En la espera de nuestro nuevo Pastor
Hoy, la Iglesia Diocesana de Tepic atraviesa un momento importante en su historia. La renuncia por exigencia canónica de nuestro amado pastor, Mons. Alfonso Humberto Robles Cota y la inminente llegada de un nuevo obispo que dé continuidad a los trabajos pastorales que le urgen a la diócesis, constituyen el momento oportuno para reflexionar sobre el ser y quehacer del obispo. ¿Cómo y cuándo se constituyó el episcopado? ¿Cuál es la misión de un obispo? Hay que responder a estas preguntas para caminar acorde con los tiempos.
Una larga tradición cristiana
La palabra Obispo procede del latín Episcopo, que se traduce como “vigilar”. El obispo aparece muy temprano en la tradición cristiana: en los Hechos de los Apóstoles encontramos cómo el Apóstol San Pablo dejó a Timoteo y a Tito como guías (obispos) de una comunidad, para que “vigilaran” su vida cristiana.
En el siglo II, San Ignacio de Antioquía, uno de los grandes Padres de la Iglesia, habla sobre el ministerio propio del obispo, en el que se percibe una clara visión de que es sucesor de los Apóstoles y guía de la Iglesia en nombre de Jesucristo. A lo largo de los años, el Magisterio de la Iglesia, con la luz del Espíritu Santo, ha ido iluminando la labor episcopal, a fin de que responda a las necesidades propias de los tiempos.
Representante de Cristo
Todo obispo es representante (o vicario) de Jesús resucitado en su diócesis o arquidiócesis. No son representantes del Papa, que en cuanto al Sacramento del Orden un obispo es igual que éstos; sino del mismo Jesús en el lugar que les ha sido encomendado, aunque para serlo auténticamente (en forma lícita y válida), deben estar en comunión con sus demás hermanos obispos y con el Obispo de Roma.
El primer Obispo de Roma fue Pedro Apóstol. Él era el moderador del Colegio Apostólico, es decir, del grupo de los doce Apóstoles. Su sucesor en el cargo de Obispo de Roma continúa siendo el servidor de la unidad, no ya del Colegio Apostólico, sino del Colegio Episcopal, es decir, del grupo de los obispos, y por ello pasa a ser el Jefe de la Iglesia Universal, el Papa, Su Santidad o Sumo Pontífice, como suele llamársele, con poder de jurisdicción sobre cada bautizado.
Dispensador de los misterios de Dios
El obispo, como sucesor de los Apóstoles, ha sido constituido como principio de fe y unidad en la comunidad diocesana, como sacramento visible de la presencia de Cristo Jesús en medio de su pueblo; para ello recibe la plenitud del Sacramento del Orden Sacerdotal. Los obispos son los principales dispensadores de los misterios de Dios y los moderadores, promotores y responsables de toda la vida litúrgica. Sólo los obispos tienen la facultad de administrar el Sacramento del Orden.
Los diálogos, las lecturas y sobre todo la oración consecratoria de la Ordenación Episcopal ponen de relieve cómo recibe la plenitud del Sacramento del Orden para su función pastoral en la diócesis, como representante de Cristo. Es ordenado por, al menos, tres obispos, para significar expresivamente su agregación al Colegio Episcopal, sucesor del colegio apostólico.
Los laicos y el obispo
El cristiano que se dice católico, debería vivir la comunión en el Sacramento del Orden (con quienes sirven a la unidad o concordia del pueblo de Dios, esencialmente en la sucesión apostólica), la comunión de fe (enseñanza y doctrina apostólica) y la comunión en los siete sacramentos instituidos por Jesús para comunicar la gracia o vida de Dios en diversas circunstancias (CEC, 815).
La sucesión apostólica es un proceso ininterrumpido de comunicación del servicio apostólico y episcopal a través de los tiempos, hasta llegar, desde los doce Apóstoles de Jesús, a los obispos de hoy, que viven en comunión entre ellos y con el Santo Padre.
Los obispos, al tener la plenitud del Sacramento del Orden sagrado por la sucesión apostólica, pueden administrar válidamente el Sacramento de la Confirmación (plenitud del Bautismo), y el del Orden Sagrado en sus tres grados (diáconos, presbíteros, obispos). El de la Confirmación pueden delegarlo por alguna circunstancia, pero el del Orden Sagrado nunca.
Son, por lo tanto, los únicos continuadores de la sucesión apostólica, aún en forma histórica.
Un nuevo obispo entre nosotros, vínculo de unidad
Por designio del Santo Padre Benedicto XVI, habrá un nuevo Pastor para la Iglesia Diocesana de Tepic. El nuevo obispo no vendrá a suplir a quien atinadamente ha llevado los destinos de esta Iglesia particular, sino que es sucesor de los Apóstoles, representante de Cristo y garante de la comunión que debe existir en nuestra comunidad.
En el obispo recae la obligación de velar por la comunidad y su formación, por los procesos pastorales y, sobre todo, por el proceso formativo de los futuros sacerdotes, dispensadores de los ministerios de Dios. Sin embargo, no es el obispo quien soluciona todos los problemas, sino el que impulsa a la comunidad para que, con madurez, sepa discernir sobre lo que conviene o no para su salvación. El reciente documento de Aparecida, producto de la V CELAM, en su número 188 señala: “Los Obispos, como pastores y guías espirituales de las comunidades a nosotros encomendadas, estamos llamados a hacer de la Iglesia una casa y escuela de comunión… Como animadores de la comunión tenemos la misión de acoger, discernir y animar carismas, ministerios y servicios en la Iglesia. Como padres y centro de unidad, nos esforzamos por presentar al mundo un rostro de la Iglesia en la cual todos se sientan acogidos como en su propia casa. Para todo el pueblo de Dios, en especial para los presbíteros, buscamos ser padres, amigos y hermanos, siempre abiertos al diálogo.”
El ministerio episcopal
Los obispos tienen un triple ministerio:
Enseñar: La misión primordial del obispo es la de “enseñar”. Jesucristo, antes de ascender a los Cielos, envió a sus Apóstoles a “predicar el Evangelio y a bautizar a toda criatura”. De aquí nace el deber de enseñar el Evangelio “a todas las gentes”. El obispo predica y enseña a través de la homilía, por medio de las cartas pastorales, por el contacto con los diversos sectores de la diócesis. En este sentido, el obispo se hace responsable de la doctrina y evangelización de sus fieles.
Santificar: La misión que el obispo tiene de “santificar” al pueblo de Dios la ejerce representando a Cristo Sacramento. El Lineamenta enviado por el Papa para tal cometido, señala: “Es inherente al obispo la administración de los Sacramentos que miran a la perfección del individuo y de la comunidad”. Es el obispo el principal administrador de los misterios de Dios entre los fieles.
Regir: El obispo debe guiar a los fieles en la caridad. El documento anteriormente señalado habla, en su número 67, que la función principal del obispo es la de “guiar” al pueblo de Dios teniendo en cuenta dos realidades: la primera, la figura del pastor, que da su vida por las ovejas y las conduce a pastizales abundantes; y la figura de siervo, “el que quiera ser el primero, que sea el último y el servidor de todos”. El obispo puede decidir, en comunión con la doctrina de la Iglesia, sobre la vida de su propia diócesis, ya sea en cuestiones de liturgia, de formas de evangelización, entre otras.
Arnold O. Jiménez