“Esto es lo que sucede cuando aparece Jesús en nuestra vida. Eso es lo que despierta la fe. La fe nos hace prójimos, nos hace prójimos a la vida de los demás, nos aproxima a la vida de los demás. La fe despierta nuestro compromiso con los demás, despierta nuestra solidaridad. Una virtud humana y cristiana que ustedes tienen y que muchos, muchos tienen y tenemos que aprender. El nacimiento de Jesús despierta nuestra vida. Una fe que no se hace solidaridad, es una fe muerta o una fe mentirosa. No soy muy católico, yo soy muy católica, voy a Misa todos los domingos. Pero, dígame señor, señora, ¿qué pasa allá en los barrios pobres? Ah, no sé, sí, no, no sé, sí… Sé que hay gente ahí, pero no sé. Por más Misa de los domingos, si no tenés un corazón solidario, si no sabés lo que pasa en tu pueblo, tu fe es muy débil, o es enferma, o está muerta. Es una fe sin Cristo, la fe sin solidaridad es una fe sin Cristo, es una fe sin Dios, es una fe sin hermanos” (Papa Francisco, 12 de julio 2015).
Las palabras dadas al pueblo de Paraguay, en uno de los asentamientos más pobres de la su ciudad capital como parte de su visita apostólica el mes pasado, resuenan todavía en el corazón. Y estas palabras pronunciadas por el Santo Padre, no son más que un eco firme y claro de las palabras del apóstol Santiago: “Si un hermano o una hermana no tienen con qué vestirse ni qué comer, y ustedes les dicen: «Que les vaya bien, caliéntense y aliméntense», sin darles lo necesario para el cuerpo, ¿de qué les sirve eso? Lo mismo ocurre con la fe: si no produce obras, muere solita” (2, 15-17).
Sociedad individualista
Vivimos en un mundo que padece una enfermedad silenciosa que se esparce lentamente: el individualismo. Mi interés excesivo por lograr mi bienestar, aun a costa del otro, me ciega e impide ver la realidad que me rodea y peor aún, me impide actuar. Nuestra sociedad refleja esta enfermedad a través del desinterés por el prójimo, el desgano por ayudar al que lo necesita, la apatía por actuar en favor del bien común.
“¿Por qué he de dar al otro algo que tal vez después pueda necesitar?”. “No es necesario que lo haga yo, alguien más lo hará”. “Pobrecito, ojalá alguien (que no sea yo) lo ayude”. “La familia de ese indigente debería hacerse cargo de él”. Una sociedad que piensa así es una sociedad en declive.
El Santo Padre invita a la solidaridad
La solidaridad es definida como la adhesión o apoyo incondicional a causas o intereses ajenos, especialmente en situaciones comprometidas o difíciles. ¿Por qué esperar que otros (gobierno, personas con poder, ricos, activistas sociales, etcétera) hagan lo que yo puedo hacer?
Empecemos por ver de frente a nuestro hermano que nos necesita, lo que el Papa Francisco llama la periferia existencial: niños de la calle, ancianos desatendidos, indigentes, personas de escasos recursos, enfermos, adictos, presos… En fin, personas que necesitan una mano amiga que les recuerde que Dios está con ellos.
Démosle la cara a la realidad y mostremos nuestra capacidad de amar aún a aquel que creemos que no lo merece. Dios nos ha creado como seres sociales e interdependientes, vivimos rodeados de personas que directa o indirectamente nos ayudan: el campesino que nos provee de alimentos, el albañil que construye nuestra vivienda, el maestro que enseña a nuestros hijos, el sacerdote que edifica nuestro espíritu… Somos una sociedad, y la clave de una sociedad sana es la solidaridad, entendida como el interés y amor por mi prójimo.
Reavivar la fe desde los hechos
Hermano, aunque yo no vivo lo mismo que tú, te acompaño, te escucho, te veo, te comparto de las bendiciones que Dios da a mi vida.
Retomando las palabras de nuestro Papa Francisco, revitalicemos nuestra fe intercediendo por las necesidades de nuestra sociedad, curemos nuestra fe viendo la necesidad del prójimo, revivamos nuestra fe con acciones, desprendiéndome de mi “yo” para volcarme en el “otro”.
Casa Hogar Fundavid
Alejandrina 65, colonia Valle de Matatipac, Tepic, Nayarit. Tel. (311) 160 3124.
Fundación Dar Amor, Dar Vida, AC