El alcohol y las fiestas navideñas

Se acerca diciembre y nos visitan amigos y familiares, y no pueden faltar las fiestas, donde con alegría nos disponemos a participar en la celebración del nacimiento de Dios. Como ya es una costumbre, estas fiestas son un gran pretexto para los excesos, especialmente en lo que se refiere al alcohol, que es consecuencia de accidentes, lesiones en riñas, homicidios, enfermedades cardiovasculares, cirrosis hepática, entre otras.

Efectos del alcoholismo 
El alcoholismo es una enfermedad crónica, caracterizada por una conducta anormal de búsqueda de alcohol y que siempre lleva a la pérdida del control en la forma de beber. Tiene severos efectos en la salud, a nivel familiar y social.

Desde el punto de vista social la presión que ejercen los amigos es factor importante para el consumo, especialmente en la adolescencia, donde el individuo puede ser más susceptible y  correr más riesgos. Socialmente es aceptado que la gente ingiera bebidas alcohólicas, incluso que los jóvenes tomen de vez en cuando, porque se tiene la falsa idea de que se toma para “hacerse hombre”, lo que ha provocado que se convierta en la droga legal de más alto consumo y con un mayor número de adictos.

Cuando una persona se vuelve alcohólica pierde el control sobre la bebida, originando con ello reacciones y comportamientos negativos, por lo que se le considera un individuo que pone en riesgo su salud física y mental, así como la desintegración familiar, baja autoestima, conflictos en las relaciones personales, estrés y la aceptación social del consumo.

Cabe mencionar que el consumo fuerte y frecuente de bebidas alcohólicas produce tolerancia al cuerpo, por lo que cada vez se requiere de una mayor cantidad para obtener los efectos deseados, desarrollando dependencia y facilitando la adicción, convirtiéndose en un círculo difícil de romper.

Alcoholismo, enfermedad progresiva
El alcoholismo es una enfermedad progresiva que combina una fragilidad física hacia él y una obsesión por beber, sin importar las consecuencias, y que no se puede romper sólo con fuerza de voluntad, pues al suspender el consumo de alcohol se desarrollan síntomas como la ansiedad, en conjunto con otros signos físicos, como náuseas, temperatura, pulsos elevados, sudoración excesiva, temblores y convulsiones; el alcohólico, además, pierde el interés por lo que le rodea, enfocándose más en la bebida, lo que lo conduce a perder empleo, familia y vida social.

Al interior del cuerpo
El abuso del alcohol, asimismo, puede alterar el sistema nervioso, y provocar cambios de conducta, agresión, depresión, ansiedad, tensión y alucinaciones. El etanol altera fundamentalmente el sistema nervioso central (SNC) al modificar la fluidez biometabólica de las membranas neuronales.

Lo más significativo es que las membranas modifican su permeabilidad en el sentido de alterar la fluidez y transformarse en membranas “rígidas”, adquiriendo, por lo tanto, una nueva permeabilidad. Esta nueva situación significa un cambio en la composición lipídica de la membrana de actividad bioquímica neuronal y, en consecuencia, la actividad de la sinapsis.

Las membranas neuronales sometidas de forma continua al consumo de alcohol no sólo son menos permeables, sino que modifican su funcionabilidad, incluso después de dejar este hábito no recuperan su estado anterior.

Efectos del alcohol a corto y largo plazo
Efectos a corto plazo:
•    Sensación de mayor libertad y confianza.
•    Menor coordinación motora y lentitud de reflejo.
•    Lenguaje poco claro, errores de pronunciación.
•    Menor capacidad para concentrarse en un tema.
•    Cambios intensos en el estado de ánimo. Se pasa de la alegría al llanto o a la agresión.
•    Alteraciones en la percepción: se escuchan voces, y ven cosas y personas que no están ahí.
•    Alteración de la capacidad de juicio, dificultad para valorar una situación.

Efectos a largo plazo:
•    Gastritis.
•    Pérdida del apetito.
•    Deficiencias vitamínicas.
•    Malestares gastrointestinales.
•    Problemas cutáneos.

Clasificación de los bebedores 
De acuerdo con el grupo “24 horas de Alcohólicos Anónimos” los bebedores pueden clasificarse de la siguiente manera, tomando en cuenta la cantidad de alcohol que ingieren y la frecuencia con la que consumen:

– Bebedor moderado: No busca intoxicarse y evita la ebriedad;no siente la necesidad de beber y no le trae trastornos o complicaciones.
– Bebedor social: Cuando se encuentra en una situación social (fiestas, reuniones) necesita ingerir bebidas alcohólicas para divertirse y sentirse desenvuelto. A pesar de que puede estar sin beber, en las reuniones sociales no limita su consumo y lo hace hasta sentirse “alegre”.
– Bebedor fuerte: La bebida es una parte importante de su vida, por lo que toma mucho y casi todos los días. Sin embargo, aún tiene la capacidad de controlar el consumo, por lo que rara vez tiene complicaciones sociales, familiares o laborales, ya que no se embriaga en lugares “no adecuados”.
– Ebrios ocasionales: Es un bebedor fuerte que ocasionalmente busca embriagarse. Su forma de beber se relaciona con una idea de diversión, sin que exista una necesidad física.
– Alcohólico: No tiene control sobre la ingesta de alcohol, por lo que no puede elegir el momento, la cantidad ni los efectos del alcohol en su organismo. No puede detener el consumo y bebe hasta intoxicarse. En este caso, el consumo lleva problemas en todas las áreas de su vida: física y emocional, familiar, social y laboral.

Doce preguntas que lo ayudarán a saber si es alcohólico
1. ¿Piensa y habla usted con frecuencia acerca de la bebida?
2. ¿Bebe más ahora que antes?
3. ¿Bebe más deprisa que los demás?
4. ¿Toma frecuentemente con la intención de “relajarse”?
5. ¿Ingiere varias copas aun cuando se propone no hacerlo?
6. ¿Se ha sentido culpable o apenado por sus estados de ebriedad?
7. ¿Ha sufrido lesiones accidentales después de ingerir bebidas alcohólicas?
8. ¿Algunas veces olvida lo ocurrido (o parte de ello) mientras estuvo ebrio?
9. ¿Ha perdido algún amigo por sus críticas acerca de la forma en que usted bebe o lo que hace cuando está intoxicado?
10. ¿Ha tenido o tiene problemas frecuentes con la familia o con sus amigos en relación con su manera de beber?
11. ¿Bebe en la mañana con la intención de combatir los efectos de la “cruda”?
12. ¿Se siente a veces intranquilo o molesto porque no tiene cerca una botella de alcohol?

Si contesta “sí” a más de tres de estas preguntas, sobre todo en lo referente a las cuatro últimas, debe entrevistarse con un especialista para proporcionarle mayor información y que se determine si usted ha iniciado o no el proceso de convertirse en un enfermo alcohólico.

 

Centros de Integración Juvenil A.C.

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Comentarios al autor: ( citepic@cij.gob.mx )

 

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