Marcos 1, 12-15
Queridos hermanos, ya iniciamos la Cuaresma, que son los cuarenta días de preparación a la gran fiesta de la Pascua, donde celebramos la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Es el Hijo de Dios que va a morir, pero nos va a resucitar, nos va a rescatar del pecado y de la muerte, por eso hay que prepararnos.
La invitación fundamental es: conviértanse. Sí, es el tiempo de volvernos a Dios, es el tiempo también de reconciliarnos con nuestros hermanos y es el tiempo también de poner toda nuestra confianza en el Señor, en su Palabra. Así que queridos hermanos, yo los invito a que iniciemos con gozo esta Cuaresma.
En el Evangelio, de este primer Domingo de Cuaresma del ciclo B, encontramos varios elementos. Jesús impulsado por el Espíritu Santo va al desierto; el desierto aparece como un lugar donde hay soledad, no hay agua, pero también es un lugar tranquilo, de encuentro con Dios. El pueblo de Israel estuvo en el desierto y experimentó el amor de Dios. Jesús va a al desierto a orar y ahí se pasó cuarenta días de ayuno, por eso la Cuaresma toma también su sentido de Cristo, del diluvio que también purificó la tierra. Con esto ya nos está indicando que en la Cuaresma, nosotros tenemos el tiempo para purificar nuestros corazones, para que se llenen de bondad, quitar de nosotros todo lo negativo.
La Cuaresma es entonces, un tiempo de preparación, de purificación, es un gran acontecimiento. Moisés estuvo también cuarenta días y cuarenta noches antes de recibir en el Sinaí las tablas de la ley. Bueno pues preparémonos en estos cuarenta días para el encuentro con el Señor.
Jesús fue tentado por satanás; la tentación siempre es una prueba, y salió victorioso. Nosotros también podemos salir victoriosos de las tentaciones. Una tentación siempre es una invitación a desobedecer a Dios, a apartarnos del Señor. El Papa Francisco en su mensaje de Cuaresma, nos habla de las tentaciones y nos dice: “Cuidado con los encantadores de serpientes que se aprovechan de las emociones de los hombres y les ofrecen placeres fáciles, afán de dinero, soledad, aislados de los demás, y los hacen esclavos de promesas de una felicidad falsa o pasajera. Cuidado también con los charlatanes, que ofrecen curaciones falsas; cuidado con las ilusiones de la droga, el dinero fácil pero deshonesto, pues esto esclaviza y hace perder la dignidad”. Por eso el Señor nos habla de que toda tentación es una invitación a apartarnos del bien, pero feliz el que sabe vencer las tentaciones. Estamos en Cuaresma, por lo tanto el Señor nos da ejemplo de cómo vencer las tentaciones.
Otro elemento es que en el desierto Jesús vivió entre los animales salvajes; ya nos está anunciando lo que había dicho Isaías en el capítulo 11,1-9, –donde volverían a convivir todos los animales salvajes–; incluso el niño metería el dedo en el agujero de la víbora y no le haría nada, estarían juntos el cordero y el lobo, la vaca y el oso, esto nos va a decir que el Señor ha venido a restablecer la armonía, fuera la violencia. En nuestro mundo hay mucha violencia, hay guerra, hay destrucción. Pero el Señor viene a traer la paz y la armonía, y por eso nos invita a todos a iniciar este tiempo de reconciliación, ponernos en paz, en armonía con nuestros hermanos, quitar toda palabra ofensiva que daña, que destruye, toda actitud de opresión, actitudes despóticas, egoísmos, violencias, para vivir una vida de armonía, de paz.
Vale la pena prepararnos en este tiempo de la Cuaresma, pensemos que este es un tiempo para convertirnos, quitar todo mal; es un tiempo de dar limosna, que es compartir lo que Dios nos da; ayunar de hacer el mal y sobre todo ver en cada hermano nuestro el rostro de Cristo.
La bendición de Dios Omnipotente: Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y permanezca para siempre. Amén.
+ Mons. Luis Artemio Flores Calzada
Obispo de la Diócesis de Tepic