Imágenes difundidas en las últimas semanas por diferentes medios de comunicación, dan a conocer el drama humano que aqueja a millones de habitantes de este mundo que pertenece a la humanidad entera y que tienen que salir forzadamente de la tierra de sus antepasados, del lugar de sus recuerdos y vivencias, sus trabajos y de la patria que le pertenece a sus hijos; para lanzarse a lo desconocido y muchas veces hostil. Junto con esas imágenes –y qué bueno– se han difundido otras procedentes sobre todo de Alemania, Austria, Suecia y Noruega, donde personas sensibles acogen a quienes llegan con mezcla de dolor y esperanza. Me llamó favorablemente la atención que Petter Stordalen, magnate noruego, ofreció para los refugiados 5 mil días de alojamiento y comida. ¡Qué ejemplo!
Estas situaciones traen a los oídos cristianos las palabras que San Mateo registra en los oídos de San José: “Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y quédate allí hasta que yo te avise; porque Herodes va a buscar al niño para matarlo… Así se cumplió lo que había anunciado el Señor por el profeta: De Egipto llamé a mi hijo” (Mt 2, 13s). Pues son la presencia dura de la tiranía, la persecución irracional, la prolongación de la violencia sin sentido, la miseria y el hambre despiadadas, las causas cercanas de este éxodo impresionante que proviene sobre todo del cercano Oriente y de África. El rostro de Cristo sufriente toma esta figura y llama a actuar. Se oye de nuevo a San Mateo: “Porque tuve hambre y me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber; era un extraño y me hospedaron; estaba desnudo y me vistieron; enfermo y me visitaron; en la cárcel y fueron a verme…” (Mt 25, 35).
Dar la llamada de alerta, escuchar y actuar no ha sido ni es algo fácil, pues así como hay oídos atentos en personas y en naciones, hay oídos cerrados o por lo menos perplejos y asustados. En Europa lo que se ha puesto a prueba es la tan propagada “unión europea”, pues así como Alemania, Austria y los países escandinavos –a excepción de Dinamarca– han demostrado generosidad y Grecia, Francia, Italia y el Reino Unido en menor escala, España y Portugal dudan y Polonia y Hungría rechazan con dureza el flujo humano que se acerca a sus fronteras. No podemos dejar de pensar cómo se permite la circulación de capitales y mercancías sin restricciones y a los seres humanos se les niega el paso. Y si esto lo vemos a lo lejos, deberíamos verlo también de cerca, pues México sostiene hacia Centroamérica una política migratoria servil a Estados Unidos y este último restringe cada vez más la entrada a los mexicanos.
Mirando a la historia, muchos de los conflictos actuales echan sus raíces en la política de las potencias europeas en Asia y África, sobre todo en el período entre la primera y la segunda guerras mundiales y la intervención a favor de la expansión capitalista de Estados Unidos. Hay que destacar cómo las monarquías prósperas y autocráticas de la península arábiga e Israel se han negado a aceptar refugiados sirios y éstos han tenido que ir a Turquía, Líbano y Jordania, que no les pueden garantizar condiciones decorosas. También un prejuicio populachero, tonto y sin sustento sólido ha identificado a quienes salen de sus países con posibles terroristas islámicos, sin conocer al menos lo mínimo: los cristianos de Siria, Egipto y Libia son de los más perseguidos.
Su Santidad Francisco está en el centro de la defensa de esta causa humanitaria. Él despertó al mundo en su viaje a la isla de Lampedusa a este drama de nuestros tiempos. Ha hecho un llamado a todas las instituciones católicas europeas a recibir refugiados de este éxodo actual. Creo que en México tenemos también que pensar en darnos cuenta de las situaciones, de su complejidad y de las injusticias que subyacen detrás de ellas, así como de las consecuencias para la vida de todos. Tal parece que la diplomacia mexicana, que en otros tiempos estuvo en primera línea en materia de refugio a perseguidos, ahora duerme o por lo menos dormita. Uruguay, Venezuela y Brasil han estado generosos y atrás, pero en avance, van Chile y Argentina. Entre nosotros han llegado a la Secretaría de Relaciones Exteriores 30 mil firmas para que se abran las puertas del país a 10 mil sirios. ¿Seremos solidarios como humanos y como cristianos? Si el Papa Francisco pidiera a las diócesis y parroquias mexicanas, a obispos, sacerdotes y fieles, acoger a hermanos perseguidos en países lejanos, ¿responderíamos afirmativamente, con gozo y sin temores? Conviene darnos una respuesta desde el llamado evangélico: “Era un extraño y me hospedaron”, y oír la voz que dijo: “No tengan miedo”.
Pbro. Dr. Manuel Olimón Nolasco
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