Segunda y última parte
El fenómeno de la emigración ha sido definido como el desplazamiento humano de un lugar a otro. Los sociólogos consideran que la emigración es algo inevitable porque se carece, especialmente en los estados o países más pobres, de fuentes de trabajo, y siempre está justificada por la búsqueda de mejores ingresos para la vida y la familia.
En la edición del mes de febrero, hablábamos de que el sheriff Joe Arpaio, del Condado de Maricopa, en Arizona, se ha facultado para deportar a los ilegales, en una recrudecida persecución en contra, sobre de todo, de nuestros connacionales. En esta edición de marzo presentamos la segunda y última parte de esta historia que nos debe mover a la comprensión y solidaridad.
Contra la injusticia
Convocado por defensores de los derechos de los trabajadores, el mitín del sábado 27 de octubre del año pasado se dio como respuesta a varios arrestos de jornaleros que hizo el departamento que dirige el sheriff Joe Arpaio en semanas previas, así como para expresar su desaprobación por el uso de agentes fuera de servicio para proveer un tipo de vigilancia de policía auxiliar; acciones que fueron dirigidas en contra de personas en busca de trabajo ocasional, y que supuestamente eran indocumentados.
Fuerza desproporcionada
El aparato de seguridad de Arpaio resultaba irrisorio comparado con el número de manifestantes que se habían hecho presentes en el mitin. El sheriff justificó la desproporción de su destacamento al asegurar que se le había notificado que tres mil personas tomarían parte en la protesta. Al observar a la policía montada, la cantidad de agentes de a pie, la flotilla de vehículos identificados y encubiertos del condado, y al mismo Arpaio orquestando el insensato uso de fuerza, un manifestante usando un altavoz le gritó: “¿Trajiste también el gas lacrimógeno y las mangueras de chorro a presión?”.
Distinciones injustificadas
La manifestación fue especial asimismo por la presencia de dos observadores de las Naciones Unidas, que presenciaron de primera mano la tensa y volátil situación que prevalece en Arizona. J. Wilton Littlechild y Tonya Gonnella-Frichner estuvieron en el mitin, pero fueron ignorados por el “Sheriff más temido de Estados Unidos”. Mientras tanto, los manifestantes expresaban su reprobación por las medidas drásticas de Joe Arpaio en contra de jornaleros y por la exagerada operación táctica para la protesta.
Otro fenómeno que pudimos descubrir es que, no sólo los latinos son indocumentados o ilegales, o como se les llame; hay muchos orientales, tales como chinos, japoneses, etcétera, que no cuentan con la legalidad que a los latinos les exigen, pero ellos, por el color (por no ser morenos) no son perseguidos. No olvidemos que Estados Unidos es un país de migrantes, donde por igual se ven europeos, asiáticos, africanos y de todos los países de todos los continentes, pero sólo los nuestros son perseguidos.
El problema de la desintegración
Este fenómeno de la emigración aporta muchas y muy variadas consecuencias: la primera, es la desintegración familiar. Aunque se cuente, aritméticamente, con un papá, una mamá e hijos, la familia está desintegrada: el padre de familia madruga porque tiene que trabajar; la mare sale más tarde, pero a su trabajo también, y los hijos mayores de igual forma laboran, en tanto que los menores se preparan para ir a la escuela; cada uno mantiene su propio horario, cada uno hace sus comidas donde puede, regresan por la tarde o por la noche y… ¿A qué hora departen como familia?
Caldo de cultivo para las sectas
Otros viven solos: tienen a su mujer en México o en algún otro país de América Latina. La mamá tiene que llevar la carga de los hijos; el papá no ha visto crecer a los hijos que dejó siendo pequeños. ¿Le podemos llamar a esto unidad familiar? Esto es un reto pastoral para todos.
Otra consecuencia es el abandono de su religión. Las situaciones ya señaladas, muchas veces obligan a nuestros hermanos a refugiarse en algunos grupos religiosos que les tienden la mano; muchas veces son las sectas las que aprovechan la oportunidad y la necesidad de nuestra gente.
Costumbres importadas
Adolescentes y jóvenes que no han contado con la atención de sus padres y que han aprendido aquellas costumbres, muchas veces no muy plausibles, vendrán a nuestros países arrastrándolas y se sumarán a los muchachos que aquí viven con conductas no deseables: formas de vestir, vicios, prácticas sexuales, incremento del fenómeno de las pandillas juveniles y del consumo de drogas, entre otros problemas. Otro reto pastoral más.
Dolor a flor de piel
Quiero terminar con un testimonio más. Eduardo y Margarita de 14 y 12 años respectivamente, se quedaron solos en Oregon, Estados Unidos. Su madre fue deportada, por lo que el gobierno los remitió a un internado, al cual tienen derecho por haber nacido en aquel país. Allí viven de lunes a viernes, y el fin de semana se ven obligados a buscar acomodo con algún familiar o con amigos de sus padres. Los conocí y dialogué con ellos; me comentaron lo doloroso de los fines de semana y lo que es volver al internado, donde añoran el calor del hogar, las caricias y, como decía Margarita, “extrañan los regaños de su madre”. Al mismo tiempo que Eduardo me comentaba: “Mi esperanza es cumplir 21 años para reclamar a mi mamá y que pueda venir a vivir con nosotros, pero mientras tanto tenemos que seguir huérfanos y sin amor”.
No basta orar. Es momento de reflexionar y de actuar con un plan pastoral que no ignore este fenómeno que se nos aproxima. Sigamos orando y que el Señor nos dé las luces que necesitamos para responder a este nuevo desafío pastoral.
Ramón Briones