Homilía en la Ordenación de Diáconos – 27 de agosto de 2020.

Irving Michael Caloca Caldera Y Fernando González Valenzuela

Evangelio de San Mateo 20, 25b-28

Ustedes saben que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre ustedes el que quiera ser grande entre ustedes, que sea su servidor, y el que quiera ser primero entre ustedes, que sea su esclavo. De la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar la vida en rescate por muchos”. Palabras que acabamos de escuchar en el Santo Evangelio de San Mateo.

Muy queridos hermanos sacerdotes, religiosas, aspirantes al diaconado: Irving Michael Caloca Caldera, Fernando González Valenzuela, Seminaristas, religiosas, familiares y amigos de los Ordenandos.

Hoy nos hemos reunido en esta Santa Iglesia Catedral porque el Señor quiere bendecir nuestra amada Diócesis de Tepic con la ordenación de dos nuevos Diáconos. Vamos a reflexionar en la identidad, misión del Diácono y en su espiritualidad.

Identidad y Misión del Diácono

La palabra Diácono es una palabra griega que significa “Servidor”, El Diácono es servidor de Cristo y de la Iglesia. Los primeros Diáconos como escuchamos en la primera lectura son elegidos por los Apóstoles como sus colaboradores para organizar el servicio de la “caridad” en favor de los pobres, de los enfermos, de las viudas, de los encarcelados; después colaboraran con los apóstoles en el anuncio de la palabra, y la administración del bautismo.

Por la imposición de las manos del Obispo y la oración que la acompaña, son constituidos Diáconos, para ayudar al Obispo y a su presbiterio en el anuncio de la palabra, en el servicio del altar y en el ministerio de la Caridad.

En el servicio de la Palabra, se les encomienda la proclamación del Evangelio y la Homilía. El Evangelio que van a proclamar, medítenlo, háganlo vida, es dulce al paladar porque es buena noticia, pero también es amargo porque hay que conformar la vida de acuerdo al Evangelio, cuando te entregue el Evangeliario te voy a decir: Recibe el Evangelio De Cristo, del cual has sido constituido mensajero; “esmérate en creer lo que lees, enseñar lo que crees y vivir lo que enseñas”.

En el servicio del Altar, serán dispensadores de los sagrados misterios; se les va a encomendar la celebración solemne del Bautismo, ayudarán al sacerdote en la Eucaristía, distribuir de manera ordinaria la Sagrada Comunión, exponer y dar la bendición con el Santísimo, asistir a la celebración del Sacramento del matrimonio y a las exequias y presidir la oración de la  liturgia de las horas.

En el Servicio de la Caridad, se les encomienda la organización de la atención a los pobres, a las viudas, a los huérfanos, a los encarcelados y la promoción humana, para ello es importante que conozcan, vivan y enseñen la Doctrina Social de la Iglesia.

Espiritualidad de los Diáconos

Irving y Fernando, están llamados a ser santos, hombres de buena fama, llenos de fe y de Espíritu Santo como los primeros Diáconos de la Iglesia, llevar una vida sin mancha e irreprochable, ante Dios y ante la Iglesia según conviene a ministros de Cristo, dispensadores de los sagrados misterios, toda impureza o afán de dinero es servidumbre a los ídolos.

Ejercerán su ministerio, observando el celibato: será para ustedes, símbolo y, al mismo tiempo, estimulo de caridad pastoral y fuente peculiar de fecundidad apostólica en el mundo. Movidos por el amor sincero a Jesucristo, el Señor, viviendo este estado con una total entrega, como Cristo que no vino a ser servido sino a servir y a dar la vida por los demás, jamás dominando o maltratando a los fieles; su consagración a Cristo se renueva de modo más excelente. Por el celibato, les resultará más fácil consagrarse, sin dividir el corazón, al servicio de Dios y de los hombres, y con mayor facilidad serán ministros de la obra de regeneración sobrenatural (ritual de ordenes pags. 167-168).

Irving y Fernando, vivan con entusiasmo su servicio a Cristo y a la Iglesia que al final de su vida puedan salir al encuentro del Señor y oír de él estas palabras: “Muy bien, servidor bueno y fiel, entra a tomar parte en la alegría de tu Señor”. Así sea.

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