“Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos abría las Escrituras?” (Lc 24, 32). Hoy, en perspectiva, es curioso percatarnos cómo los discípulos que iban camino a Emaús se encontraban tan abatidos que no fueron capaces de reconocer al Maestro, que caminaba a su lado. Fue necesario que lo reconocieran después de largas horas: en el momento de la fracción del pan, y una vez acontecido, se escondió de sus ojos para que lo pudieran encontrar con el corazón: un corazón que se encuentra verdaderamente con el resucitado recibe ese fuego y ardor que nunca en la vida se podrá apagar, y es el principal motor para buscar y experimentar la vida nueva a la que somos llamados como Hijos de Dios.
Proclamemos la Buena Nueva
Esta es la sustancia del kerigma, que cobra vital relevancia en este momento litúrgico de la Iglesia: Jesucristo resucitó, y el primer encuentro con Él es un evento que transforma y vivifica todas las áreas de nuestro ser. Es oportuno que salgamos a proclamar la buena noticia de nuestro Salvador, que vivió, murió y resucitó para que tengamos vida en abundancia, con el auxilio del Espíritu Santo, para vivir siendo uno con Él en el seno de la Iglesia. La proclamación kerigmática debe dirigirse no solo a los “no cristianos”, sino también a los bautizados que, una vez integrados en el pueblo de Dios, quieren hacer una opción real y consciente por vivir el estilo de vida de Jesús dentro de la comunidad eclesial.
Es aquí donde la catequesis, entendida como la profundización del mensaje evangélico para educar la fe, tiene que investirse completamente del mensaje kerigmático, para que en todo momento se imprima en la catequesis el ardor en el corazón de todos los cristianos, al igual que recibieron el ardor los discípulos de Emaús al percatarse que Jesús está a nuestro lado.
Reto de la catequesis: propiciar encuentro
Hoy la perspectiva global es pesimista en cuanto a la catequesis. En la actualidad, el cristianismo ya no es una opción “por default”, como anteriormente se había entendido en la sociedad: ahora esta es una entre muchas propuestas ideológicas que existen para los seres humanos. Por ello, hoy más que nunca es importante que el cristianismo demuestre su validez, credibilidad y atractivo ante los ojos de la sociedad posmodernista.
La única forma de transformar la catequesis hoy es imprimir ese tinte kerigmático en ella. Así como las misericordias de Dios son nuevas cada mañana, también es necesario que el encuentro con el Dios vivo sea nuevo a cada momento, y precisamente ese es el gran reto que tiene la catequética en la actualidad: propiciar ese primer encuentro con Jesús a cada instante, y así imprimir “fuego” en sus métodos. De otro modo se corre el riesgo de que la catequesis sea únicamente un “adoctrinamiento” que no tiene impacto real en la vida de los que asisten al mismo.
¿Evangelizar o catequizar?
Como bautizados, es un momento ideal para asumir el compromiso misionero de proclamar la buena noticia a todos los no cristianos, y aun a los cristianos que no viven integralmente su fe católica. Cabe precisar que “entre la catequesis y la evangelización no existe ni separación u oposición, ni identificación pura y simple, sino relaciones profundas de integración y de complemento recíproco.” (CT, n. 18). Por tanto, la proclamación kerigmática y la catequesis no sustituyen la una a la otra, sino que se necesitan y se complementan: el primer anuncio del Evangelio lleva a que conscientemente se opte por vivir como cristiano, mientras que la catequesis permitirá que se profundice ese mensaje en el corazón, el entendimiento y la acción como hijos de Dios.
Roguemos, pues, para que el Espíritu Santo nos permita ser de nueva cuenta como los discípulos de Emaús, que al haberse encontrado con el resucitado experimentaron un ardor que transformó su entendimiento y su corazón. Jesucristo, el mismo de ayer, hoy y siempre, camina a nuestro lado para explicarnos las Escrituras, y así como lo afirmó: “He venido a traer fuego a este mundo, y cómo quisiera que ya estuviera ardiendo”, estoy seguro de que estamos ante una gran oportunidad para expandir ese fuego y así transformar la sociedad en que vivimos.
Lic. Carlos Arturo Tiznado Macedo
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