Ricardo Watty Urqudi, VII Obispo de Tepic
En el contorno de las celebraciones litúrgicas de Jesucristo el Buen Pastor, no podía ser más providencial la llegada ni más cálido el recibimiento al séptimo Obispo en la centenaria historia de la Diócesis de Tepic: Mons. Ricardo Watty Urquidi, Misionero del Espíritu Santo. Se fundieron, además, el sentimiento de reconocimiento y gratitud a su predecesor, Mons. Alfonso Humberto Robles Cota, por sus 27 años de regir esta porción de la Iglesia, y la expectación exultante de un pueblo fiel por conocer y aceptar a su nuevo Pastor en disposición de acatamiento a la Voluntad de Dios y de regocijo por quien viene en su nombre.
Los anales de esta Diócesis han consignado una página brillante más, inscrita en el viernes 11 de abril de 2008; secuencia de un caminar que, en las actuales circunstancias, apunta hacia la unidad eclesial, hacia la esperanza actuante y el seguimiento y evaluación de las directrices del Sínodo Diocesano de 2005.
Cálida recepción, al son del mariachi
Acompañado por Mons. Christophe Pierre, Nuncio de la Santa Sede en México, y por Mons. Alfonso Humberto Robles Cota, quien le entregaba ese día la estafeta de la Diócesis de Tepic, Mons. Ricardo Watty arribó a su nuevo destino pastoral por la puerta grande: Ixtlán del Río, cuna de la Sierva de Dios, Madre María Inés Teresa Arias del Santísimo Sacramento, actualmente en proceso de beatificación, y primera nayarita en camino a los altares.
Cerca de las 10 de la mañana entró la comitiva a esa ciudad, y fue recibida con breve saludo por una reverente y feliz multitud que colmó el atrio de la Parroquia de Santo Santiago, y que le cantó, a coro completo, “Mi lindo Nayarit”, acompañando al famoso mariachi de Ixtlán. Los repetidos cohetes atronaban el cielo, marcando el contento por ese esperado suceso. El Párroco, el Padre Cornelio Valdez Borrayo, secundó con su saludo las muestras populares de bienvenida.
Emocionado por la cordial recepción, asombrado por un paisaje tan diferente al tamaulipeco que apenas había dejado, el nombrado Obispo para Tepic habló por primera ocasión a los ahora suyos, reafirmando su deseo de ejercer una buena gestión pastoral, y al mismo tiempo dio gracias a Don Alfonso por su largo y fructífero servicio en esa Iglesia nayarita.
Niños de la comunidad le regalaron al nuevo Obispo algunas artesanías regionales, y al término del acto, entre música y repiques, hubo suelta de globos. Uno pasó inmediato a Don Ricardo, quien lo atrapó por la cuerda, lo sostuvo sonriente y le impulsó luego el vuelo que llevaba. En su ruta hacia Tepic, grupos de personas le aclamaban y pedían su bendición a su paso por cruceros y en la caseta de peaje. Los cohetones del trayecto querían hacerse eco a través de las praderas y montañas, del Volcán del Ceboruco hasta el Cerro Sanganguey.
Rumbos señalados
Participante activo en la Asamblea Plenaria del Consejo Episcopal Latinoamericano, CELAM, en mayo de 2007 en Aparecida, Brasil, el flamante Obispo Don Ricardo le imprimió ruta a su nuevo ejercicio pastoral, momentos después de anunciar la ratificación, a todo su clero, en los cargos que desempeñan. Daba así comienzo al primer saludo formal a sus diocesanos:
“Quiero presentar un Programa de cuatro puntos que son importantes para toda América Latina y El Caribe. Primero, que estamos llamados a una conversión profunda; una conversión pastoral. Ante un mundo en que se presentan tantos factores de cambio, que hemos llamado, junto con el Santo Padre, ‘cambio de época’, no podemos permanecer como espectadores o meros admiradores de lo que está pasando, porque lo que está ocurriendo, lamentablemente, tiende a debilitar a la humanidad, a nuestros pueblos. No podemos quedarnos indiferentes ni al margen, dejándonos llevar por el desaliento o la desesperanza. La Iglesia está llamada a repensar profundamente y a relanzar con fidelidad y audacia su misión”.
La Iglesia –continuó el recién llegado Obispo– “no puede replegarse ante quienes sólo ven confusión, peligros y amenazas, o frente a quienes pretenden cubrir la variedad y complejidad de situaciones con una capa de ideologías gastadas o de agresiones irresponsables. Se trata de confirmar, renovar y revitalizar la novedad del Evangelio, arraigado en nuestra historia, desde un encuentro personal y comunitario con Cristo, que suscite discípulos y misioneros. Se necesita pasar de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera; lo que significa dejar actuar al Espíritu Santo y transformar nuestras estructuras”.
Y recalcó otro punto: “La unidad. Requerimos romper con muchos rasgos que indiquen división, separación. Estamos llamados a vivir y transmitir la comunión con la Trinidad y, desde esa premisa, vivir la comunión eclesial. Así ha de ser la Iglesia, como muy bien dijo al final de su vida Jesús en su oración sacerdotal: ‘Padre, que sean uno, como Tú y Yo somos Uno, en el Espíritu Santo”.
En el tercer punto, Mons. Watty subrayó la urgencia de la Formación. Comentó que es una visión general episcopal de prácticamente todas las iglesias diocesanas: la dicotomía o contradicción entre fe y vida, “pues decimos ser, pero no vivimos como decimos ser”. Por eso apremia la vocación y el compromiso de ser discípulos y misioneros de Jesucristo, a partir de una clara y decidida opción por la formación de los miembros de nuestras comunidades en bien de todos los bautizados, cualquiera sea la función que desarrollen en la Iglesia. Si bien los sacerdotes y consagrados poseen instrumentos de formación, hace falta suministrarlos también a los laicos para que este cambio de época no les debilite ni menos les destruya su fe.
Como cuarto punto, planteó la tarea de la Misión. Los buenos discípulos han de procurar la continua formación para estar con Jesús y merecer el envío como misioneros a predicar. En nuestro continente, explicó, por siglos se ha mantenido la denominada “evangelización fundante”, sostenida también por la rica religiosidad popular; pero ahora no puede dependerse de eso. Muchos se han alejado o son indiferentes a la Iglesia de Jesús, y eso duele. Es menester, pues, una misión continental. Necesitamos ir a los demás, especialmente a los alejados para predicarles el Evangelio y recomenzar desde Jesucristo la Iglesia que Él quiere para nosotros.
Culminó así su intervención: “No gobernaré con mis ideas, sino según Dios y con la ayuda de todos”. Instalada en sitio de honor en el presbiterio durante la celebración eucarística la imagen de Nuestra Señora del Rosario de Talpa, Patrona de la Diócesis de Tepic, le imploró “que siga acompañando nuestro caminar, atienda nuestras súplicas y nos acompañe siempre”.
Imponente y piadosa celebración
La convocatoria se vio respondida con creces en una multitud que atiborró el espacio de la Concha Acústica del Parque de La Loma, esplendoroso escenario para un marco de bondadoso clima por la tupida vegetación de bien cuidados jardines y maduros y frondosos árboles. Orden, alegría, emoción y piedad fueron la tónica de una asamblea que no sólo soportó sino disfrutó las tres horas de la ceremonia. De todas las edades y condiciones, se dejaban ver y sentir con sus porras, plegarias y cantos, contingentes de las cinco Zonas Pastorales: Centro Tepic, Costa de Oro, Sur, Costa Alegre y Jalisco. Pancartas y originales distintivos hacían notar su proveniencia, enriquecida con la entusiasta fusión de centenares de fieles (incluidos clérigos, seminaristas, religiosas y laicos) que hicieron el viaje desde Nuevo Laredo, la anterior Diócesis de Mons. Watty Urquidi y le agradecían su pastoreo de 18 años.
Podrían definirse como “dulce espera” los momentos previos a la Misa de toma de posesión del entrante Prelado. El Coro Diocesano, compuesto por 50 elementos femeninos y masculinos, dio muestra de su conjunción y calidad que, bajo la dirección del Mtro. Tomás Mojica, constituye un orfeón que combina el apego litúrgico en sus cantos comunitarios con la melodiosa interpretación de hasta cuatro voces mixtas. Muy a tono con abundantes arreglos florales en el área de la celebración, a base de flores predominantemente blancas y amarillas (los colores vaticanos), el Director del grupo coral, también su organista, tocó como preludio la solemne Marcha Pontificia, del autor francés Charles Gounod.
La procesión de los concelebrantes fue rubricada con ovaciones y el canto de entrada: “Formamos la gran Familia, unida por el Espíritu de Cristo Resucitado”. Fueron tomando su lugar los más de 270 sacerdotes del clero de Tepic, así como procedentes de Guadalajara, de México, de Nuevo Laredo, y religiosos de distintas Órdenes y Congregaciones. En un signo de colegialidad episcopal, que en su momento elogió y agradeció el Obispo dimitente, Mons. Robles Cota, participaron 35 Obispos mexicanos, así como el Ordinario de Laredo, Texas. Testigo de honor y representante personal del Papa Benedicto XVI para el caso, el Arzobispo francés Christophe Pierre, Nuncio Apostólico de la Santa Sede en México, acompañó a quien, en la primera parte ritual de la Misa presidió el acto: el Cardenal Juan Sandoval Íñiguez, Arzobispo Metropolitano de Guadalajara, y cabeza de la Provincia Eclesiástica de Occidente, a la que pertenece la Diócesis de Tepic.
Correspondió al enviado papal pronunciar la homilía, resaltando la hermosura del Buen Pastor, reflejada, en el caso de un Obispo, en la belleza que por sí misma transmite la gracia sacramental del sacerdocio. Dijo que un pastor cuida de su rebaño como un centinela y siempre está de pie para guiarlo y defenderlo. A semejanza, un Pastor Diocesano está llamado a orientar a su grey, a unificarla y a imprimirle sentido evangélico a los acontecimientos para afrontar las duras realidades en espíritu de fe.
Salpicando sus intervenciones con simpáticas alusiones, como es su costumbre, el Arzobispo Pierre se refirió a “La Chaparrita”, Nuestra Señora del Rosario de Talpa, Patrona de la Diócesis, como segura intercesora, al tiempo que alabó el fervor mariano del pueblo. “Al igual que en Cristo, firmeza y ternura deben ser las características de un Obispo para conducir a los que le son confiados.
Siguiendo el protocolo, el propio Nuncio le entregó, a Mons. Ricardo Watty, el Documento que lo acredita como Obispo de Tepic, y al que dio lectura. Luego lo mostró al Cardenal Sandoval, al Colegio Diocesano de Consultores, a los 35 Prelados presentes y a la asamblea, que prorrumpió en aplausos. Acto seguido, de rodillas ante el representante del Vicario de Cristo, hizo profesión de fe recitando el Credo de los Apóstoles y pronunciando, en todo su explícito articulado, el juramento de fidelidad a la Sede de Pedro.
Y si, minutos antes de la celebración, a su paso por el centro de la ciudad, a las puertas de la Catedral de la Asunción había recibido las llaves de la misma, ahora tomaba en sus manos el báculo o cayado, singular símbolo de quien pastorea, y se dirigió por vez primera a ocupar la sede o cátedra para, en lo sucesivo, presidir la concelebración. Delirante, el pueblo congregado lo vitoreó, alternando las aclamaciones hacia su persona y hacia su antecesor. Sus compañeros mitrados lo felicitaron en abrazo fraternal, y otro tanto hicieron, en larga fila, algunos presbíteros, numerosos laicos (incluyendo matrimonios, niños, jóvenes), así como seminaristas, religiosos y religiosas.
Momentos después, con palmadas y palabras amables, iba recibiendo las ofrendas. Aparte de las hostias y el vino para su consagración, menudearon los arreglos florales y de fruta de la región, racimos de cocos, dulces, conservas, figuras de chicle, despensas…
Tras repartir personalmente la Sagrada Comunión a cientos de personas, entre ellas algunos familiares y ex colaboradores de Nuevo Laredo, el Sr. Obispo pidió a todos una oración por los recién fallecidos Cardenales mexicanos Adolfo Antonio Suárez Rivera por cierto, quinto Obispo de Tepic, y Ernesto Corripio Ahumada.
De su ingeniosa inspiración, Mons. Salvador Santiago Iglesias, leyó una sentida y bien rimada poesía: “Nuevo cargo y nueva carga”. Concluido todo, hizo explosión la algarabía; se formaron corrillos para intercambiar saludos, abrazos y parabienes, y de manera organizada se esparcieron los concurrentes por el parque para saborear las viandas que a todos los que solicitaron les fueron repartidas.
En la historia ya está el registro. Ahora, como buenos discípulos, habría que decir: misión cumplida… Misión por cumplir.