El silencio de la soledad

 

Vivimos en una sociedad donde estar acompañado es lo común, lo ideal, lo necesario. Y esta compañía puede tratarse de una pareja, o de cualquier otra persona. No sabemos apreciar el regalo que nos da la soledad, el silencio que nace cuando acallamos nuestra voz y pensamientos.

 

Un viaje conmigo misma

Hace unos días decidí viajar hacia las playas del Caribe mexicano, específicamente a Playa del Carmen, Quintana Roo. Se trató más de un viaje impulsivo que planeado, las expresiones tanto de mi familia y mis amigos fueron de asombro, como si no pudiesen creer que fuera posible disfrutar un viaje estando sola, y yo estoy convencida de que sí.

Estando sola, en mi cuarto, pude darme cuenta de la necesidad ferviente de comenzar a vivir conmigo misma, y admito que tuve miedo de animarme a viajar sola, pisar otra ciudad, conocer gente con otras costumbres, con otros acentos e ideas. Aunque vivimos en este país llamado México, somos tan diferentes.

El mar del Caribe mexicano es precioso, aunque no pude apreciarlo totalmente porque las playas de Cancún y Playa del Carmen estaban llenas de un tipo de alga que los lugareños le llaman “sargazo” y no permite disfrutar de la arena, además de afectar el turismo. En cambio, pude platicar con un habitante de Playa del Carmen, quien expresaba su enojo porque el gobierno local no invirtió lo suficiente para limpiar las playas, y esta alga, que es un desecho del mar, se acumulaba y daba un muy mal aspecto.

Todas estas experiencias son valiosas para mí, pues me permitieron disfrutar, por ejemplo, de un desayuno o de una comida en soledad, escribiendo como suelo hacerlo, expresando mis emociones, cerrando mis ciclos de relaciones interpersonales. Y aunque a muchos no les agrada el clima caluroso, para mí es maravillosa esa humedad por las mañanas y el frescor de la tarde, ya cuando el sol está por meterse. Todos los días me regalé un precioso atardecer, una caminata por la arena blanca y un silencio en la mesa de algún café.

 

Disfrutar del silencio

Cuando comienzas a disfrutar de tu silencio, a darte la oportunidad de encontrarte contigo mismo, de escuchar tus pensamientos, de poner en orden las ideas que cruzan por tu cabeza, los planes por hacer, entonces comienzas a vivir, a agradecer lo que tienes porque lo has merecido y has sido bendecido por ello. Cuando a través de ese silencio sanador, permites reconciliarte con esas emociones “negativas”, lo haces de forma consciente y las dejas ir de tu vida.

Pude conocer la zona arqueológica maya, Chichén Itzá, la pirámide de Kukulcán, un lugar imponente, majestuoso; quise conocer mis raíces, porque soy mexicana y esa es parte de mi identidad; apreciar ese lugar aun cuando la lluvia amenazaba con caer, las nubes adornaban perfectamente ese recinto.

Otro lugar que fue parte de la civilización maya es Tulum, una ciudad mercantil que después de la caída de Chichén Itzá cobró fuerza durante la civilización. Pude apreciar su faro, que mira hacia el horizonte del Caribe y la vista, por supuesto, es hermosa.

 

Encontrarse en el silencio y la soledad

Hay un libro que ha sido de inspiración constante para mí, y admito que me llevó a realizar mi propio viaje; su título es Comer, rezar y amar. La protagonista de la historia también inicia un viaje a distintos países. Contiene una frase que me ha gustado mucho y que resume en muchos aspectos lo que esta aventura significó para mí: “La regla de la física de la búsqueda viene a decir algo así: si tienes el valor de dejar atrás todo lo que te protege y te consuela, lo cual puede ser cualquier cosa como tu casa o viejos rencores, y embarcarte en un viaje, en búsqueda de la verdad, ya sea hacia lo interior o lo exterior, y si estás dispuesto a que todo lo que te pase en ese viaje te ilumine, y si aceptas como tu maestro a todo el que te encuentres en el camino, y si estás preparado sobre todo a afrontar y a perdonar algunas de las realidades muy duras de ti mismo, entonces la verdad no te será negada”.

Atrévete, encuéntrate en el silencio de la soledad.

 

Ps. Belén Solís Guerrero

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Comentarios a la autora: (psicbel86@hotmail.com)

 

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