[Homilía] Martes Santo 2018B

Homilía de la Misa Crismal

Martes Santo 2018

 

 

El Espíritu del Señor está sobre mí porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor”,  son palabras que acabamos de escuchar en el Santo Evangelio.

 

Muy queridos hermanos sacerdotes, diáconos, seminaristas, religiosas, jóvenes del proceso vocacional y fieles que nos acompañan. Nos hemos reunido en esta gran solemnidad para la bendición de los Santos Oleos y la consagración del Santo Crisma, además para renovar nuestras promesas sacerdotales, expresando y viviendo la comunión eclesial en nuestra Diócesis de Tepic.

 

Querido hermano sacerdote, hoy quiero recordarte que eres un hijo predilecto del Padre, configurado a Cristo y ungido por el Espíritu Santo, mediante la imposición de las manos del obispo y la oración consecratoria, para actuar en persona de Cristo, renovar el sacrificio redentor, preparar el Banquete Pascual, fomentar la caridad en el pueblo santo y alimentarlo con la palabra y los sacramentos.

 

Tu ser y tu misión son muy importantes, por lo tanto estás llamado a ser santo, como Cristo a quien representas, y reproducir en tu propia vida, la vida de Cristo. Te invito a que en tu vida sacerdotal tengas los mismos sentimientos de Cristo. Jesús al iniciar su ministerio se deja guiar por el Espíritu Santo, se retira a solas a orar y encontrarse con su Padre celestial, recorre las ciudades y poblados predicando la Palabra de Dios, curando a los enfermos y expulsando demonios; además Jesús se da tiempo para formar a discípulos y pastores para que le ayuden en su ministerio.  Jesús el Buen Pastor que conoce, ama a su ovejas, las llama por su nombre, da la vida por ellas, les advierte el peligro del mal pastor, que no le importan las ovejas sino sus propios intereses, como es el mercenario y el ladrón que solo vine a robar, a matar.

 

Cuando llegó la hora de su Pasión, Jesús  se reúne con sus discípulos  y les manifiesta todo su amor, “como el Padre me ama, así los amo yo, permanezcan en mi amor… lo que les mando es que se amen los unos a los otros” (Jn 15,10.17)… “en eso conocerán todos que son mis discípulos” (Jn.13,35)…  “Padre que todos sean uno como tú y yo somos uno para que el mundo crea que tú me has enviado” (Jn 17,21). La unidad, la comunión, el amor, la fraternidad, la solidaridad, son signos visibles de credibilidad que estamos llamados a mostrar al mundo para que crean en Jesús, esa es nuestra misión y responsabilidad, ser portadores de comunión y fraternidad.

 

Querido hermano sacerdote, quisiera que tú mismo te preguntes: ¿Qué tanto te pareces a Cristo? ¿Te dejas guiar por el Espíritu Santo? ¿Entregas la vida por el rebaño? ¿Lo cuidas? ¿Lo alimentas? ¿Lo tratas bien? ¿Te preocupas por tus hermanos sacerdotes? ¿Eres portador de unidad, de comunión, de fraternidad, de solidaridad? ¿Tratas con amor a tus hermanos o los destruyen con tus palabras críticas y ofensivas? ¿Creas unidad y fraternidad con tus hermanos sacerdotes? ¿Te interesas por ellos? ¿Los visitas? ¿Participas en las reuniones de decanato, de zona o te ausentas y eres indiferente? Hoy te invito a que hagamos, un presbiterio unido, fraterno y solidario, que viva la comunión para que el mundo crea.

Cuando llegó la hora de la  Ultima Cena de Jesús con sus discípulos les dijo: “He deseado ardientemente celebrar esta Pascua con ustedes” (Lc 22, 15). Cada vez que celebres la Eucaristía, ojalá puedas decir lo mismo, porque es una gracia y un privilegio celebrar la Cena del Señor.

Finalmente querido hermano sacerdote, quiero decirte que el Señor puso su mirada en ti y te participó del sacerdocio de Cristo, es un don no personal, sino un ministerio para la comunidad. Por eso, quiero recordarte también lo que el apóstol Pedro recomienda a los presbíteros con respecto al rebaño: “Apacienten el rebaño que Dios les ha confiado y cuiden de él, no como obligados por la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere; no por ambición de dinero, sino con entrega generosa; no como si ustedes fueran los dueños de las comunidades que se les han confiado, sino dando buen ejemplo. Y cuando aparezca el Pastor supremo, recibirán el premio inmortal de la gloria (1Pe 5, 1-4).

Pedro nos señala como debemos apacentar al rebaño de Dios.  No como obligados por la fuerza, sino de buena gana como Dios quiere. No por ambición de dinero, sino con entrega generosa. No como si ustedes fueran los dueños (déspotas) de las comunidades que se les ha confiado, sino dando buen ejemplo. Es decir, los que han sido llamados en la Iglesia a ejercer un ministerio de pastores, su espiritualidad, es la del servicio total, la entrega plena y la fidelidad incondicional a ejemplo de Cristo, que no vino a ser servido sino a servir y a dar la vida por los demás. Jesús había ya advertido a sus discípulos contra el instinto de dominación “Saben que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos. Pero no ha de ser así entre ustedes, sino que el que quiera ser grande entre ustedes, será su servidor, y el que quiera ser el primero entre ustedes será esclavo de todos, que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida como rescate por muchos” (Mc 10, 42-45).

Además el apóstol Pablo ya había advertido que “la raíz de todos los males es el afán de dinero” (1Tim. 6,10). Tenemos que reconocer que el narcotráfico está dañando a muchos de nuestros jóvenes por un poco de dinero; jóvenes, nunca se dejen  atrapar por el dinero fácil, ni por el narcotráfico.

Querido hermano sacerdote, te invito a hacer un examen ante Dios sobre tu comportamiento con el rebaño que se te ha confiado; y poner en práctica las recomendaciones que nos da el apóstol Pedro, para ser modelos del rebaño. En nuestro mundo hay mucha violencia, que tú seas portador y constructor de paz. Que todos encuentren en ti al Padre misericordioso que acoge con bondad a todos sus hijos buenos o malos. Reaviva el don del sacerdocio que recibiste el día de tu ordenación y renueva tus promesas sacerdotales.

Y a ustedes queridos jóvenes, que están haciendo su tercera etapa de su proceso vocacional, quiero decirles que nos llena de alegría verlos aquí con nosotros, y más en este año de la juventud en que el Papa nos ha convocado a vivir un sínodo de obispos. Ustedes tienen mucho que decirnos, mucho que aportar, ustedes pueden decirnos qué iglesia quieren, la iglesia está en sus manos, ustedes son la iglesia joven, porque ustedes, con la gracia de Dios, tienen la capacidad de renovarla, así como también tiene el poder de renovar a la sociedad, siendo constructores del Reino de Dios, donde habite el amor, la paz y la justicia. Otro mundo es posible y ustedes son los constructores de este nuevo mundo, sean fieles a su vocación, y no tengan miedo seguir a Cristo, ábranle las puertas de su corazón y sigan su llamado.

 

 

+Luis Artemio Flores Calzada

8º Obispo de la Diócesis de Tepic

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