Habla la Iglesia discapacitada

Discapacitados, minusválidos, personas con capacidades especiales, con cualidades diferentes… El nombre no importa porque la cuestión puede verse reducida tan sólo a un debate retórico; lo que importa es su realidad, las dificultades que a diario afrontan tratando de vivir y, más de alguno, sobrevivir. El próximo 3 de diciembre se celebra el Día Internacional por las Personas con Discapacidad, pretexto idóneo para volver nuestros ojos a una porción muy específica del pueblo de Dios: los hermanos discapacitados.

Defendiendo para entender
El Dr. Alejandro Esponda define la discapacidad como «cualquier restricción o impedimento de la capacidad para realizar una actividad en la forma o dentro del margen que se considera normal para el ser humano». La discapacidad se caracteriza por excesos o insuficiencias en el desempeño de una actividad rutinaria normal, los cuales pueden ser temporales, permanentes, reversibles o surgir como consecuencia directa de la deficiencia o como una respuesta del propio individuo –sobre todo lo psicológico– a deficiencias físicas, sensoriales o de otro tipo.
«Cabe señalar –asegura el médico– que hay distintas discapacidades: física, sensorial, intelectual y psíquica, porque entonces entendemos y asumimos que la discapacidad no tiene que ver sólo con el aspecto físico, sino con otros ámbitos que la convierten en un problema mucho más complejo. Las instituciones de Seguridad Social cubren las necesidades de aproximadamente 4.7 por ciento de los discapacitados a nivel nacional, según datos oficiales, y existen muy pocas instituciones de beneficencia de índole privada que ofrecen atención médica a este grupo; desafortunadamente, además, no toda la población en México tiene acceso a los servicios de salud institucionales». Según el doctor Esponda, la discapacidad en nuestro País constituye un gravísimo problema al que la iniciativa privada no se ha sumado, fuera de la organización del Teletón y otras iniciativas menores; en general, el discapacitado es considerado como un ciudadano inferior y, si se atienden, el trato y las oportunidades que se le dan son limitadas.

Cifras y realidad
El número de personas que sufren algún tipo de discapacidad física se ha estimado, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización de Rehabilitación Internacional (RI) y la Oficina Panamericana de la Salud (OPS), entre el 7 y el 10 por ciento de la población mundial total.

Específicamente en México, la OMS ha calculado una población discapacitada de 14 por ciento, es decir, aproximadamente 14 millones de mexicanos padecen alguna discapacidad física o mental.

Datos que alarman
Según la Confederación Mexicana de Asociaciones en Favor de la Persona con Deficiencia Mental, A.C., las cifras en nuestro País son alarmantes: 5 millones de personas con deficiencia mental y de 6 a 7 millones con otras discapacidades (ceguera, diversos tipos de parálisis, sordera, parálisis cerebral infantil, secuelas de accidentes, etcétera). La Oficina de Representación para la Promoción e Integración Social para Personas con Discapacidad de la Presidencia de la República, ha dicho que cada año se suman, en México, a las más de 10 millones de personas con alguna discapacidad, alrededor de:

125 mil discapacitados por secuelas de fracturas,
67 mil por malformaciones congénitas,
43 mil por secuelas de enfermedad vascular cerebral,
20 mil como consecuencia de trauma cráneo-encefálico,
12 mil por parálisis cerebral infantil, y
2 mil 400 por sordera congénita.

Cruda realidad
En nuestro país, según Carlos Peralta Díez, Director del Centro de Integración para el Discapacitado de Occidente, el discapacitado padece no sólo su enfermedad, sino la falta de oportunidades para su desarrollo integral. «En muchos casos, la falta de atención adecuada y oportuna, aunada en ocasiones a la falta de información del problema que sufre el discapacitado, repercute en cambios importantes negativos y altera definitivamente las condiciones de vida familiar, social y laboral», comenta, y añade: «En países desarrollados, como Japón, Alemania, Estados Unidos y Francia, entre otras tantas naciones, la situación de las personas discapacitadas es tomada en cuenta en diferentes actividades sociales y laborales, por ejemplo: en los sistemas de transporte colectivo, en la eliminación de las llamadas “barreras arquitectónicas”, en las condiciones de empleo, etcétera».

Sin voluntad
Peralta Díez abunda en que en la República Mexicana, desafortunadamente, aún existe un grado importante de menosprecio social, gubernamental y de las instituciones sanitarias hacia el discapacitado: «El problema para atender a este sector de la sociedad no es el económico, sino la falta de voluntad política. No hay partidos, ni de izquierda ni de derecha, que asuman este compromiso. Sí hay normativas y leyes a este respecto, pero no son suficientes, porque se enfocan sólo al plano de la atención al discapacitado pero no a la prevención, mucho menos a la provención, que consiste en dar herramientas a la ciudadanía y a los discapacitados para una sana convivencia».

Para Peralta Díez, además del compromiso de las autoridades, resulta fundamental un manejo multidisciplinario efectivo de los problemas de discapacidad física inexistente hasta hoy en nuestro país, y que consiste en la restitución total de las funciones o la disminución máxima de lesión permanente. Por lo tanto, la forma menos difícil de lograr este objetivo primordial es «por medio de la disponibilidad y utilización del equipo más adecuado, la conformación de grupos multidisciplinarios con preparación y el manejo integral de cada uno de los problemas que presenta la persona discapacitada».

«La Iglesia discapacitada»
Si bien es lamentable que los gobiernos no asuman un compromiso serio en favor de este sector vulnerable de nuestra sociedad, es todavía más lamentable que en el seno de la Iglesia también se haya dejado de lado esta cuestión. Sin embargo, existe en la Iglesia la Fraternidad Cristiana Internacional de Personas con Discapacidad (FRATER), un movimiento católico constituido y dirigido por personas con discapacidad que asumen su protagonismo en la vida pública y social. Legalmente, se trata de una asociación privada internacional de fieles de derecho pontificio, con personalidad jurídica, aprobada canónicamente por el Consejo Pontificio para los Laicos el 11 de febrero de 1995, y con estatutos aprobados definitivamente desde el 13 de mayo del año 2000. Juan Manuel Romo es miembro de FRATER México, y asegura que en nuestras iglesias diocesanas hace falta una mayor atención hacia las personas discapacitadas: «En muchos templos, me atrevo a decir que en más del 70 por ciento, no hay rampas para personas que se desplazan en silla de ruedas, y algo más grave es que en el 98 por ciento de las iglesias, no se celebra Misa para silentes (sordomudos) o carecen de sitios especiales para invidentes». Manuel Romo agrega que existe hoy otra iglesia, «la Iglesia discapacitada», la que conforman las personas con capacidades diferentes, a la que hace falta apoyar y motivar para que se sienta integrada y tomada en cuenta: «Cada diócesis debería contemplar en su estructura y organigrama una sección que trabajara con los discapacitados y, al menos, debería haber una parroquia por decanato o zona pastoral, donde se celebrara Misa para silentes».

Formación y catequesis
Juan Manuel Romo pide a los sacerdotes seguir el ejemplo del Papa Juan Pablo II, quien se interesó por los hermanos discapacitados al convocarlos al Gran Jubileo del Año 2000, e impulsando una serie de acciones a través del Pontificio Consejo de los Laicos: «Nos hace mucha falta material formativo para personas discapacitadas, como catecismos para invidentes, misales, etcétera. Pero, sobre todo, el interés de los pastores por impulsar esta pastoral especializada, como una urgencia para dar respuesta a una porción importante del pueblo de Dios. Creo que, a la par de que los pastores exijan que los discapacitados sean bien tratados, debemos poner las condiciones para que se desarrollen en la Iglesia».

Causas de la discapacidad en México
1. Hereditarias o genéticas.
2. Congénitas o presentes en el nacimiento.
3. Secundarias a accidentes deportivos.
4. Accidentes de trabajo.
5. Accidentes en el hogar.
6. Secundarias a tratamientos para curar el cáncer.
7. Secundarias a traumatismos por violencia.
8. Secundarias a accidentes viales.
9. Secundarias a enfermedades infecciosas.
10. Deformidades articulares por edad avanzada.
11. Diversos tipos de artritis (reumatismos).
Fuente: INEGI

 

Arnold Omar Jiménez

 

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