El tiempo para las personas, es algo misterio; nos damos cuenta cuando ya ha pasado, pero no percibimos el momento en que se nos escapó y sin haber logrado lo que queríamos. El tiempo es una oportunidad para vivir, para crecer, aprender, descansar y para recuperar fuerzas; el tiempo está hecho para enriquecer a la persona. Es un don de Dios, un regalo personal, esto significa que cada uno de nosotros puede invertir su tiempo de forma de diferente, pero el fin de todos es alcanzar nuestras metas y llegar a la plenitud.
Es bueno dedicar nuestras horas y nuestros días a cumplir nuestros sueños y vernos donde alguna vez lo imaginamos, sin olvidarnos, que Dios siempre debe estar al centro; así será un tiempo bien aprovechado. El Papa Francisco en una homilía en Santa Marta, habló de cómo las personas a veces no disfrutan de la vida cuando dejan las cosas que quieren hacer para otro día. Recordó que el futuro es incierto y que debemos aprovechar al máximo cada día.
En nuestro corazón se juega el hoy; y nuestro corazón ¿está abierto a Dios? No sólo se trata de la perseverancia al final de nuestros días, sino que cada día esté dedicado al bien y al servicio de Dios. El hoy no se repite; la vida es ésta, con un corazón abierto, con fe, con amor.
Nadie sabe cuándo la vida terminará, tal vez, sea hoy mismo o nos tome de sorpresa, por ello no podemos esperar a sentir que el tiempo se agota, porque entonces el tiempo parecerá poco. La vida se nos pasa encerrados en el trabajo, en la ociosidad o en la envidia de no tener lo que otros tienen, desperdiciando nuestro tiempo que mejor podríamos utilizar para dar frutos propios. Distribuyamos nuestro tiempo, dedicándolo a aquellas cosas y personas que son importantes en nuestra vida y amamos, porque nuestra existencia en esta tierra es corta. Aprovechemos el tiempo para amar a Dios y hacer el bien. Aprovechemos el tiempo para enriquecer nuestra mente y nuestro espíritu, aprovechemos el tiempo para cumplir metas y ser felices.