“El Espíritu del Señor está sobre mí porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor” (Lc. 4, 18-19).
Muy queridos jóvenes del Proceso Vocacional, fieles que nos acompañan, religiosos, religiosas, seminaristas, diáconos, hermanos sacerdotes.
En esta Misa Crismal está presente toda nuestra iglesia diocesana, alrededor del Obispo, principio de comunión, junto al altar de esta Santa Iglesia Catedral, haciendo vida lo que el Obispo San Ignacio de Antioquía decía “donde está el Obispo está la iglesia”.
Acabamos de presenciar a través de los medios de comunicación, el incendio de la Santa Iglesia Catedral de Notre Dame, en París, una joya que nos manifiesta la belleza con que el pueblo quiso dedicarle al Señor ese templo. Esa Catedral es un signo evangelizador a través de sus pinturas, de su arquitectura; pero también es un patrimonio de la humanidad. Esta tragedia nos hace pensar, queridos hermanos, que la Iglesia viva que somos nosotros, estamos llamados a embellecerla, a amarla; todos somos constructores de esta Iglesia. Jamás incendiemos o dañemos a nuestra Iglesia que Dios nos ha confiado, jamás dañemos a ninguno de nuestros hermanos.
Me dirijo a ustedes queridos jóvenes del Proceso Vocacional, ustedes que representan a Cristo joven y que están decididos a ser discípulos de Cristo, a asumir el estilo de vida de Cristo, también a que sean portadores de su mensaje liberador, construyendo un mundo mejor, donde habite el amor, la justicia y la paz, con el deseo de reno|var también a la iglesia con su dinamismo, alegría y creatividad. Querido joven y jovencita: “Cristo está en ti, Él está contigo, nunca se va… Él estará allí para devolverte la fuerza y la esperanza, todo lo que Él toca se renueva, se hace joven; déjate tocar siempre por Cristo” (Christus Vivit 2, Papa Francisco).
Me dirijo a todos ustedes, bautizados; les recuerdo lo que el Apóstol San Juan nos dijo en la segunda lectura: “Aquél que nos amó, y nos purificó de nuestros pecados con su sangre, ha hecho de nosotros un reino de sacerdotes para su Dios y su pueblo”. Ustedes queridos laicos y laicas por su bautismo, participan del sacerdocio real y profético de Cristo, están llamados a transformar el mundo con los valores del Evangelio.
Y ahora me dirijo a ustedes queridos hermanos presbíteros. Un día el Señor puso su mirada en cada uno de ustedes, los amó y los llamó para que estuvieran con Él cómo discípulos. Y una vez ya preparados, los consagró como sacerdotes del Dios Altísimo, haciéndolos partícipes de su ministerio sacerdotal mediante la imposición de manos y las palabras consecratorias del Obispo, para que ustedes actuaran en su nombre, anunciando su Evangelio, transmitiendo su palabra, comunicando su vida divina por medio de los sacramentos y cuidaran de su rebaño como fieles pastores. Querido hermano presbítero, tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec, eres el hijo amado de Dios, eres el Cristo, el ungido de Dios, y Dios actúa a través de tu persona, de tus labios, de tu corazón.
Hoy los invito también a que demos a conocer la biblia, que todos los fieles la conozcan. El Papa Francisco nos dice que la Biblia es un libro altamente peligroso. Tan peligroso que en algunos países es como si uno guardara granadas de mano en el armario. Un no cristiano, Mahatma Gandhi, dijo una vez: “Ustedes los cristianos, custodian un documento con suficiente dinamita como para hacer volar en pedazos la civilización entera, como para revolucionar el mundo y traer la paz a este planeta desgarrado por la guerra. Pero lo tratan como si no fuese nada más como una obra literaria guardada en el armario”.
Queridos hermanos sacerdotes, además de anunciar la Palabra de Dios, están llamados a comunicar la salvación, la vida divina que Cristo nos adquirió con su pasión, muerte y resurrección, comunicarla a los fieles cristianos para hacer de ellos criaturas nuevas. También a ejemplo de Cristo Pastor están llamados a cuidar su rebaño y siendo como Él, buenos pastores que conocen y dan la vida por sus ovejas.
Estimado hermano presbítero: Reaviva en este día el día de tu ordenación sacerdotal y renueva tus promesas sacerdotales, dándole un sí total a Cristo y a la Iglesia. Hoy más que nunca la Iglesia, para ser creíble, necesita sacerdotes santos, que hagan presente a Cristo buen Pastor, que da la vida por sus ovejas. Los invito a que nunca maltraten ni tiranicen el rebaño de Cristo; nunca abusen de los niños, de los débiles, de los vulnerables… porque estos son el rostro de Cristo y merecen todo nuestro cariño y respeto. Cada uno de ustedes, sea un sacerdote comprometido con nuestros hermanos más necesitados, como son: los pobres, los enfermos, los ancianos, los encarcelados, los migrantes. Muestren siempre el rostro misericordioso del Padre en el sacramento de la penitencia, para lo cual hay que dedicar horas –como lo hacía el Santo Cura de Ars–. También, consuelen a los afligidos y trabajen por la libertad de los cautivos, como nos lo indica la misión de Cristo en el Evangelio.
Y ustedes seminaristas y diáconos, prepárense para que un día lleguen a ser sacerdotes santos a ejemplo de Cristo Buen pastor.
En esta solemne celebración vamos a realizar la bendición de los Santos Oleos:
El Óleo de los Catecúmenos es para que reciban la fuerza de Cristo los que recibirán el bautismo y puedan renunciar al diablo y al pecado.
El Óleo de los Enfermos -como lo atestigua el Apóstol Santiago-, sirve para remediar las dolencias del alma y del cuerpo de los enfermos, y puedan soportar y vencer con fortaleza la enfermedad y conseguir la salud y el perdón de los pecados.
El Santo Crisma, que está formado con oleos y perfumes se usa para consagrar a los bautizados, participando del sacerdocio real y profético de Cristo; los confirmados reciben la unción del Espíritu Santo; los sacerdotes son ungidos en sus manos para tocar las cosas de Dios y los Obispos son consagrados en la cabeza para hacer presente a Cristo sumo y eterno Sacerdote.
Estos Santos Óleos serán llevados a cada parroquia con mucha devoción y reverencia por algunos fieles elegidos por su respectivo párroco.
Los invito a todos, a vivir esta Semana Santa como un verdadero encuentro vivo con Cristo, muerto y resucitado, que renueve la vida de todos los miembros de nuestra iglesia. Así sea.
Mons. Luis Artemio Flores Calzada
VIII Obispo de Tepic
En la Santa Iglesia Catedral de la Diócesis de Tepic.
Tepic, Nayarit, a 16 de abril de 2019.