evangelizadora y catequética. Quisiera ver, sobre todo, un himno antiguo de la Iglesia conocido como el “Pregón pascual”.

En una parte se reza: “Esta es la noche en que sacaste de Egipto a los israelitas, nuestros padres, y los hiciste pasar a pie el Mar Rojo”. Y hablando de nosotros, dice: “Esta es la noche en la que por toda la tierra, los que confiesan su fe en Cristo son arrancados de los vicios del mundo y de la oscuridad del pecado, son restituidos a la gracia y son agregados a los santos”.

Traigo a colación estas dos partes del Pregón pascual porque en ellas se manifiesta, primero, el don de Dios a los hombres. El Señor abre el mar, abre las puertas de la vida nueva. Y lo único que queda es decidirte a dar un paso. Él ya lo hizo todo. Solo te basta tomar la decisión de poner un pie delante. Dar un paso y vivir el gozo de la libertad que solo Dios puede dar. Pasar de la tristeza a la alegría. Del odio al amor. Del pecado a la gracia. Esa es la vida del cristiano: una eterna Pascua.

 

Recomendaciones

Este tiempo de Pascua, en nuestra catequesis, enfoquémonos a tomar la decisión personal y comunitaria de estar viviendo ese paso. Sería estupendo que meditáramos el libro del Éxodo, que es una prefiguración de la Pascua cristiana, y encontraremos varias similitudes entre la actitud nuestra y el amor eterno del Padre. No creamos que nuestra Pascua es menor a la Pascua de los israelitas, pues ellos traspasaron el mar, pero “nosotros hemos traspasado la muerte”, decía San Juan Crisóstomo.

En fin, como dice el Pregón pascual: “¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros! ¡Qué incomparable ternura y caridad! ¡Para rescatar al esclavo, entregaste al Hijo!”. Solo basta un poco de fe para creer esto.

 

Hna. María de Jesús Jiménez Ortiz, EEP

 

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