La comunicación familiar: Un factor importante en la prevención de adicciones
En la vida cotidiana cada vez es más común encontrarnos con historias familiares de violencia, desintegración, carencias afectivas, apatía, e infelicidad… y ante esto, nos preguntamos: ¿acaso existe una llave o una fórmula para acceder a la felicidad? ¿Qué están dejando de hacer esos hogares para vivir esas situaciones?
A veces, la desesperación de vivir tales escenarios nos impide darnos cuenta de que la solución siempre está al alcance de nuestra mano… y lo mejor, ¡es gratis! Usted se preguntará, ¿cómo es esto posible? ¿Por qué entonces existe tal cantidad de problemas como los antes descritos?
El motivo por lo que no se da ágil solución a estos problemas es que la alternativa no es de fácil dominio, aunque la utilicemos en todo momento; por eso, hoy hablaremos acerca de ella, se llama: comunicación.
El papel de la comunicación en las relaciones humanas
La comunicación es indispensable en las relaciones humanas. El primer vínculo de relación de personas humanas es la familia; podremos hablar, en primer lugar, de las relaciones entre esposos, hermanos, parientes, maestros, vecinos, amigos, etcétera; todas éstas se caracterizan por la relación de persona a persona, pero no queda ahí, sino que pueden también ser con Dios o con uno mismo. Relacionarse implica conocer, y mediante ello sabemos de gustos, actitudes y formas de ver la vida en nosotros y en cada uno de los miembros de la familia.
¿Qué es la comunicación? Es trasmitir nuestras ideas, emociones y sentimientos. Dentro de las relaciones familiares se requiere que de ambas partes se den relaciones de complemento, esto es lo que le da sentido a la palabra “familia”. La comunicación hace posible relaciones sustentadas en la solidaridad, amor y afecto. Se necesita pensar, y preguntarnos qué nos quiere trasmitir cada una de las partes. Compartir vivencias, valores y creencias constituye un aspecto muy importante dentro de la vida familiar. Vivir plenamente dentro de la familia no es sencillo, pues la comunicación puede verse distorsionada dando lugar a malentendidos, callando sentimientos, o diciendo palabras hirientes que generan resentimiento y, por consiguiente, relaciones disfuncionales. Todo iría mucho mejor si las relaciones familiares fueran buenas.
¿Es fácil aprender a comunicarse?
Claro que no. No es lo mismo conversar que comunicarse adecuadamente. Aprender a hacerlo es un proceso que nos lleva tiempo y esfuerzo, pues implica conocernos a nosotros mismos y a los demás.
Para aprender necesitamos un modelo, que pueden ser los padres o cuidadores u otras personas importantes en nuestra vida. ¿Aprenderemos de ellos sólo lo bueno? Desgraciadamente no, y en la mayoría de los casos imitamos lo negativo con mayor facilidad; y no sólo lo expresamos, sino que lo aplicamos. El dominio de mis palabras tendrá que ser pensado antes de lo que mi boca pueda decir; saber organizar mis ideas de tal manera, a fin de actuar acorde con mis pensamientos.
Comunicación adecuada
Para eso necesito que al hablar mis expresiones sean adecuadas y dichas con el pensamiento y el corazón: una mente acompañada del corazón podrá ser más eficaz, y las palabras serán pronunciadas con mucha claridad, precisión, y llenas de afecto. Al hablar se necesita educar la mente y las expresiones. Muchas veces no podemos callar y hablamos sin pensar por un estado emocional alterado, y después nos pesa haber lastimado con las palabras.
Para esto se necesitaría respetarnos a nosotros mismos y respetar al otro, no perjudicar y no dejar de beneficiar. Al faltar al otro me estoy faltando a mí mismo. Esto se da cuando no soy capaz de respetarme, y si no lo hago, ¿cómo voy a ser capaz de respetar a los otros?
Quien si acostumbra a respetarse encuentra menos dificultad de respetar a sus semejantes. Piden respeto, y al comportarse de esta forma, quienes conviven de cerca también lo aprenden y viven así.
En los zapatos del otro
¿Cómo se vive hoy en muchas familias? ¿Cómo mejorarían esas relaciones familiares? Pudiéramos contestar que son regulares, hace falta diálogo, y no en pocos casos se trata de relaciones demasiado tensas, faltas de sinceridad, que acusan falta de comunicación, y que a pesar de estar bajo el mismo techo se vive solo, que a veces se siente mejor acompañado por el televisor.
O en algunas situaciones las conversaciones son rígidas; lo que si es verdad es que en este tipo de relaciones existe un distanciamiento: los padres no escuchan a los hijos, los hijos hacen caso omiso de los padres, y se confunde el diálogo con la discusión, con la imposición de la voluntad del que tiene más poder. Estas relaciones son críticas; cada vez se dan menos las relaciones de calidad entre hijos y padres, y tal vez cuando se quiere expresar algo que ha sucedido no hay tiempo o la confianza suficiente. Haría falta ponerse en los zapatos del otro, el entendimiento mutuo a fin de revertir esas relaciones, que son bastante frías.
Algunas recomendaciones
* Evitar los prejuicios.
* Priorizar tiempo para hablar con cada miembro de la familia.
* Hablar de temas actuales y profundizar.
* Fomentar confianza y respeto.
* Buscar los espacios y momentos para hablar.
* Saber escuchar.
* Ponerse en el lugar del otro (empatizar).
* Aprender de las experiencias vividas.
El tiempo y esfuerzo invertido en mejorar las relaciones con los seres queridos es invaluable, y lo que dejemos de hacer por ellos nadie lo hará, por lo menos como nosotros lo haríamos. Ánimo, vivir la plenitud en familia es posible.
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Centros de Integración Juvenil, A.C.
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