Nadie discutirá el papel fundamental que tiene el catequista en la vida de todo creyente o no creyente que se cruce en su camino. Ya sea para hacer crecer la fe, o para ayudar a que nazca. Esto nos da una idea de la importancia y la responsabilidad que existe en este gran servicio.
¿Cómo ser un buenformador de la fe?
¿De qué manera se debe llevar este servicio de maestro de la fe? Proponemos la siguiente cita bíblica para reflexionar:“Sigue el modelo de la sana enseñanza que de mí has recibido, y vive en la fe y el amor que tenemos gracias a Cristo Jesús. Con la ayuda del Espíritu Santo que vive en nosotros, cuida de la buena doctrina que se te ha encomendado” (Cfr. 2Tim 1, 13-14).
Seguir el modelo de la sana enseñanza…
Dentro de nuestra Iglesia existen un sinfín de riquezas. Y no cabe duda de que el Magisterio de la Iglesia, la Tradición Apostólica y las Sagradas Escrituras constituyen un tesoro enorme para nuestra vida como cristianos. Estas tres van de la mano, ya que la tradición y las escrituras se complementan entre sí, mientras que el magisterio las custodia y las explica (Cfr. DV, n. 10). Un maestro en la fe, sin duda alguna, seguirá la enseñanza confiada por Cristo a su Iglesia. Sigamos la sana doctrina, no por fidelidad a los hombres, sino por fidelidad a Aquél que lo reveló.
Vivir en la fe y el amor en Cristo
Algunas veces caemos en la tentación de querer hacer de la fe algo meramente teórico. Sin embargo, es necesario y fundamental mostrar a los demás la parte práctica, y la mejor manera de hacerlo es al estilo cristiano: con la fe y el amor. Es decir, con una confianza y entrega a Dios y al prójimo, como a nosotros mismos. Que todo lo que hagamos sea en Cristo.
Con la ayuda del Espíritu Santo…
Y para ello, el Señor nunca nos deja solos. Si creemos que todo esto es muy difícil, la mejor manera de realizarlo es con la ayuda del Espíritu Santo. No creamos que es muy complicado leer, o que sea difícil amar y confiar siempre. El Espíritu viene en nuestra ayuda, en nuestras flaquezas. Pidamos la ayuda del Espíritu de Dios.
Conclusión
Recordemos simplemente que este trabajo, este servicio, para quién lo hacemos, a quién pertenece cada uno de los corazones que llegan a nosotros para que los eduquemos en la fe. Todo esto no lo hacemos por nosotros, por el sacerdote o por la parroquia; todo esto lo hacemos para Aquél que murió y resucitó por nosotros.
Comisión de Catequesis Infantil
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