Homilía Ordenación Episcopal Mons. Lerma Nolasco

Homilía pronunciada por el Emmo. Sr. Cardenal Norberto Rivera Carrera, Arzobispo Primado de México, en ocasión de la Ordenación Episcopal de Mons. Jesús Antonio Lerma Nolasco, en la Basílica de Guadalupe.

Muy queridos hermanos y hermanas, en ocasiones, cuando se habla de los Obispos, algunos se preguntan ¿qué puede hacer un Obispo que no pueda hacer un presbítero?  Y la pregunta se hace porque desafortunadamente centramos nuestra atención más en el quehacer que en el ser, o quizá porque muchas veces presentamos el sacramento del Orden centrado en el presbiterado, y no en el Episcopado.

Los Hechos de los Apóstoles nos llevan por un camino muy distinto cuando nos hablan de que la misión que los Apóstoles han recibido no basta para que sean capaces de cumplir inmediatamente la tarea que Jesús les ha encomendado: deben esperar, dice san Lucas (1,4; Lc 24,49). Aquí hay una indicación importantísima la función asignada a los Apóstoles y sus Sucesores no consiste solamente en un derecho que se les otorga, o en un nombramiento que se les da o un deber que tienen que cumplir, se trata de una presencia del Espíritu de Cristo que transforma interiormente al Consagrado y lo habilita para la tarea encomendada de ser Sucesor de los Apóstoles.

Se trata de una verdadera consagración, se trata de un sacramento eficaz que transforma, se trata de sumergirse en el misterio de Cristo Sumo y Eterno Sacerdote; por eso el Vaticano II nos enseña, hablando de la Sacramentalidad del Episcopado, que la consagración episcopal, confiere la plenitud del sacramento del Orden, que por eso se llama en la liturgia de la Iglesia y en el testimonio de los Santos Padres “supremo sacerdocio” o “cumbre del ministerio sagrado”.

Muy querido Padre Jesús Antonio Lerma Nolasco, esta Arquidiócesis de México esta mañana está en la contemplación y seguirá con gozo esta celebración, será testigo del poder de Dios, que con la imposición de las manos y la oración de la consagración, se significará y realizará la comunicación del don del Espíritu Santo que el Padre, dador de todo don, te regala en este día, aquí, ante la presencia de Santa María de Guadalupe, para transformarte en plenitud en Cristo Sumo y Eterno Sacerdote y te envía con el poder de santificar, de enseñar y regir al Pueblo Santo de Dios.  Misión que no podrás ejercer sino en comunión jerárquica con la Cabeza de los Apóstoles, por eso es tan significativa, para todos nosotros, la presencia del Señor Nuncio Apostólico Don Christopher Pierre que hace presente en medio de nosotros a S.S. el Papa Benedicto XVI. Muchas gracias Señor Nuncio por acompañarnos y por poner este signo de comunión del Papa en medio de nosotros.

Misión que no podrás llevar a cabo sino en comunión con el Colegio Apostólico, como acabamos de escuchar en la Bula y en Especial con el Consejo Episcopal de esta Arquidiócesis, por eso agradecemos infinitamente a nuestros hermanos Arzobispos Obispos su presencia como signo vivo de esa comunión que nos es indispensable. Especialmente agradecemos la presencia del Sr. Arzobispo de Tlanepantla, presidente de la CEM. S. E. Mons. Carlos Aguiar Retes, tu paisano y amigo.  Misión que sólo tiene sentido cuando es servicio al Pueblo de Dios al estilo de Aquél que no vino a ser servido sino a servir; cuanto me alegra el verte acompañado por tantos amigos y feligreses  de la Diócesis de Tepic, presididos por su Obispo y también por las autoridades que nos honran con su presencia.

Hoy, también, estás acompañado por muchos fieles de Arquidiócesis y especialmente por los fieles y sacerdotes de la VII Vicaría, que ya te esperan con cariño. Agradecemos, en especial que en esta ocasión nos acompañe nuestro antiguo Obispo Auxiliar, ahora Arzobispo de Puebla Don Víctor de quien serás sucesor en esta Vicaría Episcopal.  La misión que se te confía no la podrás realizar sin la colaboración de nuestros hermanos presbíteros, necesarios colaboradores quienes ahora se alegran por la consagración que recibes.

Tu programa de vida, como sucesor de los Apóstoles, debe ser un programa apostólico que se apoya fundamentalmente en la constante identificación con Cristo, Él es quien actúa, nosotros debemos ser dóciles y humildes, para que el Señor pueda hacer ¡sus maravillas en medio de nosotros!

Hoy, lo sabemos por experiencia, en el ministerio de un obispo, los aspectos organizativos son absorbentes; los compromisos múltiples, las necesidades numerosas; pero en la vida de un sucesor de los Apóstoles, el primer lugar debe estar reservado para “la oración y el anuncio de la Palabra”. Como nos lo señala: los Hechos de los Apóstoles.

De este modo seremos de verdad una ayuda para los demás, porque la oración nos educa en el amor verdadero y nos abre el corazón a la caridad pastoral, y nos permite adquirir una sensibilidad, una ternura, una fortaleza, una sabiduría, que no es nuestra, para poder así acoger a todos los que recurren al obispo. Sólo así, querido hermano, podemos gobernar santamente.

En nuestra oración, siempre, pero especialmente en este año sacerdotal, debemos ocuparnos de orar especialmente por nuestros sacerdotes, para que perseveren en su vocación y sean fieles a la misión que se les ha encomendado.

Para todo sacerdote es muy edificante saber que su obispo, el que lo consagró o el que está a la cabeza de la Iglesia a la cual sirve es su padre y su amigo, que lo tiene presente en la oración, con afecto, y que está siempre dispuesto a acogerlo, a escucharlo,  sostenerlo, animarlo y corregirlo.

Y también les digo a ustedes, mis queridos sacerdotes,  es muy consolador para un obispo, saber y sentir el cariño, el afecto y la cercanía de sus sacerdotes. Por eso, les pido, recen, amen y ayuden a su Obispo con una amistad sincera, sin permitir que pequeñeces que surgen en la vida diaria, enturbien la fortaleza de esa fraternidad tan necesaria.

Sin duda alguna serás, querido hermano una ayuda y sangre nueva en nuestra Arquidiócesis para evangelizar en la misión Permanente en la que estamos comprometidos, siguiendo nuestro Sínodo Arquidiocesano y la  convocatoria Continental de Aparecida. Tenemos una urgencia: llevar a cada persona, a cada familia, a cada barrio, a cada institución, la sal y la vida de Cristo, y hagámoslo más que con la palabra, con el testimonio elocuente de nuestra vida. Rema mar a dentro.

¡Querido hermano bienvenido a esta tu Arquidiócesis!

¡Bienvenido a la Séptima Vicaría!

Cardenal Norberto Rivera Carrera

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