Cristo dio la vida por nosotros, también nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos.
El paradigma fundamental de nuestra fe en Jesucristo es saber que Él dio su vida por nosotros y la correspondencia es que nosotros demos nuestra vida a favor de nuestros hermanos.
¿Cómo podemos hacer esto realidad?
Si nuestra tendencia natural es velar por uno mismo, cada uno mira, vela por sí mismo. Hoy la Palabra de Dios nos da tres elementos, –no son los únicos–, son herramientas indispensables para cumplir tal paradigma, son instrumentos que nos ayudan a dar la vida, sirviendo a nuestros hermanos.
Lo primero que nos dice el texto de la primera lectura del día de hoy es que no seamos homicidas como Caín; para ello nos dice entonces, hay que desterrar el odio de nuestro corazón, porque el odio viene del demonio; principalmente desterrar el odio de nuestro corazón, trabajar por desterrar el odio de nuestro interior. En las relaciones humanas es muy común que lleguemos a odiar a alguien, tenemos que desterrar el odio, porque éste mata, que no se anide en nuestro corazón. El odio es muerte.
Otro elemento que encontramos en las lecturas es que hay que estar alertas de nuestra conciencia. Nuestra conciencia es la lámpara que alumbra nuestro camino, lo alienta, lo ilumina. Todos podemos retomar el camino hacia nuestra propia interioridad, para encontrarnos con el verdadero Dios de la vida; quien no retoma este camino hacia su interioridad se encuentra con los dioses que uno fragua, que uno modela, que uno imagina. El camino de la interioridad es ir a nuestra conciencia y, en nuestra conciencia, descubriremos inquietudes sentimientos, anhelos, y deseos que tenemos que discernir para poder saber qué actitudes vienen de Dios y poder dejarnos conducir por el espíritu de Dios. Es un trabajo indispensable del discípulo, alertar siempre nuestra conciencia.
Cuando yo tenía de formadores a quienes aquí están conmigo hoy, padre Ricardo García Lepe, padre Josafat Herrera, que fueron formadores nuestros –tanto del padre Roberto Villalobos y del padre Manuel Olimón, también aquí presentes–, recordarán cómo nos insistían, ya desde el seminario menor, en el examen de conciencia. Teníamos que hacerlo. Nuestros formadores velaban para que estuviéramos ahí; éramos niños, no comprendíamos muy bien lo que teníamos que hacer y nos daban un formulario para preguntarnos: examen de conciencia a medio día, examen de conciencia al final de la noche. Un pequeño momento, pero es importantísimo estar alertas con lo que entra a nuestro interior.
Aprendamos a aplicar el examen de conciencia, para estar alerta con lo que entra en nuestro interior y con lo que dejamos salir desde nuestro interior. Cuando esa conciencia no nos reprocha nada, entonces debemos quedarnos muy contentos, satisfechos y crecer en la confianza de Dios. Dios es quien nos ha guiado llevándonos a una conciencia que ha sabido conducirnos por el buen camino.
También nos dice el apóstol Juan que si hay algo que nuestra conciencia nos reproche, recuerden que Dios es más grande que nuestra conciencia; Dios nos mira con ojos de misericordia, nos perdona, nos restaura, nos rehace, nos redime. Aquél que acepta que se equivocó, que cometió un pecado, que dañó a alguien, no tenga miedo, déjese mirar por Dios y su conciencia volverá a estar tranquila.
Otro elemento indispensable del que nos habla el Evangelio es el camino en comunidad, el camino de cómo dar la vida a nuestros hermanos, el camino con el otro, el camino con aquellos que se encuentran. Nadie camina sólo, este es el camino cristiano, todos necesitan del otro, necesitamos los unos de los otros. No podemos esperar que los demás den una respuesta sino estamos acompañándolos, esto es lo que nos narra el Evangelio, en este diálogo de Jesús entre Felipe, Andrés, Pedro y Natanael, quiero resaltar una sola frase del Evangelio: ¿Acaso puede salir de Nazaret algo bueno?
¿Acaso puede salir de cada uno de ustedes con toda su historia algo bueno?
¿Acaso puede salir del barrio del Sagrado Corazón, algo bueno?
¿Puede salir de la Diócesis de Tepic algo bueno?
Tenemos miedo de darnos crédito a nosotros mismos. Los psicólogos hoy le llaman autoestima, no tenemos que tener miedo a pesar de nuestras limitaciones y pobrezas; el Señor puede hacer maravillas con nosotros.
Veo aquí muchos adultos mayores, qué hermoso es descubrir nuestro camino de vida, para enriquecer a los demás. Los que ya estamos avanzados en años tenemos tantas cosas que comunicar de nuestra experiencia de vida, no perdamos nuestra oportunidad. El Papa Francisco dice que es la gran riqueza de la sociedad, los adultos mayores, los que ya caminaron, los que ya constataron una y otra vez, que el Señor nos lleva de la mano, los que ya sabemos que en las buenas y en las malas no nos deja. Dios está pendiente de nosotros, por eso a los que son más jóvenes, les digo, no tengan miedo de que de ustedes salga algo bueno. De nosotros el Señor hace maravillas, grandes cosas hemos de ver si respondemos positivamente a una primera inquietud que tengamos en nuestra conciencia, darle cause a la inquietud que nos pone Dios en nuestra conciencia. Nunca pensé que iba a ser obispo, mucho menos a lo que hoy me ha llamado, yo quería ser sacerdote. ¡Mayores cosas haz de ver!
En la dimensión de la vida de cada uno, nosotros tenemos una gran potencialidad si nos dejamos conducir por el espíritu de Dios, esta es la gran riqueza de la creación, por eso somos los hijos predilectos, las creaturas elegidas de Dios nuestro Padre.
Por eso nos envió a Jesús, por eso se encarnó para redimirnos, para una y otra vez restaurarnos, rehacernos y siempre con esperanza de que Dios tiene un proyecto para nosotros en lo personal y en lo comunitario, en lo eclesial.
Esta es la forma de dar la vida. Y dice hermosamente el apóstol y con esto término: Si nosotros damos la vida por nuestros hermanos es que somos de la verdad, tendremos nuestra conciencia tranquila y habremos encontrado el amor.
¿No les parece fascinante? Es real, pero depende de nosotros que siempre demos ese paso, a darle cause a las inquietudes que el Señor pone en nuestro corazón.
Que así sea.
+Carlos Cardenal Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla
Rectoría de los Sagrados Corazones. Tepic, Nayarit. 5 de enero de 2017
I Juan 3, 11-21; Salmo 99; San Juan 1, 43-51
Dios le Bendiga por su nombramiento. En el año de 1994 siendo yo novicia recuerdo que usted visito a nuestra Madre Esperanza qed en el Monasterio de Clarisas aqui en Tepic y le entrego una Biblia de America en la que Ud formo parte en su traduccion y me fijo ” hija conserva esta Biblia para ti yo ya estoy cansada y pronto partire a la Casa del Señor, pero este Sacerdote a quie conosco desde pequeño se que llegara lejos. Su entrega y Karisma son grandes ora mucho por El. Y Dios me dio la oportunidad de ver realizadad estas palabras. Dios le Bendiga siempre nuestro Cardenal.