El servir

01Se llama Marisa. Cuando era adolescente asistió a una reunión a la que asistieron los jóvenes de la colonia donde vivía, para formar un grupo juvenil. Muy entusiasmados, proporcionaron sus ideas para la realización del anhelado proyecto y llegó el momento de deslindar responsabilidades.

Todos querían participar y lo hacían con generosidad y alegría, pero nos llamó la atención la actitud de Marisa, quien cada vez que solicitábamos un voluntario para el trabajo, siempre decía: “¡Yo!”. Y lo hacía con entusiasmo, con auténticas ganas de servir. Marisa barría el salón, llamaba por teléfono desde su casa para recordar las reuniones, hacía carteles, sacaba copias, ¡se desvivía en servir a los demás!

Le pregunté por qué era tan servicial y me contestó con orgullo: “Soy guía scout”. Desde entonces, los scouts, con su lema: “Siempre listos”, y su nudo en la pañoleta que les recuerda su buena acción de cada día, se ganaron mi confianza. Sé que se puede contar con ellos.

El que no vive para servir, no sirve para vivir
A pesar de que tengo muchos años de ser sacerdote, me sigue impresionando y llegando al corazón la ceremonia del lavatorio de los pies que la Iglesiacelebra el Jueves Santo. ¡Jesús, el Maestro, el Señor, sirviendo en una tarea tan humilde! Realmente Él quería mucho a sus Apóstoles, y allí está la clave de su servicio: servir a los que uno ama es satisfactorio. El Jueves Santo me ayuda a descubrir la grandeza del amor paternal que convierte a los papás nada menos que en sirvientes de sus hijos.

Toda la cuestión está en amar. Cuando la fe nos lleva a descubrir que el amor que sentimos a quienes están ligados a nosotros por la sangre, se debe extender a todos los hijos de Dios, entonces comprendemos y tratamos de imitar el testimonio de aquellos que gastan su vida en el servicio de los que sufren. Pero no sólo la fe mueve al servicio, pues, incluso, los no creyentes, cuando descubren la dignidad del hombre y de toda la Creación, aprenden a amar y a servir.

Servir es también una terapia que cura la soledad, la depresión, la dependencia de las drogas, la mal vivencia en general. Si desean rehabilitar a un hombre, ayúdenlo a descubrir la satisfacción de servir a los demás y podrá rehacer su vida.

El hombre que no sabe amar, tampoco sabe servir. Es aquél que cuando se le pide un servicio, contesta: “¿Y yo qué gano?”. El egoísmo es, pues, un impedimento para el servicio desinteresado.

El hogar, escuela de servicio
En todas las familias sucede que un miembro se niega a ser útil y recibe el servicio de los demás con un cinismo que lastima al resto. Normalmente son personas enfermas que necesitan un tratamiento especializado para que reencuentren su papel en casa. Mientras tanto, la paciencia y la tolerancia son el servicio que se les debe brindar, pero nunca la complicidad.

La armonía familiar supone que cada uno de sus miembros acepta y realiza, por amor, el servicio que le corresponde; cuando un miembro falla, daña a todos. Cuando ambos padres tienen que trabajar fuera del hogar se vuelve más necesario que los hijos aprendan a servirse y a servir a sus hermanos. De este modo, el hogar se convierte en una verdadera escuela de hombres y mujeres útiles, llenos de un gran espíritu de servicio.

Para tener en cuenta:

  1.  Aunque es cierto que los padres sirven a sus hijos por obligación, háganles ver que lo hacen más por amor.
    2.    Eviten pagar a sus hijos por un servicio al hogar, porque destruyen la gratuidad del amor.
    3.    No carguen sobre alguno de sus hijoslos servicios que deben repartir equitativamente entre todos.
    4.    No discriminen a sus hijas haciéndolas esclavas de sus hermanos varones.
    5.    Enseñen a los hijos mayores a preocuparse por los más chicos y a ayudarlos económicamente cuando ya trabajen.
    6.    Como familia escojan algún servicio a la sociedad o a la Iglesia, y cúmplanlo responsablemente.
    7.    Dar el lugar en el transporte público, ayudar a un anciano o a un ciego, ser educados y corteses con las mujeres, son normas de buena educación y, a final de cuentas, de caridad cristiana.
    8.    Si nuestro trabajo consiste en dar algún servicio, transformemos la obligación en amor al prójimo y hagamos más de lo que estamos obligados a hacer.
    9.    Hoy la sociedad va tomando conciencia de ayudar voluntariamente y se forman grupos de voluntariado. Pertenecer a uno de ellos es una oportunidad de servir.
    10.    Hay personas que nos sirven porque necesitan ganarse la vida. Agradezcamos su servicio y tratemos a esos servidores reconociendo su dignidad. La propina es un signo de agradecimiento.

Sergio G. Román

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