EMF 2009
El Encuentro Mundial de las Familias (EMF) es una convocatoria a nivel internacional, con una periodicidad de tres años. Convocado por el Papa para celebrar el sacramento de la familia, en éste se trata de dialogar y profundizar sobre la visión católica de la familia. El Santo Padre Juan Pablo II fundó estos encuentros en 1992, proclamando: “En la familia se fragua el futuro de la humanidad”.
La familia y su situación actual
El tema fundamental es la institución de la familia y su situación en los tiempos actuales. La anterior edición del encuentro se celebró en 2006, en la ciudad española de Valencia, y el próximo, que ha sido convocado por el Papa Benedicto XVI, tendrá lugar en la Ciudad de México del 13 al 18 de enero de 2009. Estos encuentros han tenido sedes tan diversas como Río de Janeiro, en 1997; Roma, en 1994 y 2000; Manila, en 2003 y Valencia, en 2006.
Cada tres años, todas las familias del mundo son invitadas por el Sumo Pontífice a reunirse para celebrar el gran don que es la familia para los seres humanos. Este es el sentido del EMF: “Celebrar el don divino que es la familia y reunirlas para rezar, dialogar, aprender, compartir y profundizar sobre la comprensión del papel de la familia cristiana como iglesia doméstica y unidad base de la evangelización” (Pontificio Consejo para la Familia).
Encuentro a la mexicana
La organización de cada EMF corresponde al Pontificio Consejo para la Familia, en colaboración con la diócesis elegida como sede, en este caso, como anunció Su Santidad Benedicto XVI al clausurar el encuentro de Valencia, la Arquidiócesis Primada de México, cuyo pastor es el Cardenal Norberto Rivera Carrera.
Todo EMF consta de varias manifestaciones principales:
• El congreso internacional teológico-pastoral que reúne a los mejores exponentes del mundo en el tema de la familia.
• Un encuentro festivo, en el que, acompañados de cantos y plegarias, se presentan testimonios de familias de todo el mundo.
• Una Misa solemne, concelebrada por cardenales, obispos y sacerdotes presentes, junto con miles de familias de todo el mundo.
“Salvar y promover los valores y exigencias de la familia”
Siguiendo el legado de Su Santidad Juan Pablo II, Benedicto XVI no ha cesado de resaltar la importancia de la alianza conyugal y la familia. En Valencia lo hacía con las siguientes palabras: “La justa relación entre el hombre y la mujer hunde sus raíces en la esencia más profunda del ser humano y sólo puede encontrar su respuesta a partir de éste. Por consiguiente, es indispensable y urgente que todo hombre de buena voluntad se esfuerce por salvar y promover los valores y exigencias de la familia (…) La familia cristiana tiene, hoy más que nunca, una misión nobilísima e ineludible, como es transmitir la fe, que implica la entrega a Jesucristo, muerto y resucitado, y la inserción en la comunidad eclesial. Los padres son los primeros evangelizadores de los hijos, don precioso del Creador, comenzando por la enseñanza de las primeras oraciones. Así se va construyendo un universo moral enraizado en la voluntad de Dios, en la cual el hijo crece en los valores humanos y cristianos que dan pleno sentido a la vida”.
Retos de todas las familias
La institución familiar en los albores del siglo XXI experimenta los embates de ideologías contemporáneas como el relativismo, el materialismo, el hedonismo y, de modo particular, el individualismo, que minan desde la raíz a la comunidad de vida y amor que es la familia. Ante todo esto, es necesario volver a proponer varios retos, entre los que destacan:
• La formación en valores y virtudes humanas y cristianas.
• El testimonio de los padres para lograr una mejor convivencia y comunicación.
• La necesidad de impulsar una perspectiva de familia, es decir, que las leyes y políticas gubernamentales tomen como referente el fortalecimiento y la protección de la familia.
Identidad y misión de la familia
La Sagrada Familia de Nazaret es el modelo del Evangelio de la familia, es la buena nueva que la familia moderna, como la de todos los tiempos, tiene que contemplar, a fin de que pueda afrontar con certeza los retos que la modernidad le propone. La plenitud de la familia radica en desarrollar la identidad y la misión para la que Dios la constituyó: hacer felices a cada uno de sus miembros desde la unidad del hogar y tener la seguridad de haber entregado a la siguiente generación los valores humanos y cristianos necesarios, para seguir haciendo de cada familia un lugar de encuentro con la vida, con los hermanos y con Dios.