«Que se amen los unos a los otros como yo los he amado». Juan 15, 12.
Queridos hermanos, sacerdotes, hermanas religiosas, hermanos laicos y laicas, hoy nos alegramos por celebrar 130 años de la erección canónica de nuestra Diócesis de Tepic, en el año 1891, y precisamente este día el Señor nos convoca para continuar caminando, guiados por el Espíritu Santo, con la misión de hacer presente a Cristo y a su obra salvadora, para experimentar la acción de Dios en medio de su pueblo.
En la primera lectura escuchamos cómo algunos miembros del pueblo de Israel deseaban unirse a cultos paganos, abandonando a Yahvé y ofreciendo sacrificios a dioses falsos; es más, echaron al fuego los libros de la ley y condenaban a muerte a los que permanecían fieles a Dios. Así, vino la apostasía, es decir, negar a Dios. Pero no todo fue negativo, también, los que permanecieron fieles, dieron testimonio, hasta el punto de preferir morir antes que apostatar, antes que caer en la idolatría.
En la historia, también hemos visto que muchos hermanos nuestros, mártires que han preferido morir antes que negar a Dios; fueron fieles a su fe. La época que nos ha tocado vivir, está caracterizada por ser un mundo secular, que trata de quitar a Dios de la vida del ser humano; un mundo individualista, que elimina el carácter comunitario; un mundo que sin ética, un mundo que busca el consumismo, el tener en lugar del ser. Estamos viviendo una crisis antropológica, deshumanización y dejamos de lado nuestro origen divino, dando culto a los dioses falsos de nuestro tiempo: el placer, el poder y el dinero.
Constantemente olvidamos que somos seres de comunidad y que este ser se realiza en la medida que nos entregamos. Estamos llamados a la relación fraternal, como lo propone el Papa Francisco en Fratelli Tutti. En un mundo donde el dominar es dios, en un mundo dividido, de confrontación, donde prevalece el culto a Satanás, Dios nos llama especialmente a ser comunidad.
Hermanos, al iniciar la programación no olvidemos impulsar el Reino de Dios, un reino de fraternidad, solidaridad y comunión. No abandonemos a Dios, no nos dejemos llevar por la mundanidad de nuestro tiempo, como nos invita el Papa Francisco en Evangelii Gaudium, y consolidemos una Iglesia testigo, una Iglesia pobre, en salida, misionera y fraterna. Pidamos al Señor la gracia de trabajar con todas nuestras fuerzas por su Reino.
En el evangelio de hoy, escuchamos que Jesús se encuentra con un ciego, y le pregunta: ¿qué quieres que haga por ti?.- a lo que el ciego responde: que pueda ver. Hoy Jesús también nos pregunta qué puede hacer por nosotros, qué puede hacer por nuestra Diócesis. Pidámosle que podamos ver; ver que Él habita con nosotros, y también en el hermano, en el pobre, en el encarcelado, en el que sufre, para que viéndolo, aprendamos a llevar consuelo, amor y alegría. Que podamos ver en cada sacerdote una imagen de Dios, y ver que todos somos hermanos, aun siendo conscientes de los errores, corregir como Cristo nos exhorta, en la prudencia y el amor. Dios quiere testigos que vivan el Evangelio, que sean testimonio de fraternidad. Recientemente, la zona norte del estado de Nayarit, y la zona sur del estado de Sinaloa sufrió graves inundaciones; sin duda esta difícil situación se convirtió en una oportunidad para manifestar nuestra solidaridad. Así pues, que cada día encontremos nuevas oportunidades para manifestar signos de cariño, signos de Dios.
Es hora de descubrir que somos instrumentos de Dios, que Él actúa, y por eso mismo nos llama, desde el bautismo, a colaborar con él. Es hora de descubrir cómo desea actuar en los niños, en los jóvenes y las familias, y encontrar nuevas formas para erradicar la violencia, la pobreza, la inseguridad, el dolor, el sufrimiento y la marginación.
Vivamos un impulso nuevo, trabajemos por hacer de nuestra Iglesia, una verdadera Iglesia viva, una Iglesia con rostro joven.
Recientemente los obispos de México recogimos todos los anhelos para renovar nuestra Iglesia, mediante una vida pastoral centrada en Cristo, que no pasa de moda, una Iglesia sinodal, es decir, sentarnos a pensar, a dialogar juntos, para caminar juntos. Ante el desánimo, Jesús sale al encuentro para renovarnos. Que nuestra planeación sea también un sínodo, dóciles a la acción del Espíritu Santo.
Construir el Reino es renovar la dignidad humana, descubrir cuán valiosos somos, es trabajar por la paz, trabajar juntos y ayudarnos desde cada vocación. Construir el Reino es penetrar en la vida social, ser una Iglesia que llegue al trabajo, a la cultura, a la economía, a la política y a cada espacio de nuestra vida. Demos impulso al reino con esta programación, en comunión con la Iglesia mexicana y universal. Así sea.
+ Monseñor Luis Artemio Flores Calzada
VIII Obispo de la Diócesis de Tepic