49° Congreso Eucarístico Internacional
«En verdad, en verdad os digo, el que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día» (Jn 6, 53-54).
Como hace cuatro años en la ciudad de Guadalajara, donde se desarrolló el 48° Congreso Eucarístico Internacional, bajo el lema: “La Eucaristía, luz y vida del nuevo milenio”, en esta ocasión a la ciudad canadiense de Québec se dieron cita en junio pasado miles de católicos procedentes de todo el mundo para ensalzar, mediante el Sacramento del Altar, al “nombre que está sobre todo nombre”, en un capítulo más en la historia de los Congresos Eucarísticos Internacionales.
Un caminar de la mano del Señor
“Confiados en esta presencia prometida por el mismo Señor resucitado: ‘Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo’ (Mt 28, 20), hemos recibido la motivación e impulso para avanzar en el camino…”, se leía en el Texto Base del encuentro de hace cuatro años en la capital de Jalisco. Del mismo modo, animados por esa certeza de la presencia del Señor en todos los días de nuestra vida terrena y más allá, nos hemos embarcado en el mar tempestuoso de un nuevo milenio: nuevos tiempos que la Iglesia habrá de acometer a sabiendas de que no marcha sola, sino que el Señor va a su lado, con la fuerza de su Espíritu y el alimento de los sacramentos.
Esperanza compartida
En esta Statio orbis en Québec, provincia que territorialmente hablando es la más grande de Canadá, la Iglesia peregrina, “volviendo su mirada agradecida a Jesús-Eucaristía”, se congregó en oración, contemplación y celebración, confiada y humilde, rogando al Señor por un mejor porvenir y esperando con ansias poder ver en algún momento la Patria definitiva.
Mosaico de fe y evangelización
Este Congreso Eucarístico Internacional ha sido para la Iglesia una maravillosa ocasión para glorificar a Jesucristo –presente realmente en la Eucaristía-, para venerarlo en la intimidad y públicamente, para reforzar los vínculos de caridad y unidad entre todos los hombres de la tierra que, presurosos y alegres, se congregaron en Quebec. En los actos y celebraciones litúrgicas se pudieron ver sentidas manifestaciones de fe en la presencia de Jesús eucarístico, se profundizó en algunos aspectos y relevancias de este misterio que la Iglesia celebra con particular alegría, se resaltó su centralidad en la vida cotidiana del católico, del hombre de fe y buena voluntad como motor de su misión evangelizadora en este mundo contemporáneo y, al fin, los asistentes renovaron su compromiso de llevar la buena nueva a todos los lugares posibles.
Juan Fernando Covarrubias Pérez