El Sacerdocio y la Eucaristía

La Misa es el memorial del sacrificio de la Cruz. “La Iglesia vive continuamente del sacrificio redentor, y accede a él no solamente a través de un recuerdo lleno de fe, sino también en un contacto actual, puesto que este sacrificio se hace presente, perpetuándose sacramentalmente en cada comunidad que lo ofrece por manos del ministro consagrado. De este modo, la Eucaristía aplica a los hombres de hoy la reconciliación obtenida por Cristo una vez por todas para la humanidad de todos los tiempos”. En efecto, “el sacrificio de Cristo y el sacrificio de la Eucaristía son, pues, un único sacrificio”. En cuanto viviente y resucitado, Cristo se hace en la Eucaristía “pan de vida”, “pan vivo”.

Obediencia y unidad al Padre

La Eucaristía es sacrificio en sentido propio y, en primer lugar, don de Cristo al Padre: “Sacrificio que el Padre aceptó, cambiando esta total donación de su Hijo, que se hizo obediente hasta la muerte”. Por lo que en la plegaria eucarística (III) menciona: “Fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu”. Así, con el don de su Cuerpo y su Sangre, Cristo acrecienta en nosotros el don de su Espíritu, infundido ya en el Bautismo e impreso como sello en el sacramento de la Confirmación. Además, las palabras -en la espera de su venida- nos ofrecen la oportunidad de descubrir la anticipación del Paraíso y prenda de la gloria futura.

Especial resonancia

Cada Celebración Eucarística está destinada a despertar la conciencia de aquellos que participan en ella. Para el sacerdote despierta la responsabilidad hacia un mundo que se debe transformar, transfigurado por la Eucaristía; recibe una nueva luz acerca de la propia misión sacerdotal que le ha sido confiada y sobre el papel que debe asumir para que la fuerza de la Eucaristía pueda producir todos los efectos en cada existencia humana.

El sacerdote ha sido investido de la responsabilidad de la edificación de una nueva sociedad en Cristo. Más concretamente, tiene la posibilidad de dar un testimonio de fe en la nueva presencia, que nace de cada consagración, que cambia el pan y el vino en el Cuerpo y Sangre del Señor.

Edificación de la Iglesia y adoración contemplativa

El Concilio Vaticano II, en armónica continuidad con el magisterio precedente, enseña que la Celebración Eucarística está al centro de todo crecimiento en la Iglesia. Explica cómo crece el Reino de Cristo en el mundo: “Cada vez que el sacrificio de la cruz con el que Cristo, nuestro Cordero Pascual, es inmolado sobre el altar, se realiza la obra de nuestra redención. Y junto con el sacramento del pan eucarístico, se representa y se produce la unidad de los fieles, que constituyen un solo cuerpo de Cristo”.

De esta manera se manifiesta el papel constructivo del sacerdote, quien ha sido comprometido por Cristo en la obra más importante de transformación del mundo, que se realiza con la potencia de la Eucaristía. A este papel está unido otro compromiso del sacerdote, el de acoger la presencia eucarística con la mirada contemplativa de adoración y con un trato de extrema delicadeza.

Razón del Sacerdocio

En realidad, el Sacerdocio está en relación muy estrecha con la Eucaristía. Esta es la principal y central razón de ser del sacerdote, nacido efectivamente en el momento de la institución de la Eucaristía y a la vez que ella. “Hagan esto en conmemoración mía”, son palabras pronunciadas inmediatamente después de la consagración eucarística, y se repiten cada vez que ésta se realiza.

Mediante la ordenación, los sacerdotes están unidos de manera singular y excepcional a la Eucaristía. Son, en cierto modo particular, por ella y para ella.

 

Sacerdote eucarístico

De esta manera el culto eucarístico, tanto en la celebración de la Misa como en lo referente al Santísimo Sacramento, es una corriente vivificante, que une el Sacerdocio común de los fieles y lo presenta en su dimensión vertical y con su valor central.

El sacerdote ejerce su misión principal y se manifiesta en toda su plenitud celebrando la Eucaristía, y tal manifestación es más completa cuando él mismo deja traslucir la profundidad de este misterio, para que sólo Él resplandezca en los corazones y en las conciencias humanas a través de su ministerio.

Oración por los sacerdotes

Oh, Jesús, guarda a tus sacerdotes al abrigo de tu Corazón. Guarda sin manchas sus manos consagradas que diariamente tocan tu santo Cuerpo, y limpios sus labios teñidos con tu preciosa Sangre.

Guarda puros sus corazones, marcados con el sello sublime del Sacerdocio, y no permitas que el espíritu del mundo los contamine. Aumenta el número de tus apóstoles, que tu santo Amor los proteja de todo peligro.

Bendice sus trabajos y que este fruto sea la salvación de muchas almas, que serán su consuelo aquí y su corona eterna. Amén.

Brígido Ibarra Razura

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Comentarios al autor ( brigidoibarra@hotmail.com )

 

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