La confesión frecuente da paz

Sacramento de la Reconciliación

Estimada lectora, me preguntas si, en el caso del Sacramento de la Reconciliación, cuando confiesas algo o preguntas sobre la moralidad de una acción, no te convence el juicio del sacerdote, la valoración moral de tu acción u omisión, o no te produce paz interior la celebración del sacramento; puedes buscar una segunda opinión con otro sacerdote.

Por supuesto que sí, puedes y tienes el derecho de hacerlo. Incluso, puedes comentar con el otro confesor, si así lo quieres, la valoración con el primero, si eso ayuda, pues se supone buena intención y un trabajo serio por crecer humana y cristianamente. Y más todavía al considerar que, desgraciadamente, hay campos en la práctica moral que se han condicionado para su valoración, más en los criterios, o forma de pensar, del sacerdote confesor, que en principios doctrinales sólidos, comunes y universales.

Esto me da pie para recordarte a ti y a todos los lectores, que en el caso de la moral, la última palabra la tiene el penitente de acuerdo con su conciencia (especialmente si está bien formada). Al confesor le toca plantear los principios morales en la línea del amor que madura al fiel cristiano en la fraternidad, según la propuesta de Jesús; y ayudar a la formación de la conciencia, dado el caso, para que no sea errónea; pero el juicio último sobre una situación de moral –si se cometió pecado o no– la tiene el penitente; ya que, como lo afirma el Catecismo de la Iglesia Católica, “la persona humana debe obedecer siempre el juicio cierto de su conciencia. Pero la conciencia moral puede estar afectada por la ignorancia y puede formar juicios erróneos sobre actos proyectados o ya cometidos… Así sucede cuando el hombre no se preocupa por buscar la verdad y el bien y, poco a poco, por el hábito del pecado, la conciencia se queda casi ciega. En estos casos, la persona es culpable del mal que comete (CEC, 1790-1791).

De ahí que sea importante la confesión frecuente. Y puedo decirte, que no sólo una vez al año, según el precepto de la Iglesia, sino cada que haya falta grave, es decir, de rompimiento de la fraternidad, o dos o tres veces al año: se trata de vivir el ideal cristiano de verdadera conversión, cuando todavía está fresco el pecado y su contexto, para atacarlo de raíz; y de comulgar en toda Eucaristía a la que asistas.

Otra recomendación práctica sería que valoraras más, en inversión de tiempo y ánimo interior, el Sacramento de la Reconciliación. Se trata de un encuentro personal, íntimo, profundo, contigo misma y con Dios. No lo conviertas en una especie de vomitivo espiritual que te lo aplicas, a toda prisa, inmediatamente antes de la Misa –peor aún durante la celebración– para “poder comer la hostia”, como dicen algunos. Y en esto, con mucho respeto a mis colegas sacerdotes, pero no es buena pastoral del Sacramento de la Reconciliación ni de la Eucaristía, al menos como práctica ordinaria. Con esta práctica nosotros hemos provocado este vicio en el pueblo. Confesar durante la celebración de la Eucaristía provoca que el penitente ni celebre “bien” la Reconciliación, ni la Eucaristía.

Una última recomendación: hasta donde sea posible busca un confesor que pueda darle seguimiento a tu proceso espiritual; eso sería fantástico.

P. Sergio Díaz Lepe

Facebook Comments Box

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *