Columna vertebral de la catequesis de nuestro tiempo
Catequistas, reciban un saludo cordial y fraterno del equipo del Centro de Espiritualidad Catequístico, el deseo de que en su familia se derramen bendiciones del cielo y que su trabajo catequístico siga siendo fructuoso. La reflexión de esta ocasión será sobre el “lenguaje, columna vertebral de la catequesis en nuestro tiempo”. El lenguaje ha llegado a ser de “actualidad candente” y de una máxima importancia a causa de los avances en el campo de la comunicación humana, de la semántica, de la lingüística y de la simbología por una parte; y por la otra, debido a que la comunicación ha sido potenciada en la época moderna mediante poderosos recursos tecnológicos (Documento de Puebla, n. 1064).
El lenguaje “influye en el campo de la catequesis”
Ya que además de ser un quehacer de fe, es también un quehacer humano. La catequesis “tiene el deber imperioso de encontrar el lenguaje adaptado”, no puede conformarse con asumir cualquiera de entre los muchos que existen. Es necesario que se apropie de aquel que sea capaz de expresar en plena fidelidad el misterio de Cristo a los hombres de hoy (CT, n. 59).
El Padre Francisco Merlos dice que el lenguaje es un acto de libertad, una experiencia de reciprocidad, una necesidad vital cuya respuesta da un sentido de pertenencia; es un elemento de identidad y de autoafirmación, es poder de transformación, es fuente de conflictos y de crisis.
El lenguaje tiene entre sus funciones: generar convivencia, remodelando profundamente la existencia, pues al desencadenar el potencial humano rompe silencios, deshace aislamientos, define posturas, crea lazos de índole diversa, genera conflictos, elimina ambigüedades, permite entrar en el dinamismo de la vida… Adoptar un lenguaje es, en cierto modo, existir para los demás y optar porque ellos existan para mí.
Con el lenguaje se comunica el ser
El sentido más profundo del lenguaje reside en que es portador del propio ser. Es auto-revelación, autodefinición, autodonación. A través de él hacemos a otros la propuesta de nuestro universo individual y colectivo. Hacemos entrega de nuestra cosmovisión personal o grupal, intercambiamos valores, experiencias, aspiraciones, convicciones…
Por eso, usar un lenguaje no es solo decir y comunicar algo, sino principalmente decirse, comunicarse, definirse. Pide autenticidad. El hombre que mejor emplea un lenguaje no es el que reproduce fielmente unos signos comúnmente aceptados, tampoco el que los usa en mayor cantidad, ni siquiera el que más impacta o es más elocuente, sino aquel que al hablar implica su persona en su palabra.
Quien más se da, quien más se involucra personalmente es quien mejor utiliza un lenguaje y, por lo mismo, quien tiene mejores posibilidades de entablar comunicación profunda.
En la convivencia humana el lenguaje es, pues, vehículo de comunión interpersonal. Por él las personas se aproximan espiritualmente y se encuentran en la recíproca donación del propio ser. Es una forma de compartir las existencias. Una manera de construir la comunión desde la propia identidad con otras identidades.
Tipos de lenguaje en la comunicación
Superficial: un lenguaje así es muy apropiado para perezosos mentales, pues no involucra a la persona, carece de densidad humana y es incapaz de producir un enganche espiritual. Es un lenguaje que no compromete a nada. Su finalidad no es la comunicación, sino impactar al otro. Este lenguaje hoy es el que rige las relaciones entre las personas.
Técnico y académico: como lenguaje propio de los medios académicos y técnicos procura expresar resultados comprobados y adquiridos mediante el quehacer científico. No es su fin el de ser portador de una experiencia vital de la persona. Este no debe ser siempre el lenguaje de la catequesis, pues no transmite una experiencia de fe.
Existencial: es sinónimo de la persona, es el lenguaje total del ser humano; donde el pensamiento, el sentimiento, la pasión, la experiencia, la totalidad de la vida, se dicen en cada gesto y en cada palabra que el hombre usa para entrar en comunicación con el otro. La persona es mensaje y lenguaje a la vez. Los líderes carismáticos, los profetas y los santos son el ejemplo típico de un lenguaje denso de carga existencial. El medio es el mensaje, el instrumento: el hombre que comunica su experiencia intensa de Dios. Este es el lenguaje de la catequesis.
Catequistas, hablar en nombre de Cristo, aprender los lenguajes de la catequesis, de la Iglesia, es un privilegio que solo otorga el Espíritu. Él da ojos para ver, oídos para entender y lenguaje para hablar, pidámoslo humildemente con insistencia.
María Adela Suárez de Luna
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