EMF2009
VI Encuentro Mundial de las Familias
(Segunda catequesis)
Consciente de que en el seno de la familia, las personas adquieren las herramientas y valores necesarios para crecer y desarrollarse en la sociedad, en el mundo estudiantil y laboral, y para concretar sanas relaciones interpersonales, el Papa Benedicto XVI ha convocado a las familias de todo el orbe, a reunirse en la Ciudad de México, del 13 al 18 de enero de 2009, a fin de reflexionar sobre los aspectos inherentes de la llamada célula básica de la sociedad: la familia, y su papel en el plan de Dios.
En este tenor, y acorde con los tiempos que nos va marcando la Iglesia, hoy presentamos la segunda catequesis, cuyo fin es irnos preparando para vivir de la mejor manera posible ese acontecimiento mundial que tendrá lugar en nuestra tierra.
Hacer frente a posturas radicales
La principal cuestión que debe encarar hoy la familia, en lo tocante a la educación cristiana de sus hijos, no es de índole religiosa, sino principalmente antropológica: el relativismo radical ético-filosófico, según el cual no existe una verdad objetiva del hombre y, por consiguiente, tampoco sobre el matrimonio y sobre la familia. La misma diferencia sexual, inherente al aspecto biológico del varón y la mujer, no se fundamenta en la naturaleza, sino que se considera un simple producto cultural que cada uno puede cambiar según sus propias concepciones. Con ello se niega y se destruye la misma existencia de la institución matrimonial y de la familia.
El relativismo afirma también que no existe Dios ni la posibilidad de conocerlo (ateísmo y agnosticismo), y tampoco existen normas éticas y valores permanentes. Las únicas verdades, declaran, son las que dimanan de las mayorías parlamentarias.
Educar en la verdad del hombre
Ante esta realidad tan radical y condicionante, la familia tiene hoy la ineludible tarea de transmitir a sus hijos la verdad del hombre. Como ya ocurrió en los primeros siglos, es de capital importancia conocer y comprender la primera página del Génesis: existe un Dios personal y bueno, que ha creado al hombre y a la mujer con igual dignidad pero distintos y complementarios entre sí, y les ha dado la misión de engendrar hijos mediante la unión indisoluble de ambos en «una caro» (matrimonio). Los textos que narran la creación del hombre ponen de manifiesto que la pareja hombre y mujer son —según el designio de Dios— la primera expresión de la comunión de personas, pues Eva es creada semejante a Adán como aquella que, en su alteridad, lo completa (Cfr. Gen 2, 18) para formar con él una «sola carne» (cfr. Gen 2, 24). Al mismo tiempo, ambos tienen la misión procreadora que los hace colaboradores del Creador (cfr. Gen 1, 28).
El único matrimonio
Esta verdad del hombre y del matrimonio ha sido conocida asimismo por la recta razón humana. De hecho, todas las culturas han reconocido en sus costumbres y leyes que el matrimonio consiste sólo en la comunión de hombre y mujer, aunque, a veces, admitieran la poligamia o la poliginia. Las uniones de personas del mismo sexo han sido consideradas siempre ajenas a lo que es el matrimonio.
Desconocer a Dios es errar el camino
San Pablo ha descrito todo esto con trazos muy vigorosos en su carta a los Romanos, al describir la situación del paganismo de su época y el desorden moral en que había caído por no querer reconocer en la vida al Dios que había conocido con la razón (cfr. Rm 1, 18-32). Esta página neotestamentaria ha de ser bien conocida hoy por la familia, para no edificar su acción educadora sobre arenas movedizas. El desconocimiento de Dios lleva también a la ofuscación de la verdad sobre el hombre.
Dios, Padre providente
Los Padres de la Iglesia ofrecen doctrina abundante y constituyen un buen ejemplo en el modo de proceder, pues tuvieron que explicar detenidamente la existencia de un Dios creador y providente, que ha creado el mundo, el hombre y el matrimonio como realidades buenas; y combatir los desórdenes morales del paganismo que afectaban al matrimonio y la familia.