Ni la violación le da el derecho a la mujer ultrajada, ni a nadie a abortar, puesto que el aborto provocado es un crimen que le quita al niño en gestación el derecho a nacer, privándolo de la vida al sustraerlo violentamente del medio querido por Dios para la generación del ser humano.
“No matarás”
Un error no se corrige cometiendo otro error, un crimen no se corrige cometiendo otro crimen. La violencia engendra más violencia. Una víctima no tiene derecho a victimar a otro, menos a un indefenso como es su hijo, el niño engendrado.
Al niño o niña engendrados, hombre o mujer, los asisten ya los derechos humanos, al igual que la madre ya nacida. Va de por medio el mandamiento del Señor que nos dice en el Evangelio de San Mateo: “No matarás” (19, 18).
En el caso del que estamos hablando lo más lamentable es que la que prive a su hijo de la vida sea su propia madre, por la forma en que fue engendrado. A quien se debe castigar conforme a derecho, es al vil sujeto que comete el crimen de violar a una mujer, es el único responsable del mal.
El don de la sexualidad es sagrado, pero solo debe hacerse uso de este don conforme a la voluntad del creador, Dios nuestro Señor, dentro del matrimonio con su esposa, con su pareja, abiertos al don de la vida y dentro del plan universal del Creador, en la familia.
La mujer, santuario de la vida
Alegar que la mujer tiene derecho sobre su cuerpo para abortar a su hijo es ocioso, porque son dos cuerpos: ella tiene el derecho sobre su cuerpo, pero si ha engendrado a un hijo ya no tiene derecho sobre el cuerpo de este, pues esta es la única forma de que seamos engendrados, en el cuerpo de nuestra madre.
Quien escribe y todos los seres humanos no estaríamos aquí en la vida, en este mundo, si nuestras madres hubieran tenido la mentalidad de decir que su hijo les estorba en su cuerpo, y así hubiéramos muerto y nadie viviría. La mujer por voluntad de Dios es santuario de la vida.
Una mujer que ha quedado embarazada por una violación –si de verdad fue violación– no tiene ninguna deshonra, porque no fue un acto humano, no tiene ninguna responsabilidad moral sobre su embarazo; la maternidad, ni en este ni en ningún otro caso es pecado o falta.
Y ni el hijo es pecado, pues todo hijo o ser humano es un don de Dios para sus padres o familia, para la Iglesia, la sociedad y el mundo. La falta es el acto que se comete antes o fuera del matrimonio, señalado por los mandamientos de Dios: no fornicarás, no cometerás adulterio.
“Vencer el mal con el bien”
La maternidad que se tiene como fruto de estos pecados mencionados, repito, no es pecado. Sin embargo, no se aconseja ni recomienda tales maternidades, sino las maternidades dentro del matrimonio, y para los católicos creyentes la maternidad dentro del Sacramento del Matrimonio.
No se dejen vencer por el mal, más bien derroten el mal con el bien.
La autoridad civil tiene el derecho y la obligación de velar por los derechos de todos, desde la concepción del hombre hasta su muerte natural, esa es su misión, proteger la vida de todos y sus legítimos derechos.
Defender la vida
El pecado paga su salario y es la muerte, no existe el derecho al aborto. Los hombres sencillos aman la vida, más la de sus hijos. México es un país católico, culto y de leyes como de otras naciones católicas del mundo, donde se defienden los derechos humanos, y el básico y fundamental: la vida humana.
Para todos los fieles católicos el aborto provocado está penado con la excomunión, que deja fuera de la Iglesia, sin derecho a la recepción de los santos sacramentos, Confesión y Comunión, en tanto no haya arrepentimiento y se otorgue el perdón, pecado reservado para su perdón al Señor obispo ordinario del lugar (CDC, n. 1398).
La verdad no está sujeta a discusión, no depende de la mayoría de los votos, ni de llamadas telefónicas de opinantes, ni de partidos políticos, reyes o gobernantes o legisladores. “Ustedes serán verdaderos discípulos míos si perseveran en mi palabra; entonces conocerán la verdad y la verdad los hará libres”.
José Antonio Martínez Galaviz