“El mandamiento del amor”
—Mt 22, 34-40—
Queridos hermanos, un doctor, un personaje erudito en la ley, pone a prueba a Jesús y le pregunta: ¿Cuál es el mandamiento más grande?; y Jesús le responde rápidamente: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente; y el segundo es semejante: amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
Hoy Jesús toca el tema más importante. Quiero decirte que Dios es amor, así nos lo dice San Juan en el capítulo 4, versículo 8 de su primera Carta: “Dios es amor”, y así es, Él al crearnos nos crea a su imagen y semejanza, por amor y para amar. Esto es lo más importante en la vida: amar. San Agustín decía: “Ama y haz lo que quieras”; es que el que ama se parece a Dios y el que ama siempre practica el bien.
Yo te invito a que a partir de esto, leas también el capítulo 13 de la Primera Carta del Apóstol Pablo a los Corintios, ahí nos dice: “El amor es comprensivo, el amor es servicial, el amor no es egoísta, el amor siempre busca el bien de los demás”. Bueno, pues si, Dios que es el que nos creó, por lo tanto, nuestro primer signo es de gratitud a Dios: amarlo, y amarlo con todo nuestro ser, con toda nuestra mente, con nuestro corazón, con nuestras fuerzas.
Quisiera preguntarte hoy: ¿De verdad amas a Dios, así, con todo tu corazón, ocupa el primer lugar en tu vida? Es cierto, amamos a nuestros padres, a nuestra familia, a nuestros hijos, a nuestros amigos; pero no olvidemos que el que ocupa el primer lugar y el centro es Dios, ¿por qué?, pues porque Él es el que nos ha creado y antes de amarlo, Él nos ha amado primero, también nos lo dice San Juan: “Dios nos amó primero” y nos amó tanto que por nosotros hizo la creación, nos dio una familia, nos dio vida y tenemos que ser agradecidos con Dios; nos amó tanto que mandó a Jesús su hijo amado, para dar la vida por nosotros y rescatarnos del pecado y del mal, nos amó tanto que mandó al Espíritu Santo que es el amor divino. San Pablo nos dice: “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones”, por lo tanto hoy el Señor nos dice que lo más importante, la ley más valiosa es amar a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra mente, y la señal de que amamos a Dios es que cumplimos sus mandatos.
Si estás cumpliendo los mandatos del Señor es señal de que sí lo amas, pero el amor a Dios está íntimamente ligado con el amor al prójimo; vertical hacia Dios, pero también horizontal, y prójimo es mi hermano, por lo tanto todos los seres humanos son mis hermanos: el pobre, el enfermo, el migrante, mi hermano de sangre, a todos hay que amarlos.
También Jesús nos enseña a amar a nuestros enemigos, a los que nos han hecho mal, a los que hablaron mal de nosotros, a los que nos desprestigiaron, también hay que amarlos, porque somos hijos de Dios y si fuimos creados por amor y para amar, también hay que amar a nuestro prójimo y el que ama otra vez, siempre practica el bien, el que ama siempre le hace el bien a todos.
Pero también hay que amarnos a nosotros mismos, pues en la actualidad mucha gente no se ama; pidámosle al Señor que tengamos autoestima, valorarnos, querernos a nosotros mismos.
La bendición de Dios Omnipotente, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ti y permanezca para siempre. Amén.
+ Mons. Luis Artemio Flores Calzada
Obispo de la Diócesis de Tepic
Homilía 29 de Octubre, 30º Domingo tiempo Ordinario
San Mateo 22, 34-40: “Amarás al Señor, tu Dios, y a tu prójimo como a ti mismo”.