Homilía – XXXII Domingo Ordinario 2020

¡Va viene el esposo salgan al encuentro!

¿Te has dado cuenta que un día terminará nuestro peregrinar en esta tierra? ¿a dónde iremos?, se termina todo con la muerte?

Hoy la palabra de Dios nos llena de esperanza, en la segunda lectura San Pablo nos dice: “no queremos que ignoren lo que pasa con los difuntos, para que no vivan tristes, como los que no tienen esperanza. Pues, si creemos que Jesús murió y resucitó, de igual manera debemos creer, que a los que mueren en Jesús Dios los llevará con el” Que palabras tan llenas de consuelo y esperanza nos da el Señor, la vida no termina con la muerte, sino que se transforma, y aunque se desmorone nuestra morada terrenal, se nos prepara una morada eterna en el cielo.

Uno de los temas favoritos de Jesús es hablar del Reino como una fiesta de bodas, en el Evangelio de hoy nos habla de diez jóvenes, cinco previsoras y cinco descuidadas, las previsoras llevaron sus lámparas con aceite suficiente y las descuidadas no. cuando se dio el anunció: ¡Ya viene el esposo! ¡Salgan a su encuentro!,  Y solo las previsoras pudieron entrar a la boda, cuando se dio el anunció: ¡Ya viene el esposo! ¡Salgan a su encuentro!, cuando regresaron las descuidadas, dijeron:  Señor ábrenos, pero el les dijo yo les aseguro que no las conozco. “Esten pues preparados porque no saben ni el día ni la hora “

Desde el bautismo tu recibiste una lampara encendida con la luz de Cristo, y debes conservarla siempre encendida con tus buenas obras, brille vuestra luz  delante de los hombres, par que viendo vuestras buenas obras glorifiquen a vuestro padre que está en los cielos, la luz es tu fe en Cristo, encendida con el fuego del Espíritu Santo y sustentada en el aceite de  tus buenas obras, no basta escuchar la palabra de Dios sino vivirla, Jesús dice: no todo el que me diga:  Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que escucha la palabra de Dios y la cumple, Esten siempre preparados para que cuando el Señor venga los encuentre preparados, cumpliendo con su deber . con sus lampara encendidas, por sus buenas obras y podrán entrar en la fiesta nupcial del Reino. Y si su lampara no tienen aceite, que son  las buenas obras, no podrás entrar a la fiesta,  los demás no te podrán compartir de su aceite, porque la respuesta de amor a Dios y las buenas obras son algo personal que no se pueden delegar, por eso cada uno es responsable de su vida y de sus actos y de eso vamos a darle cuenta a Dios conforme a la misión que Dios nos dio a cada uno,  en esta vida.

El Señor viene cada día salgamos al encuentro del Señor, lo encontramos en la eucaristía, en la Sagrada escritura en cada hermano nuestro, todo el bien que hagamos a un hermano nuestro se lo hacemos a Cristo y de este modo, siempre estará encendida nuestra fe con las buenas obras. La Sabiduría es un don de Dios, que nos hace gustar el bien y practicar el bien, nos hace gente responsable, gente de esperanza, esperar a Dios cada Día y hasta el final, vivir en el horizonte de la vida eterna, el ser humano tiene un deseo de amor de verdad, de plenitud y Cristo nos ofrece esa plenitud de Vida y   felicidad. El reino de Dios es como una de las fiestas más alegres y participativas por lo tanto no hay que perderse esa fiesta hay que tener siempre la llama de la fe encendida con el aceite de las buenas obras, la fraternidad, el amor, la justicia, el servicio a los hermanos, cumpliendo la tarea que cada uno tenemos aquí en la tierra.

+ Monseñor Luis ARtemio Flores Calzada
VIII Obispo de la Diócesis de Tepic

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