Hace tiempo acudí a un curso sobre prevención social de las adicciones, dirigido a personal de instituciones gubernamentales en las que se trabaja con pacientes adictos. El módulo que se nos presentaba era un tanto diferente a todos los modelos anteriores, un modelo que hablaba acerca de la espiritualidad. Y no, no se habló acerca de religión, ni se cuestionó si profesaban alguna los asistentes, ni siquiera fue dirigido para los usuarios o consumidores de alguna droga; el ponente planteó una pregunta abierta para todos los que estamos al frente de un centro de tratamiento, o simplemente para los que estamos en contacto con personas involucradas en dicha problemática, y fue la siguiente: ¿cómo está tu relación con Dios? En ese momento se presentó un silencio en el salón, y nadie acertó a responder.
¿Cómo está tu relación con Dios?
Posterior a esta cuestión el ponente agregó que el módulo no estaría enfocado al trabajo espiritual con adictos, sino que más bien nos invitaría a hacer una evaluación interior, sobre cómo estábamos espiritualmente en nuestras vidas, si realmente hay coherencia en el mensaje que brindamos a las personas que acuden por nuestra ayuda o servicio profesional, porque en nuestro servicio estamos dando sanidad, y si no estamos sanos no somos coherentes.
Me llamó mucho la atención, y me atrevo a decir que fue el mejor módulo de todo el curso, porque no solo me invitó a preguntarme acerca de mi espiritualidad, sino que me llevó a cuestionar situaciones de mi pasado, experiencias y relación con mis padres.
Si estoy en paz con mi pasado, con mis experiencias, con mis padres, con sus aciertos, con sus errores, significa que los he perdonado, que me he otorgado un maravilloso regalo y ese es el perdón. Quien está en paz con su pasado puede experimentar la felicidad, y la relación que establecemos con Dios nos brinda esa oportunidad.
Perdonarnos y perdonar
El mes de febrero, que se brinda culto al amor, que se invita a la sociedad a regalar, a dar detalles, es importante tener el mejor detalle para contigo mismo y los demás: el acto de perdonar.
Existe una confusión acerca del perdón y es que creemos que perdonar es no tener carácter, ser un tonto, o que eso hace que me pueden volver a tomar el pelo infinidad de veces, y la realidad es que no es así, no se acerca en nada a lo que realmente significa.
Cuando perdonas tienes dos opciones, dependiendo de la persona a quien quieres perdonar o la situación, pero en el caso de las personas, tú puedes decidir reanudar la relación después de haber perdonado, o puedes decidir perdonar pero alejarte de esa persona, porque no te trae un bien a tu vida. Es muy importante desarrollar la habilidad de decidir cuando alguien te hiere, te lastima con alguna actitud o algún comentario; saberlo decir en el momento que sucedió la agresión y reconocer en lo que tú has contribuido, esta habilidad se le llama asertividad.
Y por qué es una habilidad, porque es una conducta con la que no nacemos, que tenemos que desarrollar, y no se aprende en la infancia a menos que tus padres te hayan enseñado y modelado para que sepas expresar tus emociones, tus inconformidades y expresar cuando te lastiman; pero lamentablemente no es así, sin embargo ahora como adulto puedes aprenderlo.
“Yo decido perdonarme por…”
El amor no es solo pasión, erotismo o placer; el amor es un sentimiento, no un estado sentimental. Y el perdón es parte del amor, del amor a ti mismo, a quien te ofendió, pero sobre todo es una decisión consciente, no se toma a la ligera y requiere de tiempo.
En este mes que sueles regalar, dar detalles a tu pareja, tus amigos, ten un detalle contigo mismo, revisa en tu historia de vida, incluso escribe en una hoja tus desaciertos, tus errores, detállalos si es posible y cuando termines de escribirlos, en voz alta, te vas a decir a ti mismo: “Yo decido perdonarme por…” Regálate ese perdón, pero sé consciente y no lo tomes a la ligera, haz las paces contigo y con Dios.
Psic. Belén Solís Guerrero
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Comentarios a la autora: (psicbel86@hotmail.com)