Homilía del Viernes Santo – 02 de abril de 2021

Tomaron a Jesús, y él cargando con su Cruz, lo crucificaron, y le pusieron un letreo: Jesús de Nazaret, Rey de los Judíos”. Jn 19, 17-19

Hoy celebramos la pasión y muerte de Cristo en la Cruz, que previamente fue despreciado y rechazado por la humanidad; varón de dolores, fue contado entre los malhechores. Él soporto el castigo que nos trae la paz, él cargó con todos nuestros crímenes, aunque él no los había cometido, ni hubo engaño en su boca, como bien nos narra la primera lectura. Jesús con su sufrimiento ha pagado la nota que pesaba sobre nosotros, para librarnos de la muerte y del pecado y hacernos justos; si por la desobediencia de un hombre, Adán, y una mujer, Eva, entró la muerte, por la obediencia de Cristo, nuevo Adán y de María su madre, nueva Eva, ha entrado en nosotros la Vida; por sus llagas hemos sido curados, y por eso él aprendió a ser obediente hasta la muerte.

El que en un árbol derrotó a la humanidad, el demonio, en el árbol de la cruz ha sido derrotado por Cristo. Cristo aceptó la maldición de la cruz, maldición porque este era el castigo para los malhechores, y ahora se ha convertido en bendición para todos los que invocan su nombre; ahora somos protegidos con su Cruz, signo de triunfo y de victoria, y por eso hoy adoramos la Santa Cruz, no esa madera que presentamos en los templos, sino el acto de Cristo en esa cruz.

En la Pasión y muerte de Cristo, que nos describe el evangelista San Juan, se nos muestran los diversos personajes que intervinieron en su pasión; primero Judas que lo traicionó, en seguida Pedro que lo negó, los sumos sacerdotes, Pilato, los soldados que abusan de su poder y condenan injustamente a un inocente, y finalmente, después de callar y aceptar, Cristo aparece Triunfante desde lo que para nosotros significa derrota: su muerte. Él desde antes habla de su muerte como un momento de glorificación, sabiendo que através de ella nos va a rescatar del pecado y de la muerte y nos ha de devolver la inmortalidad. Antes de esto, cuando los soldados buscan a Jesús, él contesta: «SOY YO» y todos caen por tierra; ante el que lo abofeteo, Jesús también defiende su dignidad diciendo: «¿si hable mal, muéstrame en qué y si no, porqué me hieres?». Más tarde, ante Pilato, Jesús se proclama Rey y afirma que los que vayan a él tienen que venir libremente, solo movidos por la Verdad, y enseguida le muestra a Pilato que él tiene autoridad solo porque la ha recibido de Dios, esto lo hizo para recordarle que es una creatura. Porque suele pasar, que apenas alguien tiene autoridad y se quiere sentir dios, sometiendo a todos, sin embargo, es una falsedad, Jesús es Rey, dueño de todo el universo y todas las autoridades están sometidas a Él; los va a juzgar, y aunque los soldados se burlan de Él, coronándolo de espinas, muere glorificado la cruz, con un letreo que decía INRI: Jesús de Nazareth, Rey de los judíos y de todo el mundo.

Una vez, muerto, su costado fue atravesado por la lanza de un soldado y dice la escritura que brotó sangre y agua. El agua es  del bautismo y la sangre signo de la Eucaristía. Así como Eva fue formada del costado de Adán, así la Iglesia, esposa de Cristo ha nacido de su costado abierto por medio del bautismo y de la Eucaristía.

Te has dado cuenta, ¿cuánto te ama Cristo? Tanto que quiso ser inmolado por ti, para librarte del pecado y de la muerte. Hoy te invito a adorar la Santa Cruz que es el triunfo de Cristo, y ahora signo de bendición, y también te invito a encontrarte con Él en la Eucaristía, así como a amar a la Iglesia, que fue santificada con el bautismo y con la sangre preciosa de Cristo, por amor a toda la humanidad.

+Luis Artemio Flores Calzada
VIII Obispo de Tepic.

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