Queridos hermanos, en este 7º Domingo Ordinario la palabra del Señor nos habla acerca de cómo restablecer las relaciones entre nosotros, tantas veces dañadas por quienes nos hacen el mal; y, sobre todo, nos previene sobre cómo no debe suceder la violencia entre nosotros. La Palabra de Dios nos invita a que haya buena relación, nos da consejos muy prácticos.
Uno de los consejos básicos es que tratemos a los demás como nosotros queremos ser tratados. Es una regla de oro: todos queremos que nos traten bien, entonces hay que tratar bien a la gente; no queremos que nos dañen, no hay que dañar a nadie; no queremos que nos mientan, no hay que mentir; no queremos que nos critiquen, no critiquemos a nadie. Esto nos lo repite con otras palabras: “la medida que usen con los demás, es la misma que van a usar con ustedes”. Aquí tenemos una regla de oro: tratar bien a los demás como queremos que nos traten a nosotros.
Pero si alguna vez alguien nos ha dañado y se ha convertido en un enemigo, el Señor también nos da un remedio: “Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los aborrecen, bendigan a quienes los maldicen”.
Jesús hoy nos invita a extender nuestro amor, no sólo a los amigos, también a los enemigos. En esta máxima cristiana: “amen a sus enemigos”, Cristo contrapone el amor al odio: “si amamos sólo a los que nos aman qué cosa de extraordinario hacemos”; también los pecadores aman a los que los aman.
Y además nos propone algo más avanzado: el trato a los demás y a nuestros enemigos teniendo como modelo al mismo Jesús que es misericordioso, como su Padre Dios es misericordioso. Estamos invitados a parecernos a Dios, que ama a todos, incluso ama a los malvados y quiere su bien.
Y a nosotros, que somos hijos de Dios, nos invita a algo todavía más maravilloso, tener el corazón y las actitudes de Cristo, ser misericordiosos como nuestro Padre Celestial es misericordioso. Por lo tanto, la capacidad de superar la violencia, no caer jamás en la venganza. Porque la violencia ejercida trae más violencia y se convierte en una cadena de destrucción interminable. Sin embargo, sembrar amor y misericordia –ahí donde hay odio y muerte– trae la solución a todo tipo de venganza y de violencia; porque el amor sana, purifica, salva. Pidámosle al Señor la gracia de perdonar y de vencer el mal haciendo el bien.
La bendición de Dios Omnipotente: Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y permanezca para siempre. Amén.
+ Mons. Luis Artemio Flores Calzada
Obispo de la Diócesis de Tepic
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VII Domingo Ordinario
Samuel 26, 2-23: “David no quiso atentar contra el ungido del Señor”.
Salmo 102: “El Señor es compasivo y misericordioso”.
I Corintios 15, 45-49: “Fuimos semejantes al hombre terreno y seremos semejantes al hombre celestial”.
San Lucas 6, 27-38: “Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso”.